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EL LIBERAL . Santiago

Viñedos santiagueños, un emprendimiento que vuelve a recobrar el sueño del cultivo y la producción

09/02/2019 22:16 Santiago
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Viñedos santiagueños, un emprendimiento que vuelve a recobrar el sueño del cultivo y la producción Viñedos santiagueños, un emprendimiento que vuelve a recobrar el sueño del cultivo y la producción

Alejada de las zonas

templadas

de Cuyo, en tierra

santiagueña

también se

apuesta al cultivo

de la vid para

la producción de

vino.

Ese es el desafío

que se impuso

un grupo de emprendedores santiagueños,

aunque por el momento incipiente, los primeros

pasos con los cultivos y recolección

del fruto están dados, mientras se afinan

detalles para avanzar en la fermentación y

elaboración final del producto.

Con la mente puesta en crear un producto

fino y de calidad elaborado desde nuestra

provincia, emprendedores locales apuestan

a desterrar el mito de que en Santiago no

se puede producir vinos. Con gran pasión

y dedicación, la familia Luna en su campo

de Higuera Chacra (Robles) y por otro lado,

la Cooperativa San Benito con la finca Don

Antonio en Villa Rio Hondo, son dos ejemplos

palpables de tesón y afianzamiento en

este tipo de producción.

La apuesta por el cultivo y la elaboración

del vino en nuestra provincia tiene ribetes

históricos y apasionantes. Se trata de

una larga historia de 463 años y forjada por

la labor de generaciones de mujeres y hombres

que con el correr de los años, arraigaron

y adaptaron las vides provenientes de

Europa para cultivarlas en tierra santiagueña,

muchas veces en las condiciones más

desfavorables.

Sin dudas que el aporte de una gran corriente

inmigratoria europea, conocedores

del quehacer vitivinícola, posibilitó luego

un cambio sustancial en el cultivo de la vid

y dio un gran apoyo a esta industria. Los inmigrantes

trajeron consigo nuevas técnicas

de cultivo, otras variedades de vid aptas para

la elaboración de vinos finos, que encontraron

en nuestro país un hábitat ideal para

su desarrollo, y la innovación de las prácticas

enológicas utilizadas en las bodegas.

Aclimatar y adaptar los cultivos ha sido y

sigue siendo un gran desafío para la nueva

generación de productores, pero no un impedimento

para encarar la producción del

vino.

Un ambicioso sueño pisa fuerte en Higuera

Chacra (Robles), en la finca María del Pilar de

casi 3 hectáreas, donde además de los viñedos,

la familia Luna se dedica a la explotación de otra

clase de cultivos: manzanas, ciruelas, higos, peras

y duraznos.

Fue exactamente el 15 de octubre del 2012

cuando inició el proyecto de plantación de estacas

de 4 variedades de uva para vinificar: Cabernet

Sauvignon, Malbec, Sah y Petit Verdot.

Desde el entorno familiar, explicaron que al notarse

que en un año, “la adaptación fue mejor

de lo pensado”, se continúo con la inversión y

se implantaron más variedades: Bonarda, Torrontés

Riojano y Tannat, como así también gran

cantidad de plantas para uva de mesa, de variedades

tales como: Superior, Red Love y Venus.

“Se trata de un proyecto integral, ya que

aparte de uvas, también está en proyecto hacer

aceite casero, porque se cuenta con una gran

cantidad de olivos”, señaló Cristian Luna a EL LIBERAL.

El emprendimiento productivo se encuentra

bajo el respaldo técnico del ingeniero Gylles

Aroun, en lo que refiere al área de desarrollo

vegetativo de las plantas, mientras que para el

proceso de vinificación, está al mando del trabajo

el enólogo formado y radicado en Mendoza,

Juan Manuel Mallea.

