Felipe Rojas: un referente de la poesía de Santiago del Estero al país Felipe Rojas: un referente de la poesía de Santiago del Estero al país
Se fue llevándose “al sol sus eneros de
ríos”. Indudablemente un poeta privilegiado
por la palabra. En ella manifiesta
la belleza del amor, sus sentimientos,
las emociones “su trajinar” por las “horas sumergidas”
mientras creaba y mostraba su capacidad y
talento a través de sus versos.
El escritor Ricardo Dino Taralli supo decir sobre sus
poemas: “Pocas veces se ha dado en la poesía Argentina
una estructura singular de alcances cosmogónicos
y trascendentes; otro poeta: Carlos Artayer, homenajeándolo
en algunos de sus versos expresó: “Ya no estaba
en tu pecho la metáfora tan sólo de un latido, concertaba
azules desconciertos sobre los aleros del tiempo…”.
Aquel día 26 de junio de 2011 amaneció su sombra
en otro lado, en otro domicilio donde sus huesos
se deshojan en la tierra, él mismo dice en una canción:
“un día me iré a dormir para siempre en tus arenas, y
un cielo de algarrobal a mis ojos le darán, la eternidad”.
Son sus composiciones folclóricas – literarias las
que popularizan su nombre dentro del cancionero folclórico
nacional, reafirman su quehacer de poeta y letrista.
Su bohemia empedernida lo llevó a relacionarse
con los más destacados escritores, músicos y cantores
santiagueños y fuera de su tierra que musicalizaron
sus poemas. Amigo del “Cuchi” Leguizamón, de Hamlet
Lima Quintana, Armando Tejada Gómez, Vitillo
ábalos, Aráoz Anzoátegui, Edgar Bayley, entre muchos
referentes de la poesía argentina. Su chacarera “La del
verano”, ganó el primer premio en el rubro “Canción
inédita” en el Festival de la Tradición de Añatuya, en
1967, interpretado por el malogrado cantor bandeño
Guillermo Ocón. Ese fue el primer paso para su carrera
de autor y compositor del hombre que con los años
demostró que estaba predestinado al gran desafío de la
creación artística.
Sus obras poemáticas fueron “Tiempo de Sol y Soledad”
que en el año 1983 fue distinguida con la Faja de
Honor de la Sade Nacional que le dio prestigio en todo
el país. “El canto de la micorriza”, “El Kakuy”, “La miel
del deseo”, compartida con el poeta “Bebe” Ponti.
Fiel y comprometido con su oficio de escritor, participó
de numerosos encuentros provinciales, nacionales
y recibió distinciones en todos los lugares donde
se acercaba con la palabra. En sus vuelos poéticos
La Banda, su lugar de nacimiento, lo enriqueció y supo
decir de ella “tierra impar de las guitarras…”, verso
con el que definió a su pueblo. Por esos vaivenes de la
vida, el amor lo llevó a residir en la ciudad de Santiago
del Estero, junto a su esposa la escritora Melcy Ocampo
y de ese matrimonio nació su único hijo, Felipe, de
quien supo expresar, en el momento de tomarlo en sus
brazos: “Mi hijo es como Jesús: el despojado, dueño del
amor y la palabra”.
Indudablemente de ese compromiso y virtudes como
hombre y como padre nacieron sus emblemáticos
versos que viven y vivirán en la memoria de su pueblo.
Por eso en su homenaje, la Municipalidad de la Capital
bautizó con su nombre la plaza del barrio El Vinalar
que dentro de poco será reinaugurada. Su obra
y su lenguaje poético seguirán manteniendo viva la rica
historia cultural de Santiago interpretada por cantores
como Carlos Carabajal, Marcelito Toledo, Armandito
Santillán, Santiago ábalos, entre otros, asi como
también a grandes conjuntos como Los Manseros Santiagueños,
Los Carabajal, Cuti y Roberto Carabajal, y
otros grandes amigos de toda la vida.
Nadie podía quedar indiferente ante su palabra con
tanta riqueza idiomática, contundente, provocadora,
cuidadosa, develadora y musical. Su verso libre aceptaba
convivir a través de imágenes de notable plasticidad,
ritmo sutil y cadencioso.
Es indudable que fue un exponente persuasivo, con
un espíritu renovador, de visibles hallazgos en su palabra
poética, y que las transfirió a las letras de sus canciones,
que el pueblo hoy canta, porque vive en el imaginario
social.
En síntesis, su poesía acusa una postura vanguardista
sin ataduras, una palabra con magia que estremece,
donde se puede palpar las cuerdas del sentimiento, ese
torrente que alcanza altura en su palabra. Porque en el
génesis de su creación se perciben cierta inocencia, seducción
y sabiduría, desde donde cuelga los sueños y su
experiencia de vivir, en esta dimensión terrenal.