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EL LIBERAL . El Evangelio

¡Cállate y sal de este hombre!

27/01/2018 22:08 El Evangelio
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¡Cállate y sal de este hombre! ¡Cállate y sal de este hombre!

La escena se desarrolla

en Cafarnaún. Siguiendo

la tradición judía, Jesús va

el sábado a la sinagoga para

participar de la instrucción

de la Torá. Allí, se pone

a enseñar sobre la cercanía

del Reino de Dios,

provocando el asombro de

la gente por su autoridad.

Los escribas, intérpretes

de la Ley y la tradición, que

ejercían en tiempos de Jesús

una fuerte influencia

política y religiosa sobre el

pueblo, aparecen ya desde

el comienzo del evangelio

como férreos opositores a

Jesús. La autoridad de Jesús

se manifiesta en que su

enseñanza va acompañada

de acciones poderosas, de

un testimonio insoslayable

de la bondad de Dios.

En la Sinagoga había

un hombre poseído por

un “espíritu inmundo” que

dijo a Jesús: “¿Qué tenemos

nosotros contigo, Jesús

de Nazaret? ¿Has venido

a destruirnos? Sé quién

eres tú, el Santo de Dios”.

Jesús le ordena salir de

aquel hombre, no permite

que nada ni nadie oprima

a sus hermanos. El grito

del demonio al salir del

hombre es un signo de la

derrota del mal en manos

de Jesús. Su poder amoroso

promueve la vida y libera

a los excluidos de este

mundo.

Jesús ha venido a sanar,

a curarnos de toda patología

social, religiosa y política

que oprime a los hombres;

su anuncio es buena

noticia que sana y salva,

sus gestos curativos manifiestan

que Dios es un Padre

bueno, que quiere que

nosotros sus hijos tengamos

salud integral y alcancemos

la felicidad.

Conclusión

No caben dudas de que

este es un “relato de misión”

que se inserta no sólo

en tiempos de Jesús sino

que apunta al trabajo de

evangelización de la Iglesia

de todos los tiempos.

Con Jesús, el Reino de

Dios se ha hecho presente,

éste implica una transformación

radical de los hombres,

de sus relaciones con

los demás, con Dios y con la

naturaleza. El mal, lo demoníaco

es vencido por Jesús,

el Santo de Dios, portador

de un poder que salva.

La Iglesia, continuadora

de la misión de Jesús, tiene

que seguir anunciando al

mundo con palabras y gestos

que el Reino de Dios actúa

en la historia aniquilando

todos los poderes que

oprimen a los hombres impidiéndoles

acceder a los

bienes de la vida ofreciéndoles

la cercanía de Dios

que es gozo y alegría que incluye

y fraterniza.

Hoy más que nunca

los cristianos estamos llamados

a sanar las heridas

de todos aquellos que han

quedado fuera de la mesa

de la vida, acercarnos haciéndolos

nuestro prójimo,

levantándolos, curando

sus heridas, dándoles consuelo

y protección. Entonces

sí, lo que anunciamos

será una luz de esperanza

para el mundo, y seguirá

sosteniendo la fe en el Señor

de la vida.

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