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Carlos Pellegrini: el gringo que fue quijote

21/01/2018 00:00 Santiago
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Carlos Pellegrini: el gringo que fue quijote Carlos Pellegrini: el gringo que fue quijote

La Constitución de 1853 creó la figura del vicepresidente ubicándola en un lugar institucionalmente incierto. No es parte del Poder Ejecutivo ni del Poder Legislativo. Su función es presidir el Senado y ocasionalmente desempatar las votaciones, hecho que se produjo pocas veces. Sin embargo, los vicepresidentes adquieren una enorme importancia cuando el presidente efectivo deja de serlo. En varias ocasiones el reemplazo del presidente por su vice cambió la historia. Por muerte del primer mandatario se recuerda la llegada a la cumbre del poder de José Figueroa Alcorta sucediendo a Manuel Quintana en 1906, de Victorino de la Plaza asumiendo tras el fallecimiento de Roque Sáenz Peña en 1914 y más cercano en el tiempo la llegada de María Estela Martínez de Perón ante el deceso de Juan Domingo Perón, su esposo, en 1974.

Las renuncias de presidentes fueron más frecuentes y distribuidas en el tiempo. El 22 de enero de 1895 (eran tiempos en los que las vacaciones no existían como se entienden hoy) el anciano Luis Sáenz Peña dejaba su cargo al salteño José Evaristo Uriburu. El 27 de junio de 1942 renuncia Roberto Ortíz y lo reemplaza el catamarqueño Ramón S. Castillo. En el único caso de renuncia de la fórmula presidencial, el 13 de julio de 1973 se van Héctor Cámpora y Vicente Solano Lima. Y en 2001, el presidente Fernando De la Rúa fue reemplazado por el presidente provisional del Senado, ya que su vice había renunciado meses antes. Cuando la Asamblea Legislativa eligió a Adolfo Rodríguez Saá presidente, pocos pensaron que a la semana volverían a elegir un primer mandatario tras la renuncia del puntano. Fue el turno de Eduardo Duhalde.

Sin embargo, la primera sucesión de un presidente por su segundo fue en 1890. La crisis financiera de ese año sumada a la revolución del Parque, origen de la Unión Cívica Radical, puso en jaque al gobierno. La situación la definió la falta de apoyo al presidente Miguel Juárez Celman del propio oficialismo, que en la voz del senador Pizarro, sentenció al cordobés: "La revolución ha fracasado, pero el gobierno está muerto". Así, el 6 de agosto, Juárez Celman presentó la renuncia a la presidencia, por vez primera desde la sanción de la Constitución en 1853. Don Miguel esperó que su vicepresidente, el porteño Carlos Pellegrini lo acompañara. Fue una más de las decepciones de ese tiempo. El vice decidió asumir y la historia le reservaría un lugar significativo.

Nacimiento, familia e inicios en la política

Bernardino Rivadavia contrató varios científicos y técnicos para impulsar la modernización de Buenos Aires a principios de la década de 1820. Así llegaron el botánico Amado Bonpland, el filósofo Pedro de Angelis y los ingenieros Santiago Bevans y Carlos Enrique Pellegrini. Este último, saboyano, llegó al país en 1828 para trabajar en el departamento de hidráulica, a las órdenes de Bevans. Años después Carlos desposó a la hija de Bevans y de ese matrimonio nacerían cinco hijos, todos en Buenos Aires, entre ellos Carlos Enrique José, el 11 de octubre de 1846. La trayectoria profesional y artística del ingeniero Pellegrini será prolífica. Su colección de litografías de la Buenos Aires de 1830 es una obra monumental y será el constructor del viejo Teatro Colón, frente a la plaza de Mayo, primer edificio porteño con estructura metálica, y de la sede central de la Masonería Argentina.

Criado en un hogar con estímulo intelectual, Carlos egresó del Colegio Nacional de Buenos Aires en 1862, comenzando inmediatamente sus estudios de derecho. Al alistarse en las tropas porteñas que combatieron durante la guerra de la Triple Alianza, contra el Paraguay, interrumpió sus estudios, que concluyó en 1868, recibiéndose de abogado. Llegó a ser oficial de artillería del Ejército argentino. Por estos años se casó con Carolina Lagos. Este matrimonio no tendrá hijos. A los 26 años fue diputado provincial en Buenos Aires y en 1878 pasa a ser ministro de gobierno. En 1879 es el sucesor de Julio Argentino Roca como ministro de guerra de Nicolás Avellaneda. Ya por entonces se destacaba por su oratoria, su claridad de ideas y su capacidad ejecutiva. En un ambiente muy formal y circunspecto, Pellegrini se destacaba por sus gestos y por sus soberbios bigotes, que fueron su marca personal toda la vida. Alguna vez, Bartolomé Mitre lo criticó por mover sus brazos, mientras hablaba en el Congreso, como si fueran "aspas de molinos de viento".

