Los siete dones del Espíritu Santo Los siete dones del Espíritu Santo
Hace año que celebramos esta
fiesta y todo lo que vivimos
no sería posible si no recibíamos
al Espíritu Santo a través
de Dios. Hablamos mucho de
los dones que Dios nos da para
que podamos vivir nuestra fe y
del Espíritu Santo que nos permite
guiar nuestra vida. Dicen
que hay siete. La gracia de Dios
que obra; la sabiduría para entender
lo que favorece y perjudica
el proyecto de Dios. Necesitamos
esa sabiduría. él nos
fortalece, nos hace vivir la caridad
y nos prepara para la misión
plena de Dios. Sin esa sabiduría
no podemos hacer nada,
porque nos inspira, nos dicta,
nos muestra lo que podemos
hacer en este mundo.
Cuántas veces buscamos sabiduría
del mundo, que no puede
ayudarnos y darnos la posibilidad
de tomar decisiones.
Cuántas veces decimos que
no entendemos algo. Quién
puede entender todo de Dios.
Aunque es un Dios Padre, no
podemos entender todo. Por
eso hay que dejar que ese don
de Dios nos ilumine para aceptar
las verdades reveladas por
Dios.
Cuántas veces hoy no aceptamos
la realidad y no dejamos
llegar a nosotros ese don
que Dios nos da para entender
lo que Dios quiere de nosotros.
Ese Dios nos permite comunicar
a nuestro corazón y llegar
a una particular participación
del conocimiento divino.
En la intimidad del mismo
Dios hay que entrar.
“Les dará corazón para conocerme,
pues yo soy Dios”. Jeremías
24.7.
Hay un montón de consejeros
hoy. Pero debemos dejar
ese don del consejo para discernir
las opciones de saber
orientar y escuchar porque a
veces lo dejamos de lado para
buscar asesores. No es una acción
de soberbia; es la gracia de
Dios que obra. Hay mucha gente
que piensa y vive así pensando
que están en un buen camino,
pero no.
Como dice Isaías: “No juzgarás
para las apariencias, ni sentenciarás
de oído. Juzgarás con
justicia a los débiles y sentenciarán
con rectitud a los pobres
de la tierra”.
Podemos encontrar una
ciencia: la ciencia de Dios. Dios
que nos da la posibilidad de
saber realmente lo que es esa
ciencia.
La ciencia de Dios nos revela
exteriormente el pensamiento
de Dios por sobre nosotros. Nadie
conoce lo interno de Dios
sino el espíritu del él.
Después de conocer y entrar
en ese entendimiento y recibir
consejos de nuestro Dios, podremos
vivir la piedad, llegar
a ser piadosos y cumplir su voluntad.
El don del Espíritu Santo
nos permite estar siempre
abiertos a la voluntad de
Dios, buscando siempre actuar
como Jesús actuaría, en
esas realidades que no sabemos
aceptar.
Necesitamos fuerza para vivir
la piedad porque a veces estamos
sin fuerzas y buscamos
fuerzas exteriores. Pero no. Este
don nos vuelve valiente para
enfrentar las dificultades del
día a día, de la vida cristiana.
Con ese don volvemos a sentirnos
fuertes y vivir la fe.
Nos da perseverancia y firmeza
en las decisiones y después
de vivir esa piedad podremos
respetar a ese Dios.
Hay que respetar a ese Dios
que nos ha dado todo a nosotros.
Hay que entrar en la voluntad
de Dios con voluntad
total, apartándonos de todo lo
que nos desagrada. Por eso, Jesús
siempre tuvo cuidado en
hacer en todos la voluntad del
Padre.
Que el Espíritu de Dios nos
ayude a que podamos dejar
que esos dones iluminen nuestro
camino de fe, para que podamos
contagiarnos el mundo
de la alegría, del amor, de
la paz verdadera y vivir la paciencia
para que Dios desarrolle
todo lo bueno en nuestra vida;
para vivir esa bondad buscando
el bien de todos y compartir
nuestra felicidad con los
demás. Y para vivir esa felicidad
hay que vivir la fidelidad y
firmeza en Dios con modestia y
sobre todo con entrega total.
Que esta fiesta de Pentecostés
no sea únicamente una formalidad,
sino que hay que salir
al encuentro de los demás, de
las realidades.
Que Dios nos ayude en este
tiempo, que sea siempre, todos
los días, días de Pentecostés, de
iluminación, de paz.
Que nuestra Madre nos ayude
en ese camino para que seamos
hombres y mujeres renovados,
con corazón sencillo y
abierto a los demás. Amén.