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EL LIBERAL . Viceversa

Pasado y presente de "la quichua"

Por Héctor Andreani.

05/05/2024 06:00 Viceversa
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Pasado y presente de "la quichua" Pasado y presente de "la quichua"

Desde hace varias décadas, en el imaginario social general, predominan ideologías lingüísticas profundamente cristalizadas sobre la variedad más sureña de la familia lingüística quechua, denominada localmente como "la quichua". Abramos cualquier libro, un periódico o manual referido al quichua, y el argumento es el mismo. Se dice que representa "lo nuestro", que es "lengua femenina", "lengua indígena", "ancestral", "lengua folklórica" o "lengua transmitida por nuestras abuelas". Si bien inobjetable que se han manifestado así, observamos que el cuadro social de la lengua no se agota allí, es decir que ninguna de estas caracterizaciones son el determinante real de la existencia de esta lengua. Frecuentemente evito este tipo de consideraciones, no porque no sean ciertas, sino por lo que estos discursos sociales suelen ocultar. Uno de los prejuicios más comunes es proyectarla como una lengua sin historia y sin relaciones materiales entre sus hablantes y los no hablantes.  

Postulamos que hay una dimensión situada de clase que permite comprender mejor por qué se mantuvo esta variedad lingüística en el siglo XX hasta hoy. Describiremos a "la quichua" con una caracterización medio rara. Se trata de un repertorio subjetivista estatalizado sobrante, pero veamos por qué planteamos esto: 1) decimos que es un repertorio, porque va más allá de la idea de "lengua". Un repertorio supone una "caja de herramientas" que los quichuistas usan de acuerdo con las interacciones cotidianas, y permite verlos como agentes muy activos, que siempre toman decisiones activas y no están atravesados solamente por la vergüenza o el silencio; 2) es subjetivista, porque el desarrollo de nuevos discursos públicos tiene numerosos problemas de habilitación social: el quichua actualmente no pertenece a ningún género musical predominante, está en escasísimos medios de comunicación, las producciones escritas siguen en permanente dificultad, y las políticas educativas sobre esta lengua son casi nulas. Todo esto colabora en el subjetivismo, también porque muchas veces los quichuistas actuales, a su modo, reaccionan cuando aparecen nuevos usos "públicos" del quichua (escolarizables, escriturales, mediales); 3) es estatalizado, no porque el Estado fomente la lengua, sino por otras causas. Por ejemplo, quichuista no significa monolingüe quichua, sino que es una categoría "nativa" moderna (atravesada por los parámetros del Estado) dirigida a quien es bilingüe quichua-castellano y de la cual muchos hablantes buscaron desmarcarse para no ser marginados. Pero también ocurrían otras cosas: la historia del mantenimiento inestable del quichua fue a la par de la creciente asalarización de quichuistas, quienes realizaban usos quichuas (nunca documentados) mientras desarrollaban el espacio estatal en zonas rurales. Otro "efecto" del estado es la prohibición escolar al quichua, que fue muy intensa entre los años 40 hasta los años 90 pero no llegó a ser tan efectiva, porque muchos docentes terminaban habilitando usos quichuas en sus alumnos. Muchos bilingües accedían al mercado de trabajo a pesar de hablar quichua, y dicha lengua nunca fue un elemento de movilidad social por mérito propio. Otro punto importante es que ni en Chaco hubo gobernadores wichís, ni en Formosa hubo diputados pilagá; en cambio, en Santiago algunos quichuistas fueron caudillos, gobernadores, diputados y hasta rectores universitarios, por eso esto debería enseñarnos bastante sobre cómo fue la historia fluctuante sobre "la quichua"; 4) decimos que es sobrante, porque la quichua se "corrió" desde un lugar de mayor capital sociopolítico que tenía (caudillos, gobernadores, funcionarios, y notables de peso que compartían la lengua con amplias mayorías obreras desde el siglo XIX, como un uso lingüístico de interclases) hasta que la quichua quedó consolidada en capas obreras de muy baja productividad (llegados a este punto, no importa cómo se autodefina actualmente esta gran masa provincial de obreros, sean de grupos campesinistas, indigenistas, afrodescendientes, pequeños productores rurales, agricultura familiar o de economía social). Básicamente, la gran mayoría de los quichuistas pertenecen a la sobrepoblación relativa: por eso una muchacha quichuista del departamento Figueroa, hoy en día comparte mucho más con otra muchacha no-quichuista de Santiago Capital en la fila de la ANSES, que con la dirigente indigenista de su zona. 

