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EL LIBERAL . Opinión

Jesús, alimento de vida

03/06/2018 00:00 Opinión
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Jesús, alimento de vida Jesús, alimento de vida

Jesús es alimento por nuestra vida, y alimento que da vida. él mismo dice en Juan 6-48, "Yo soy el pan de vida", y dice también: "El que come mi carne y bebe mi sangre, tendrá vida eterna"... y "el que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él". Entonces, hoy Jesús que ha bajado del cielo para salvarnos a través de su cuerpo y de su sangre, no podemos decir que la salvación está afuera de ese don que ha dado de su vida. Es muy importante que hoy, en nuestras celebraciones, no miramos únicamente ese misterio de la redención, sino miremos esa entrega que Jesús ha hecho para que podamos tener vida, y él mismo dice que la persona que come su carne va a permanecer en él y va a vivir como él. Juan Pablo II decía al despedirse de su visita a Brasil: "El Señor Jesucristo no deja a sus amigos un símbolo, sino la realidad de sí mismo. O sea que no deja un simple objeto para evocar su memoria. Bajo la especia del pan y del vino, está él mismo realmente presente, con su cuerpo y con su sangre; su alma y su divinidad". Esa salvación, esa entrega de su vida, no es algo de memoria únicamente, Jesús que ha bajado del cielo está presente, por eso nos llama para que podamos entrar en ese misterio de entrega en nuestras vidas, para celebrar este misterio de la humildad para bajar y entregarnos su vida y salvar a los demás. No podemos salvarnos si no hay comunión, si no hay unión, por eso nos llama para que podamos unirnos. Y cuando decimos la comunión, es la unión al cuerpo de Cristo. él mismo dice que si no hay esa entrega total a él, no podemos dar frutos; entonces hay que permanecer, hay que vivir esa relación de comunión con él y también entre nosotros mismos, que queremos seguir su camino. él dice que a través de los santos que han vivido y que han mostrado que es posible llegar a vivir esa relación de unión. Un santo decía que no podemos vivir esa comunión con los demás si no hay unión entre él y nosotros. La eucaristía es una relación con Dios y Dios se relaciona con nosotros los seres humanos, no es simplemente una historia de uniones, sino una historia en la que Dios busca modos siempre nuevos de unirse en esa comunión con quienes han sido creados a su imagen y semejanza. Como cristianos, esta celebración nos une a él y también a nuestros hermanos. Cuantas veces podemos llegar a vivir esas celebraciones eucarísticas como algo formal o una obligación, pero no, es una unión total. Podemos llegar a mostrar en nuestras oraciones, adoraciones y procesiones, pero de qué sirve una adoración o una procesión si cada uno puede hacer después lo que quiere. Para entenderlo nos puede ayudar esta oración de San Anselmo que dice: "Señor, concédeme que te reciba con la boca y con el corazón, que te sienta con la fe y el amor, de tal manera que por la eficacia de tu cuerpo y de su sangre merezca ser equilibrado en la semejanza de la muerte y tu resurrección, haciendo morir al hombre viejo y renovándome en una vida de justicia, de tal manera que sea miembro tuyo y tú seas mi cabeza; que yo permanezca en ti y tú en mí, hasta que la resurrección rehaga mi humilde cuerpo haciéndolo semejante a tu cuerpo glorioso". Si Dios nos salva a través de su entrega, nos da su vida, su cuerpo, su sangre para salvarnos, si él quiere unirse a nosotros y a nuestras vidas cotidianas, ¿qué debemos a hacer? Porque después de celebrar el cuerpo y la sangre de Cristo, después hay que ir; hay que salir, no quedar en los templos. La misa termina, pero la celebración de la gracia continúa y debemos salir a anunciar lo que hemos vivido; lo que hemos oído y hemos hecho como experiencia. Es muy importante poner en nuestra iglesia hoy el envío, porque nuestra iglesia nos envía y uno debe tomar la responsabilidad de ir y anunciar. Jesús dice: "Quien come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él", y al decir permanecer en mí, quiere decir que es puesto fuera de sí mismo. Entonces hay que ir y anunciar ese gran misterio de la salvación, de la fraternidad, de la solidaridad. La eucaristía como dice san Agustín, es muy importante, "es el símbolo perfecto, representa todo lo que el hombre busca, sus sueños más profundos, el deseo, el hambre, la fe, la búsqueda inquieta de nuestro corazón siempre insatisfecho y el alimento que se ofrece para saciar esa carencia, ese anhelo, esa queja, ese suspiro". Entonces, nuestra misión hoy, es de no quedar como han hecho nuestros antepasados, hay que ir y anunciar, ayudar a los pobres. Pablo VI dice que la eucaristía ha sido instituida para que nos convirtamos en hermanos; para que de extraños, dispersos o indiferentes los unos a los otros, nos volvamos unos, iguales y amigos; para que de esa masa egoísta y dividida, nos transformemos en pueblo creciente y amoroso, con un solo corazón y una sola alma. Esa es la realidad, no debemos quedar sin hacer nada, no debemos quedar en la formalidad, sino el mundo no va a creer que realmente Cristo está presente después de la consagración en el pan y en el vino. Está en íntima unidad entre la eucaristía y el amor al pobre, junto con la dura crítica de los profetas, un culto a Dios sin misericordia con el pobre. Esto nos permite decir que la celebración de una liturgia separada de la solidaridad para con el prójimo necesitado o indefenso, constituye para Dios una abominación, una blasfemia. "Si la eucaristía se recibe con la debida disposición, dejando que Cristo derrame en el corazón la vida nueva de su resurrección qué pujante vida puedo esperar también yo; qué aurora primaveral; qué inundación de sol. Es necesaria esa cooperación del hombre amante que alimenta su devoción, pero que además se ofrece a sí mismo, junto con el pan y con el vino, para ser instrumento de unidad y de servicio" (Carta a los romanos 12-1). Que esta fiesta del cuerpo y sangre de Cristo nos ayude a todos para despertarnos, para saber que somos hijos e hijas de Dios, para entrar en ese espíritu de entrega y de servicio. No hay amor más grande que el de quien da su vida por sus amigos y por sus hermanos. Que nuestra madre nos ayude para que podamos tomar conciencia de esa presencia real en el pan, el cuerpo de Cristo después e la consagración, y la sangre de Cristo. Que este domingo no sea sólo una formalidad, que sea el inicio de una vida compartida con los más necesitados. Amén.

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