Dolar Oficial: - Dolar Blue:- Dolar CCL:- Dolar Bolsa: - Dolar Mayorista: -

EL LIBERAL . Viceversa

Poesía de Elisa Píccoli

23/02/2019 20:43 Viceversa
Escuchar:

Poesía de Elisa Píccoli Poesía de Elisa Píccoli

Acontecimiento

Pensarte. Y ahogarme

como si me hubieses puesto

tu palma abierta

en el altar del pecho.

Hervir, sin los extremos,

fogata envuelta en nieve,

bombón de infierno,

camino largo.

Morir. Y despertar

en un océano de orillas imposibles,

los labios secos

los labios dulces

los labios húmedos

los labios perdidos

los labios ajenos.

Naufragar,

aferrados al misterio,

la piel en sal,

como la carne que se guarda

para luego.

Mejor después.

Esperame que después...

vendrá la noche,

vendrá la lluvia,

vendrá el deseo,

vendrá la magia,

vendrán tus ojos recorriéndonos

cerrados,

vendrán palabras tocándonos a

cielo,

vendrá la música,

vendrán los gritos,

vendrán las flores,

vendrá la risa,

vendrá el dolor,

vendrá el placer

y son la misma muerte

vendrá la paz y el cuadro en el

espejo.

Vendremos, como un bote.

Vendrás, como una carta.

Lo que no llegará será la isla.

Lo que no vendrá, será el olvido

La presencia del mar

Distante o cercano,

viene en brisa,

ligero

a tocarme,

a besarme

de adentro hacia afuera,

a rozarme los hombros,

desordenarme el pelo.

Viene para hacerme bella,

para hacerme libre,

para que me comprenda

por un momento solo,

mas para siempre sola,

por todos los tiempos.

Eternamente,

no se ha detenido

ni se detendrá.

No se hastía de mí,

ni de mis muslos,

ni de los barcos

rendidos a su oleaje,

ni de las cosas que subyacen,

infinitas,

antiguas,

luminosas.

Le son indiferentes

los faros,

las boyas,

los rompeolas,

las banderas de advertencia.

Vive en los arrecifes,

se nutre de su espuma,

se ríe de las velas

ingenuas

que pretenden marcar curso

a los veleros.

Se sabe poderoso.

Se sabe irresistible.

Podría matarme:

como un bote,

volverme boca abajo;

como una balsa,

dejarme a la deriva.

Mas prefiere

jugar con mis perfiles,

envolverme,

sin emplear nada más

que su aliento

de inmensidad,

de bruma,

su frialdad

que se evapora

a la merced

de mi piel de caldera.

Se sabe omnipotente.

Se sabe imponderable,

pero me busca

distante o cercano,

para tocarme,

para besarme

de afuera hacia el centro,

para rozarme las manos

y organizarme el pelo,

para hacerme cruel,

hacerme peligrosa,

para sufrir, sabiendo

que quien ha visto el mar

ha cambiado para siempre,

y que también

el mar habrá cambiado.

Tampoco él

podrá olvidarme,

cuando acuda

distante, cercano

a por mí

hasta el balcón de la brisa,

y ya no me encuentre.

Estaré sola,

y el mar

se partirá en estallidos de sal,

llorando mi ausencia.

Rebelión

Sí, ya sé,

que el tiempo pertenece al corazón.

Entonces que se duerma

dentro de él,

que se malmuera,

que no me diga que afuera

no hay amor.

No escucho voces de sabios,

no entenderé razones.

Voy a ejercer contravientos

mi derecho a la tristeza.

Y cuando el burdo regimiento

de sonrisas

pretenda reclutarme,

alzaré mi rebelión

envuelta en la bandera de las

lágrimas.

Nada impedirá

que me llore a bocajarro.

Nadie evitará que mi ser se

despedace.

Palpitar esta impiadosa angustia

es mi libertad última.

No permitiré que me condenen

a la alegría perpetua.

Destellos

No importa que sea breve el beso

de tu boca,

si sabe a mediodía,

si precipita en fúlgido aguacero;

importa, sí, la tenue pincelada

y la estela que dejas en mis aguas;

no por fugaz el rayo es menos

majestuoso,

ni por corto el suspiro, menos

melancolía

la que se añade al cielo.

No por breve deja de ser bello

Febrero.

Alucinada

Noche roja, espesa,

de lánguidos comienzos de

poemas

y suicidios, de mórbidas batallas.

Secretamente la luna continúa

en su incógnita misión de encantamiento,

embozada en mantos

de escarlata y añejo terciopelo.

Lo inunda todo un efluvio de

vinos,

que a la tierra se adhiere,

y se eleva en vapor purpurino.

El grisáceo ondular de la niebla

sobre el asfalto es reflejo y

cascada.

Deslumbrante.

Engañoso.

Como el violeta mirar de las

hadas.

Las manos de la noche

te acarician la espalda.

(Rojos dedos con uñas de plata,

tenaces y afiladas)

No morirás esta noche, bien lo

sabes,

pero te asfixia la calle empolvada,

y te enceguece el fulgor de las

aceras

mentidas y calladas.

No morirás: la luna lo promete

al derramar su hechizo como

néctar

en tu perfil sombrío de cariátide.

La Casandra celestial te garantiza

una noche más,

pero no te augura la sonrisa.

Y los caireles de gules de la

bruma

siguen rodando, sólidos y densos.

Siguen cayendo en el cuenco que

la noche

ha formado con sus palmas y sus

dedos.


Lo que debes saber
Lo más leído hoy