El amor, solo el amor redime y salva El amor, solo el amor redime y salva
Este relato se inscribe
en el marco del viaje de
Jesús a Jerusalén. Mientras
la gente escucha las
instrucciones del Maestro,
se presentan unos
desconocidos a contarle
lo que acaba de suceder
con unos galileos asesinados
por Pilato. Este
hecho da la posibilidad a
Jesús para hacer una llamada
a la conversión y al
arrepentimiento: es necesario
convertirse de lo
contrario “todos perecerán”.
Los galileos no pagaron
con su muerte un
pecado mayor que el de
sus compatriotas. Lo que
se deduce de este hecho
es que esta situación debe
hacer reflexionar a las
personas a cerca de la necesidad
de convertirse,
es decir, de aceptar la palabra
salvífica de Dios,
que El mismo ha venido
a proclamar.
Para ejemplificar la
necesidad de conversión,
Jesús propone una
parábola: la de la higuera
estéril que no da fruto.
El propietario que fue
durante tres años a buscar
fruto y no encontró,
le indica al viñador que
la corte porque va a malgastar
la tierra. El viñador,
intercede por la higuera
y le pide dejarla un
año más. Incluso se compromete
a cavarla a su alrededor
para almacenar
la humedad y abonarla.
De lo contrario, le dice:
“la cortas”.
El viñador intercede
por una nueva oportunidad
y se compromete para
que sea fructífera. No
caben dudas de que la
higuera representa a los
discípulos, oyentes de la
palabra. El viñador que
puede representar a Jesús
solicita al propietario,
el Padre Dios, una
nueva oportunidad. El
llamado a la conversión,
tiene como horizonte el
amor comprometido de
Jesús que ofrece la salvación.
Conclusión
Lucas, presenta a Jesús
como el rostro misericordioso
de Dios. Es
cierto, que el llamado a
la conversión exige una
respuesta de libertad del
hombre, que desde ningún
punto de visto es eximido
de su responsabilidad.
Pero sería, injusto
con el relato del Evangelio
de Lucas, desconocer
la oferta gratuita de
la salvación de parte de
Dios y la misericordia de
Jesús para con los hombres.
La parábola de la
higuera termina diciendo
que si no da fruto hay
que cortarla, pero poner
el acento allí, sin señalar
el compromiso y el
esfuerzo del viñador por
salvarla sería traicionar
el sentido de la misión de
Jesús que vino al mundo
para salvarlo y no para
condenarlo. Dios, a través
de su Hijo, nos invita
a vivir en comunión con
él, y su alegría está en
que nosotros nos convirtamos,
por eso siempre
nos da una nueva oportunidad.
Quizás hoy sea
ese día, el tiempo oportuno
para aceptar el llamado
de Jesús
y para comprender
que
el amor, sólo
el amor, redime
y salva.