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Reseña de la historia

16/09/2018 00:00 Interior
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Reseña de la historia Reseña de la historia

Lo que transmitió el folclore oral de la zona sobre esta "almita" milagrosa Cuentan que "Constancia" era una niña que había nacido en 1907, hija de Antonio Palomo. Sus abuelos eran Francisco Palomo y Tránsita Luna. Esta familia vivía en el paraje El Saladillo, distante ocho kilómetros de la hoy ciudad de Nueva Esperanza. Constancia no caminó mucho por detrás de su madre. Rumbeó por una senda por donde iban los animales (caballos, vacas, burros) y se metió al monte. Su madre al terminar la tarea regresó al rancho y preguntó a sus padres por Constancia. Estos respondieron que la niña había ido al pozo por detrás de ellas. En ese momento, madre, tías y abuelos se dieron cuenta de que la niña estaba en peligro. Todos juntos salieron a buscarla junto con los vecinos del lugar. Enseguida encontraron pisadas de la niña en un trecho corto nomás. Luego le perdieron el rastro porque toda la hacienda que sesteaba después de beber agua en el pozo se había marchado por esa huella, por la misma huella por donde Constancia se había marchado adelante. Entonces estos animales le habían tapado todo el rastro que había dejado esta niña inocente que penetraba cada vez más al monte. Como todas las desgracias, para que esta tarde sea completa, llegó el cambio del Sur, con viento y agua. Dicen aquellas personas que hubo una tormenta grande, que al campo se puso contento. Todos los que salieron en busca de Constancia regresaron derrotados por aquella naturaleza, viento y agua que segó la noche de Constancia. Al otro día 10 de noviembre, una mañana espléndida con sol, los pájaros cantaban, el hornero empezaba a armar su rancho. Los habitantes del Saladillo salieron temprano y en silencio, sabiendo que sólo un milagro encontraría a aquella niña con vida. Pasado el mediodía, como a las dos de la tarde, don Francisco Palomo, su abuelo, encontró el poronguito que llevaba Constancia en sus manos, a un costado de la huella, bajo unos jumes, vinales y cardones. Sabiendo que Constancia no estaba lejos, empezó a llamar a la niña con voz quebrada ¡Constancia, mija! ¡Constancia, m’hija! Los paisanos que andaban a caballo, en burros y otros de a pie no tardaron en escuchar aquella voz lastimera del anciano "Aquí está mi niña, pero está muerta", cuentan que se escucharon voces, llantos desgarradores de dolor y tristeza al ver ya sin vida a aquella criatura que murió de calor, sed y de hambre, o quizás por la picadura de algún animal venenoso y quedó dormida debajo de un añoso mistol que hoy sigue de pie.

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