MINISTRO Y VICEPRESIDENTE

Una característica de Carlos Pellegrini fue su capacidad crítica frente a los desafíos del país en construcción. Si bien fue parte con convicción de la Generación del ’80, siendo uno de sus máximos dirigentes, también pudo advertir los problemas a resolver: el sistema electoral deficiente, cuyo cambio promovió, incluso avalando el voto femenino (herencia quizá de su abuela materna, Priscilla Bright, promotora en Inglaterra del sufragio de la mujer a principios del siglo XIX). Su mente inquieta lo hizo fomentar el desarrollo de la industria en tiempos del auge agropecuario argentino. Fue un entusiasta de la modernidad en las costumbres sociales, lo que lo convirtió en un habitual veraneante en Mar del Plata, a la que definía como la "Biarritz" argentina.

En 1880 estuvo a cargo, como ministro de Guerra, de la represión de la revolución provocada por el gobernador Carlos Tejedor contra el gobierno nacional. Se recuerda su participación luciendo uniforme militar. En 1881 fue elegido senador nacional por Buenos Aires, desde donde logró el voto de la ley que per mitió la construcción del puerto de la ciudad de Buenos Aires, el actual puerto Madero. Viajó a Estados Unidos impulsado por Sarmiento a contemplar el desarrollo industrial del país del Norte y el sistema educativo del este norteamericano. En 1882, funda el Jockey Club de Buenos Aires, con la finalidad de promover el turf, llamado desde entonces el "deporte de los reyes", y lo hace junto a "caballeros representativos de la actividad política y económica del país". Este club se convirtió en uno de los más tradicionales, habiendo dado proyección internacional al deporte hípico argentino. Como presidente del Jockey Club, inauguró su sede porteña en la calle Florida, que tuvo una de las pinacotecas más importantes del país. Este edificio será incendiado el 15 de abril de 1953, junto a la Casa Radical y la Casa del Pueblo socialista.

Siguiendo la tradición de una fórmula presidencial que tuviera un porteño y un provinciano, Carlos Pellegrini fue elegido para acompañar al progresista gobernador cordobés Miguel ángel Juárez Celman como vicepresidente. Es bueno recordar que Juárez Celman era el cuarto ciudadano consecutivo del interior en ejercer la primera magistratura. Asumieron el 12 de octubre de 1886. Desde el comienzo de la gestión, Pellegrini se alejó del personalismo del presidente y no formó parte del círculo más cercano al poder. En esos tiempos fomentó su relación con Julio Argentino Roca y Bartolomé Mitre, convirtiéndose los tres en los líderes del país durante veinte años. Mitre era más bien una referencia moral, mientras Roca y Pellegrini eran los estrategas políticos.

Presidencia

El dogmatismo liberal del presidente y el exagerado entusiasmo respecto de las posibilidades económicas del país llevaron a una crisis financiera a mediados de 1890. La especulación en la bolsa y las dificultades en el pago de los servicios de la deuda pública, sumados al exceso en el crédito privado, provocaron una corrida bursátil y bancaria. A eso se sumó el estallido de la revolución del Parque, encabezada por Leandro Alem, algunos seguidores de Mitre y Bernardo de Irigoyen, movimiento que fracasó en su intento destituyente, pero causó la renuncia de Miguel Juárez Celman. En acuerdo con Roca, Carlos Pellegrini asumió la presidencia y se convirtió en "piloto de tormentas".

Si bien la crisis era severa, la confianza en el futuro del país hizo posible la determinación con que se enfrentó la situación. Pellegrini reunió en su casa a los hacendados más importantes del país para pedirles el dinero necesario para el pago de los servicios de la deuda pública que vencían a los pocos días de su asunción. El presidente se anotó primero en la lista con una donación de $ 150.000.-. Sus correligionarios lo siguieron entusiasmados y al sumarse las cifras, éstas superaron la necesidad inmediata. Entonces, en una muestra de astucia y humor, Pellegrini retiró su donación para reservarla para otros momentos difíciles.

En sólo dos años logró revertir la situación y el espíritu de la época quedó plasmado en un discurso de Pellegrini: "La República Argentina está destinada al progreso perpetuo". Durante los veintiséis meses de su gobierno se fundaron el Banco de la Nación Argentina y la escuela superior de comercio, se sanearon las cuentas públicas, se consolidó la deuda estatal y se logró el equilibrio fiscal y fue positivo, por primera vez en años, el saldo del comercio exterior.