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¿Cuál fue la clave de la vigencia de la quichua? Ninguna lengua del planeta se mantiene solamente por su folklore, o por la mera manifestación "identitaria" de sus hablantes. Desde la segunda mitad del siglo XX hasta hoy, la fuerza motriz social de la lengua se asentó en numerosos procesos productivos, donde muchos explotados se mantuvieron bilingües (trabajos agropecuarios de baja productividad y alta aplicación de trabajo manual en zonas de escasa tecnificación), sobre todo en procesos de trabajo con obreros agrupados en cuadrillas (explotación forestal, algodón y caña, minifundios agrícolas, trabajos agrarios temporales –despale, desenraizamiento, etc.-, sobre todo los migrantes estacionales contemporáneos hacia las multinacionales de la Pampa Húmeda, etc.). Aunque permanecen actualmente franjas muy minoritarias de burguesía rural bilingüe (algunos comisionados municipales con capitales en sus zonas, comerciantes o productores agrarios de tierras con bajísima tecnificación de sus estructuras productivas) sus actividades jamás despegaron de un margen muy bajo de productividad. Esta capa improductiva de la burguesía rural local no desapareció gracias al sostenimiento de programas estatales de fomento, y por eso sigue compartiendo los mismos parámetros culturales-lingüísticos con el resto de la población obrera rural. Todos ellos aún conforman (como si fuera una continuidad desde el siglo XIX) una trama social de muy baja densidad, y esta es una de las claves del mantenimiento del quichua, sobre todo en las últimas décadas.

Dicho todo esto, es comprensible que algunas pocas escuelas de estas zonas apenas logren armar encuentros sobre quichua, eventos muy laboriosos, con sus poblaciones de alumnos y familias quichuistas, haciendo lo que pueden con los recursos que tienen. Sostienen aquello que debería sostenerse desde otros estamentos. Aquello que debería haber sido política educativa real hace más de 70 años, todavía sigue sin concretarse. Porque seguimos esperando que la clase política vea (y aprenda) de otro modo estos procesos. 

El objetivo (alguna vez) es acompañar a que las comunidades desarrollen sus culturas y sus lenguas del modo como desean hacerlo y como imaginan. Pero debemos entender que "ser quichuista" no basta para el futuro de esta lengua. Tampoco basta con que otras personas aprendan la quichua, porque hay que formarse en otros conocimientos científicos para poder acompañar a las comunidades que siguen siendo bilingües. En el plano educativo de "la quichua" también deberían discutirse y reflexionarse temas que no siempre se asocian a esta lengua: el poder, el Estado, el sistema educativo, las normas, los medios audiovisuales, la escritura, el sensorium musical de las personas, la discriminación, la religión, la pobreza, la vergüenza, los problemas de escritura, la modernidad, las tecnologías, el espacio público, la violencia de género, y también el complejo mundo de la ruralidad. Todo esto en escuelas, colegios y profesorados como temas de debate, y sobre todo, como investigaciones promovidas. Sabemos que muchos estudiantes de los profesorados rurales siguen demandando, infructuosamente, materiales y textos para entender mejor cómo funciona (social y lingüísticamente) la lengua cotidiana de sus familias. La quichua no debería ser parte marginal de las políticas culturales, sino parte central de las políticas educativas. Las escuelas rurales, con sus encuentros culturales, no deberían ser meras "cuberturas" del vacío histórico sino que deberían ser verdaderos agentes de desarrollo/reflexión de la diversidad lingüística en educación. Si bien la degradación del sistema educativo es inobjetable, es esperable que se activen, alguna vez, cargos de enseñanza del quichua en todos los niveles educativos. Con sostén estatal, las escuelas deberían convertirse en escuelas bilingües, promoviendo la interculturalidad crítica en varias materias, con docentes efectivamente formados. Que la asignatura "quichua" esté en las libretas de cada alumno.  

Otro punto fundamental es las políticas de alfabetización moderna en quichua: el empresariado local se está perdiendo oportunidades de redes comerciales con la zona andina, donde la escritura quichua/quechua activa redes y plataformas digitales, dispositivos de packaging, merchandasing, circulación de productos diversos, y el fomento de economías regionales, en un mercado "interno" que se compone aproximadamente de 10 millones de quechuahablantes. Si hasta Microsoft y Tesla buscan entrar en ese mercado, bien la burguesía local debería prestar atención al quichua como herramienta de desarrollo económico inter-regional entre Santiago-NOA-Zona andina. Ahí hay una estrategia educativa que nadie está percibiendo. 

Hay que dejar de ver al quichua como un resabio folklórico que solo se recuerda de algunos eventos culturales, como fantasmáticamente se refiere en estos festejos. Por estas y muchas causas, alguna vez, la lengua quichua deberá ser articulada al mundo del trabajo y del estudio formal. Hay 200 mil personas (un nada desdeñable 20% de la población total) que sigue hablando un repertorio lingüístico todavía ilegítimo para el Estado y la sociedad, y por eso fueron y son sujetos de derecho vulnerado. No deben ser vistos solamente como narradores tradicionales del quirquincho y el zorro, sino que son potencialmente 200.000 hablantes creadores de nuevos contenidos, productos regionales, literatura, medios, discursos y prácticas asociadas al desarrollo provincial. 

No se trata de mejorar el estatus de la lengua, sino que más bien se debe desarrollar el estatus social de sus hablantes. En esta provincia periférica de Argentina entendamos, alguna vez, la posibilidad de que una ciencia social ofrezca sus aportes a las políticas educativas locales. Un diagnóstico de situación (basado en investigaciones de terreno donde se pone el cuerpo y el tiempo de vida durante años) obliga a llamar la atención sobre un problema social no atendido. Ocurre todo lo contrario: la quichua y sus hablantes deben ser vistos como un conjunto de estrategias socioproductivas de desarrollo futuro. 

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