“Hace unas semanas se realizó la vendimia,

siendo los primeros en cosechar la uva a nivel

nacional, debido a nuestras condiciones climáticas,

mientras que se encuentra finalizando el

proceso de fermentación”, contó el productor.

Este emprendimiento familiar logró hace

unos años un importante convenio con la Facultad

de Agronomía y Agroindustrias de la Unse,

con el fin de que alumnos de esta institución realicen

la capacitación de recursos humanos, asesoramiento,

comodatos, prácticas, ensayos,

servicios técnicos y prácticas profesionales supervisadas

(PPS).

“Desde la Bodega Finca María del Pilar, nos

proponemos fomentar la industria vitivinícola de

la región en conjunto con el desarrollo del enoturismo,

atrayendo al turista, mostrando una propuesta

diferente para todo aquel que nos visite”,

explicaron desde la familia Luna, entre los grandes

desafíos que tienen como emprendedores.

Experiencia de la vendimia 2019

“Lamentablemente no ha sido este el mejor

año por las lluvias y cosechamos casi 1.500 kilos,

que es poco, ya que la intención era lograr 3

mil kilogramos”, explicó el enólogo Gylles Aroun.

“Por lo menos, lo que se ha podido cosechar, está

fermentando y viene bien aromático, y la semana

que viene veremos cómo va evolucionando”,

ahondó.

En relación a la cuestión climática como posible

impedimento para la producción vitivinícola,

dijo: “Hay que trabajar mucho más comparado

a la zonas de Cuyo, pero es posible. Se ha hecho

mucho para mejorar la calidad de la uva y

poder tener un buen vino”.

Explicó que “con Eduardo Luna –propietario

de la finca– tratamos de buscar otro inversor

para que se desarrollen más viñedos.

Y esto

es algo que lleva tiempo, porque se planta y se

esperan dos o tres años para empezar, ya que

los primeros tiempos las producciones no son

las mejores, y hay que esperar que el viñedo se

asiente”, resaltó.

Este año se piensa avanzar en la siembra

de 10 mil plantas, y la gran expectativa para los

productores es “poder comercializar este mismo

año, que al principio no sería a gran escala”,

resaltó Cristian Luna.

El enólogo Aroun analizó también el comportamiento

de cada varietal para tener una producción

de calidad.

“Si bien tenemos Malbec,

para diferenciarnos y no competir con los mismos

en las demás provincias, tenemos además

Petit Verdot, y Marselan, un nuevo injerto que

está poco difundido y se adapta muy bien al clima

de Santiago”, resaltó, entre las variedades

acorde al tipo de suelo y clima de la provincia.

La bodega de la familia Luna está aprobada

por el Instituto Nacional de Vinicultura e inscripta

como bodega artesanal, mientras que se encuentra

en trámite la etiqueta finca María del Pilar,

como bodega artesanal.

La familia es consciente

que la producción de la finca “es una

fuente de trabajo importante”. Y a partir de los

volúmenes producidos, son conscientes que de

lograr el objetivo de imponer el producto del vino,

podría tener en un futuro no muy lejano un

alcance local y luego regional.

Bajo esta premisa, los trabajos en el viñedo

son incansables, y es todo un desafío seguir

avanzando para consolidar el producto. “Hoy

hay experiencias de viñedos en Córdoba, Mar

del Plata, Entre Ríos –ejemplificó el enólogo en

cuanto a experiencias encaradas– solo es cuestión

de trabajar más.

Estamos buscando variedades

para que el calor no afecte tanto a las

plantas. Este año ha habido mucha lluvia, y a nosotros

nos ha afectado un poco, al igual que todo

el país”, dijo, al reconocer que si bien la calidad

de la uva “fue buena, la cosecha de este año

fue poca. La uva es muy plástica, y hay variedades

que se adaptan en lugares donde hace frio y

otras donde hace más calor. Este es un trabajo

en el que es necesario conocer el suelo, el clima

y el comportamiento de la planta”, recalcó Gylles

Aroun.

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