La provincia de Santiago del Estero fue gobernada en esos años de Juárez Celman y Pellegrino por Absalón Rojas, en dos períodos y por Máximo Ruiz. Llegó el ferrocarril a Santiago del Estero y en consonancia con las medidas tomadas por el presidente Pellegrini, se fundó el Banco de la Provincia y se crearon el doble de escuelas que existían anteriormente.

La posible candidatura de Roque Sáenz Peña para sucederlo fue abortada con una coerción afectiva: Roca, Pellegrini y Mitre le ofrecieron la presidencia a Luis Sáenz Peña con todo su apoyo. Al aceptar don Luis, sólo le quedó a Roque levantar sus aspiraciones ya que no podía competir contra su padre.

Su pelea con Roca

Terminada su presidencia, asumió como presidente del Banco Hipotecario Nacional. Fue un ferviente animador de la segunda presidencia de Julio Argentino Roca, el primer reelecto de la historia. Se dedicó en esos tiempos al fomento de los nuevos artefactos: tuvo la primera máquina de escribir, solía andar en un velocípedo (un sucedáneo de la bicicleta con una rueda enorme), tuvo uno de los primeros registros de conducción de automóviles y utilizaba, casi en forma compulsiva, el teléfono para hablar con sus amigos.

Como senador, cargo que ocupó entre 1895 y 1904, fue un ferviente defensor del proyecto de unificación de la deuda pública que propuso el presidente Roca, en su segunda presidencia. Sorpresivamente, un sector importante de la sociedad, encabezado por los universitarios, lo consideró lesivo a la soberanía nacional. En ese momento crítico, Roca y Pellegrini divergieron en sus caminos. Roca, con el consejo de Mitre, sostuvo que "cuando todos se equivocan, todos tienen razón". El senador Pellegrini defendió la idea de sostener a cualquier precio una decisión si esta era correcta. Finalmente el presidente retiró el proyecto y el viejo aliado, en un amargo discurso, lo acusó de cobardía y falta de decisión. Se rompió esa alianza tan efectiva en otros momentos. Roca pensó que "al gringo se le va a pasar la bronca y nos volveremos a amigar". Nunca ocurrió y nunca volvieron a hablar. Esto fue en 1902.

SU SEGUNDA PRESIDENCIA Y SU TEMPRANA MUERTE

Pellegrini siempre creyó ser merecedor de una presidencia

propia. Por eso puso su empeño en llegar al sillón de Rivadavia, en

1910. Su precario estado de salud no fue óbice para su trabajo permanente

en la vida pública. Como líder de los modernistas dentro

del partido autonomista nacional, triunfa en las elecciones de 1906.

Asume como diputado y en su discurso inaugural habla de los desafíos

del futuro. El pasado ya se iba yendo. En enero había muerto

Bartolomé Mitre, y en marzo el presidente Manuel Quintana. La

alianza natural entre Pellegrini y el nuevo presidente Figueroa Alcorta

hacían posible el sueño de una presidencia para el “gringo” en poco

tiempo. Pero el 17 de julio, a los 59 años, moría Carlos Pellegrini.

1906 fue el primer canto del cisne de la generación del ’80. Sus funerales

fueron una apoteosis.

En poco tiempo, calles y avenidas lo recordaron. El mausoleo

impresionante de Pellegrini en el cementerio de la Recoleta

fue donado por el Jockey Club, en homenaje a su fundador.

Puede contemplarse al prócer en su típica actitud gestual y con

sus “mostachos” inconfundibles. El monumento que lo recuerda

en Buenos Aires está en una de las plazas más bellas de la ciudad

y es un conjunto precioso tallado por Jules Felix Coutan. La

sede central del Banco de la Nación Argentina tiene dos bustos:

el de José de San Martín, fundador de la Argentina, y el de Carlos

Pellegrini, fundador de la institución. Su casa en Adrogué aún

se conserva. Y son decenas los pueblos y las ciudades que llevan

su nombre.

La Escuela de Comercio que él fundara hoy lleva su nombre

y vale recordar que el último billete argentino que lo llevó como

efigie fue el de un peso convertible en 1991, como intento simbólico

de lograr una moneda estable como en tiempos de Pellegrini

al mando de la Nación. Y no se debe olvidar que el Gran Premio

más importante del turf argentino lleva el nombre de “Carlos Pellegrini”.

El “gringo” sigue presente entre nosotros.

Lo que debes saber
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