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EL LIBERAL . El Evangelio

El que cree en mí, jamás tendrá sed - Juan 6,24-35

04/08/2018 21:53 El Evangelio
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El que cree en mí, jamás tendrá sed - Juan 6,24-35 El que cree en mí, jamás tendrá sed - Juan 6,24-35

La gente entusiasmada

por el milagro del

pan va en busca de Jesús.

Cuando lo encuentran en

Cafarnaún, le preguntan

“maestro ¿cuándo has

llegado aquí?” Estaban

desconcertados, creían

que podían dominar con

cierto espíritu posesivo

la “identidad de Jesús”,

pero evidentemente, él

se les escabulló. Jesús les

dijo: “ustedes me buscan

no porque vieron signos

sino porque han comido

panes y se han saciado”.

Estos hombres de Galilea

no han sabido percibir en

el don del pan sobrante

el signo de un alimento

distinto que hay que

buscar, el que permanece

para vida eterna y que

dará el Hijo del Hombre.

En la tradición judía

el alimento que da vida

puede significar la palabra

de Dios. De hecho, el

maná que el pueblo recibió

tras la gestión de

Moisés y comió en el desierto

pasó a significar

simbólicamente la ley

que viene del cielo. Por

eso, los interlocutores de

Jesús, aceptan el desafío

de no procurarse sólo el

pan terrenal sino de preocuparse

también por la

observancia perfecta de

la ley. Recogiendo el verbo

“obrar” utilizado por

Jesús preguntan cuáles

son las obras que agradan

a Dios. Para Jesús,

la única obra que hay

que realizar es “creer en

el enviado”. Ellos están

dispuesto a creer en él,

pero con una condición:

que manifieste su misión

por medio de un signo

proporcionado: ¿qué

signo haces? ¿Cuál es tu

obra? Están dispuestos a

creer en Jesús pero quieren

saber cuál es su pretensión.

Qué es lo que

pretende el enviado de

Dios. Ellos están seguros

que sus antepasados comieron

el maná en el desierto,

el pan bajado del

cielo. Ellos fundamentan

su fe en Dios en el don

del maná (ley dada por

Dios) a través de Moisés,

pero se cierran a toda

revelación por venir,

viven anclados en el pasado

y en sus tradiciones.

Para Jesús es el Padre el

que da el verdadero pan.

El don que Dios da hoy

es el “verdadero pan”, el

que realiza lo que estaba

figurado en el maná

y las promesas de la Ley.

Es el pan que da Vida al

mundo, no sólo a Israel.

Entonces, ellos le dicen:

“Señor, danos siempre

de ese pan”, es decir, la

ley verdadera que da vida

a sus existencias para

siempre. Jesús responde:

soy yo ese pan que

desean recibir. “Soy yo el

pan de la vida. El que viene

a mí no tendrá jamás

hambre, el que cree en

mí no tendrá sed jamás”.

Los que reciban a Jesús

pan de Vida quedarán

plenamente satisfechos.

Con Jesús los tiempos se

han cumplido, los que viven

en comunión con él

son colmados, reciben la

Vida en plenitud.

Conclusión

Quizás, después de

tantos siglos de cristianismo,

debamos volver a

afirmar que lo más importante,

lo único importante

es creer en Jesús, es decir,

ser sus discípulos. Vivir

en comunión con Jesús

y dejarse transformar por

su amor. De esta manera

podremos vivir en plenitud,

trascender lo efímero,

lo superficial y descartable

que propone la sociedad

consumista de hoy. Descubrir

las cosas esenciales

de la vida, aquello que

nos humaniza y dignifica.

Si nos dejamos alimentar

por Jesús, pan de vida, podremos

disfrutar de la vida

plena, no como observadores

que “balconean”

la vida, sino como protagonistas

que

cons t ruyen

el Reino de

Dios y lo hacen

presente

en lo cotidiano.

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