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Salud ocular: la importancia de usar gafas de calidad y bien graduadas

29/07/2018 22:52 Opinión
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Salud ocular: la importancia de usar gafas de calidad y bien graduadas Salud ocular: la importancia de usar gafas de calidad y bien graduadas

La elección de unas gafas es algo que no se debe tomar a la ligera. Es cierto que hay un montón de opciones, casi infinitas, y que muchas veces la variedad tan grande nos puede llevar a confusión, pero se pueden seguir algunas indicaciones para tomar la elección más acertada.

Además de las cuestiones estéticas, uno de los factores que puede influir a la hora de elegir las gafas es el precio. En este sentido, mucha gente se ve tentada por ir siempre a las gafas más baratas, primando el ahorro sobre otros aspectos. Pero esto tiene sus riesgos, porque hay veces que los precios se reducen a costa de la calidad.

La calidad de unas gafas graduadas es algo muy importante, porque de ella puede depender nuestra salud visual, algo muy delicado si queremos conservar nuestros ojos, ya que son los únicos que tenemos para toda la vida.

Para empezar, el material de la montura ha de ser resistente y cómodo. Lo primero, porque no queremos que las gafas sean tan frágiles como para romperse o doblarse y, lo segundo, porque ha de adaptarse correctamente a la cara para permitir la mejor visión de un modo permanente.

En este sentido, hay que valorar si se prefiere primar la resistencia y durabilidad, para lo que habrá que optar por unas gafas con montura de acetato, o si es más importante la ligereza y el peso, en lo que suelen salir mejor paradas las gafas con montura de metal.

Sin restar importancia a las monturas, la parte más delicada en unas gafas graduadas son los cristales. Escatimar en éstos sí que puede suponer una mala decisión, ya que puede afectar tanto a la eficacia de la lente como a la propia salud ocular. Por eso, nuestra recomendación siempre es elegir unas lentes de calidad, porque son las que más pueden garantizar una visión correcta.

Clases

Sobre el tipo de lentes graduadas, hay dos clases principales: lentes minerales y lentes orgánicas.

Las lentes minerales son las que se utilizaban tradicionalmente y que mucha gente conoce como "cristales de verdad". éstas se caracterizan por ser más resistentes a las rayaduras, aunque también son más frágiles a los golpes y caídas. Hay que decir que, debido a ese riesgo de rotura, los cristales minerales ya no están permitidos en muchos países, por el riesgo de que se puedan romper y dañar los ojos.

Y, por otro lado, también encontramos las lentes orgánicas que, actualmente, son las más utilizadas y comunes. Pueden ser más proclives a las rayaduras, pero son más ligeras que las minerales.

A partir de ahí, a las lentes se les pueden dar distintos tratamientos, como el tratamiento de endurecido, para ser más resistentes a las rayaduras, o el tratamiento antirreflejante, que permite una mayor calidad de visión, a la vez que mejora la estética desde el punto de vista externo.

En conclusión, podemos decir que no hay que escatimar a la hora de comprar unas gafas graduadas. No solo por la salud y la seguridad, sino porque, a la larga, lo barato sale caro.

¿Tengo las gafas bien graduadas?

Llevar las gafas bien graduadas es algo esencial. No solo para ver bien, sino porque unos cristales con una graduación incorrecta pueden ocasionar otros trastornos. Pero, claro, no siempre somos capaces de reconocer cuáles son los síntomas de que nuestras gafas estén mal graduadas, o podemos asociar algunos de éstos a otras cosas, sin saber que la raíz de nuestros problemas está en la graduación de éstas. ¿Cómo puedo saber si tengo las gafas bien graduadas?

Lo primero que hay que valorar es si se tiene una visión nítida y clara en ambos ojos. Si no fuera así, algo que es fácilmente identificable por parte de uno mismo, será necesario acudir a la óptica para que revisen nuestra graduación y, en el caso de que ésta se haya diagnosticado correctamente, para que comprueben que la graduación de los cristales se corresponde con la que necesitamos.

Pero, en ocasiones, puede suceder que ambos cristales tengan una graduación ligeramente inferior a la necesaria, tanto por error en la fabricación como por aumento en nuestro problema de visión, ya sea miopía, hipermetropía, etc.

En estos casos, los ojos realizan más esfuerzo para visualizar bien los objetos, y esto se traduce en una mayor tensión, lo que provoca cansancio, dolores de cabeza, mareos, enrojecimiento o lagrimeo. En el caso de que esto suceda con frecuencia, es probable que la causa sean unas gafas mal graduadas. Y, de nuevo, lo recomendable es acudir a una revisión, para confirmar si nuestra capacidad visual ha disminuido en los últimos tiempos o, si en caso contrario, son las gafas las que presentan algún defecto.

Hay que tener en cuenta que estos síntomas no son obligatoriamente producidos por unas lentes mal graduadas, y tampoco aparecen síntomas así en el ciento por ciento de los casos de mala graduación. ¿Es perjudicial para los ojos usar unas gafas mal graduadas?

El uso de unas gafas mal graduadas no es malo para los ojos per se. De hecho, la pérdida de capacidad visual se suele dar de un modo muy progresivo, y es algo que sólo se identifica cuando se hace alguna revisión rutinaria o en casos como la renovación del carné de conducir.

Las lentes mal graduadas no van a aumentar esa pérdida de potencia visual en los ojos, aunque sí que pueden afectar a otros aspectos de la salud, como hemos dicho anteriormente, más relacionados con dolores de cabeza, mareos o enrojecimiento.

Evitar estos malestares, con el fin de obtener un completo bienestar, sumado a una visión completa y precisa son las dos grandes razones que nos hacen recomendar siempre el contar con unas gafas graduadas de un modo adecuado.

¿Cada cuánto tengo que revisar mi vista?

No hay una regla estricta en este sentido y, sobre todo, depende de la edad de cada uno. Normalmente, a los niños y a los ancianos se les recomienda hacer una revisión de la vista una vez al año, ya que son las edades en las que pueden aparecer nuevos trastornos en la vista. En el caso de los adultos, los cambios en la potencia visual son menos frecuentes, por lo que el tiempo entre revisiones puede ser de dos años o incluso más. 


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