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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según San Juan 17,11b-19.

15/05/2018 22:47 El Evangelio
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Evangelio según San Juan 17,11b-19. Evangelio según San Juan 17,11b-19.

Jesús levantó los ojos al

cielo, y oró diciendo: “Padre

santo, cuida en tu Nombre a

aquellos que me diste, para

que sean uno, como nosotros.

Mientras estaba con ellos,

cuidaba en tu Nombre a los

que me diste; yo los protegía y

no se perdió ninguno de ellos,

excepto el que debía perderse,

para que se cumpliera la Escritura.

Pero ahora voy a ti, y digo

esto estando en el mundo, para

que mi gozo sea el de ellos y su

gozo sea perfecto.

Yo les comuniqué tu palabra,

y el mundo los odió porque

ellos no son del mundo, como

tampoco yo soy del mundo.

No te pido que los saques

del mundo, sino que los preserves

del Maligno. Ellos no

son del mundo, como tampoco

yo soy del mundo.

Conságralos en la verdad:

tu palabra es verdad.

Así como tú me enviaste al

mundo, yo también los envío al

mundo.

Por ellos me consagro, para

que también ellos sean consagrados

en la verdad”.

Comentario

Jesús vive, muere y resucita

para que los hombres tengan

la vida. Pero su entrega no

significa propiamente una sustitución

a la responsabilidad

que tenemos con nuestra vida.

Jesús inicia un movimiento,

da el primer paso, abre el camino

para que el discípulo pueda

hacer lo mismo. El se hizo

fuente de donde todo procede

para los que creen en su palabra.

Por eso, la palabra que recibimos

como discípulos suyos

no debe hacernos inertes ante

la vida, sino asumirla con todas

sus consecuencias.

La palabra que hemos recibido

pide testimonio de nuestra

parte, pide que nosotros

seamos sus testigos: “Como

tú me enviaste al mundo, así

los envío yo también al mundo”

(Jn 17,18).

Eso quiere decir que, si el

testimonio de Jesús ha encontrado

el odio del mundo, no hay

que esperar que la condición

de los discípulos sea distinta.

El mundo sabe que la palabra

de Cristo nos hace libres y

verdaderos y eso incomoda las

estructuras que viven bajo la

dictadura de la mentira, de la

mundanidad y del relativismo.

La palabra de Jesús amenazaba

el orden y la tranquilidad

del mundo. Su modo de actuar

fue considerado subversivo

para los poderes de su tiempo:

el poder político, de la cultura

y de la religión. Por eso,

fue juzgado y condenado por

ser la encarnación de la subversión,

por no aceptar el dominio

supremo del mundo y

de las potencias que lo gobernaban:

la mentira, el odio, la

muerte. Asimismo, es la suerte

del cristiano que no tiene otra

palabra que la de Cristo y otra

suerte que la suya.

Es verdad que en nosotros

hay un instinto casi irresistible

de protección, seguridad

y tranquilidad. Un ejemplo

se puede ver en los padres que

tuvieron que luchar mucho para

lograr buenas condiciones

para sus hijos y creen que lo

mejor es ahorrarles esfuerzos

personales. Pero lo que Jesús

nos enseña es que el amor no

puede ahorrar el sacrificio de

las personas amadas. El amor

es fiel y la fidelidad no rehúye

de los sacrificios. Eso nos ayuda

a comprender la entrega

de Jesús en la cruz: solo desde

la fidelidad al amor es posible

comprender la obediencia

de Jesús al Padre. Aunque no

nos sintamos a la altura de las

exigencias evangélicas, no nos

sintamos capaces de abrazar

los sacrificios que se presentan

en la vida, lo importante es

dar el primer paso. Como decía

el papa Francisco en la Exhortación

Evangelii Gaudium: “Un

pequeño paso, en medio de

grandes límites humanos, puede

ser más agradable a Dios

que la vida exteriormente correcta

de quien transcurre sus

días sin enfrentar importantes

dificultades” (EG 44).

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