El misterio del pan vivo Juan 6, 51-59 El misterio del pan vivo Juan 6, 51-59
el pan vivo bajado
del cielo, el que Dios da.
Es el donante de la vida
para los que creen en
él. Su “carne” es alimento
de vida en tanto y en
cuanto creemos en él y
nos adherimos a su persona
haciéndonos parte
de su proyecto de salvación
para el mundo.
Los judíos dudaban,
diciendo: ¿cómo puede
éste darnos de comer su
carne? No aceptan que
la salvación pueda venir
de la entrega de un hombre.
Más aún, rechazan
que el Hijo de Dios
se haya hecho hombre
(encarnación) y que su
muerte sea fuente de vida
para todos. La cruz
aparece aquí como un
escándalo, inaceptable
para la mentalidad religiosa
de Israel.
En respuesta a las objeciones,
Jesús mantiene
el anuncio que tanto
les ha molestado: al añadir
la sangre a la carne,
significa que el pan que
el dará, es su misma persona.
Los invita a “comer
y a beber”, es decir,
a recibir la revelación
del sacrificio del Hijo del
Hombre. Si creen esto,
los discípulos vivirán de
la misma vida del Hijo
de Dios.
La carne y la sangre
son verdadera comida
y bebida, porque
sacian perfectamente
el hambre y calman la
sed. Creer en Jesús, adherirse
a su persona, es
aceptar el misterio de
su muerte como un don
que da la vida. El que
cree en el sacrificio del
Hijo del Hombre que
vence la muerte tiene la
vida eterna.
Más aún, el que cree
en Jesús permanece en
él, vive en íntima comunión
con él. Esta relación
recíproca que se
establece entre el Hijo y
el creyente es expresión
de la relación que une al
Padre y al Hijo. Creer en
Jesús, es ser introducido
en la comunión divina.
Jesús es el lugar de comunión
entre Dios y los
creyentes.
Conclusión
En este relato Jesús
urge a sus oyentes
a creer en el Hijo del
Hombre que se ha dado
a sí mismo, atravesando
la muerte para que ellos
vivan. El fruto de esta fe,
es la vida para siempre,
la permanencia (comunión)
del Hijo y el creyente.
Desde una perspectiva
sacramental, Jesús
invita a los creyentes, a
los que ya han entrado
en comunión con él, a
reavivar su fe y a significar
esta comunión por
medio de la práctica de
este sacramento: éste da
paso al misterio del que
ha hablado Jesús. La comunidad
que celebra en
su liturgia la presencia
del Resucitado no separaba
esta presencia del
recuerdo de la muerte
por la que Jesús había
amado a los suyos hasta
el fin. La Eucaristía
actualiza el don que nos
hace el Hijo del hombre
de sí mismo. A la vez, actualiza
la comunión del
creyente con aquel que
vive por el Padre y nos
introduce en el
misterio de
la comunión
de
vida entre
el Padre
y el
Hijo.