Las mentiras de las encuestas Las mentiras de las encuestas
Por Jaime Durán Barba
Especial para EL LIBERAL
Originalmente las encuestas se usaron
para predecir el resultado de las elecciones,
pero cada vez son menos eficientes
para eso. Intentar hacer adivinanzas es
a veces un tipo de mentira. Es imposible
adivinar el resultado de la segunda vuelta electoral
de las elecciones argentinas cuando ni siquiera se sabe
quiénes serán los candidatos.
Esas preguntas se pueden hacer para ayudar al análisis
estratégico, pero es irresponsable proporcionar la
información a personas que creen que es posible predecir
el futuro. En la fake society en que vivimos, cualquier
dato circula por la red a gran velocidad, e impacta incluso
en personas e instituciones importantes que toman
posiciones improvisadas.
Estados Unidos
Inicialmente fueron los medios de comunicación
norteamericanos los que trabajaron con encuestas políticas.
La primera la aplicó The Harrisburg Pennsylvanian,
en 1824, para conocer las preferenciasde los electores
de Wilmington.
En 1880, el Boston Globe, el New
York Herald Tribune, el Saint Louis Republic y Los Angeles
Times realizaron otro estudio y lo siguieron haciendo
con bastante acierto otros medios, como la revista
Literary Digest. En 1936, la revista envió cupones
a diez millones de personas y se equivocó de manera estrepitosa
anunciando un amplio triunfo deAlf Landon
sobre Franklin D. Roosevelt.
Quien acertó fue George
Gallup, un estudiante de matemática que aplicó la primera
encuesta elaborada técnicamente de la historia.
Hasta entonces, la mayoría de los norteamericanos
no salían del condado en que nacían, no hablaban con
otros, sus actitudes eran estáticas, fáciles de predecir.
Hacia 1910 habían aparecido la radio y el teléfono, que
cambiaron todo. Las actitudes de la gente se hicieron
menos estables cuando pudieron comunicarse con otros.
No fueron suficientes las enormes muestras de la
antigüedad, se necesitaron muestras válidas, cuestionarios
elaborados técnicamente y otros elementos propios
de las encuestas profesionales. También se entendió
que la interpretación era difícil, y así nació la profesión
de encuestador.
Las encuestas ocuparon un lugar importante en la
política norteamericana, cosa que también ocurrió en
América Latina a partir de fines de 1970, cuando volvió
la democracia.
Complicaciones
La posibilidad de adivinar el futuro de las elecciones
se complicó con el tiempo. Por un lado, cambió la metodología
de recolección de datos, que se hacía inicialmente
entrevistando personalmente a los encuestados,
un método caro que se hizo inaplicable en las grandes
ciudades por los edificios que se construyeron en estos
años, donde no se permite ingresar a los encuestadores.
Aparecieron las encuestas telefónicas, y después las encuestas
operadas por robots, ambas frecuentes, baratas
y menos precisas.
Cuando en la presencial integraba la muestra un
hombre de entre 30 y 40 años, el encuestador podía
verlo y saber que cumplía con los requisitos, cosa difícil
para un operador telefónico e imposible para un robot.
Pero lo más importante es tomar conciencia de que
la gente cambió. Aparecieron decenas de grupos de personas
que con dos máquinas y poca preparación se dedicaron
a aplicar encuestas de todo tipo generando fastidio
en la población.
Actualmente, un 80% de los ciudadanos cuelga el teléfono
cuando lo llaman: simplemente no responde y la
muestra se desvía hacia una minoría interesada en la
política. Pero además, la gente se hizo cada vez más independiente
y sus preferencias son efímeras.
En trabajos realizados estos dos últimos años en
México, Argentina y Ecuador, constatamos un fenómeno
que es nuevo: hasta un 50% de los electores llega a
las urnas sin haber decidido por quién votar. Estos datos
coinciden con los que ofrecen otros países.
Si en definitiva el resultado es poco previsible hasta
la víspera de las elecciones, ¿qué sentido tiene creer que
se lo puede tener ocho meses antes? Es imposible adivinar
el resultado de la segunda vuelta cuando ni siquiera
se sabe quiénes serán los candidatos.
Ciencia
En la medida en que la gente se comunica con más
personas y con más velocidad, las encuestas se equivocan
en todo el mundo en su intención de adivinar el futuro.
Estudios que se realizaron en la década de 1970
decían que la mayoría de los votantes respaldaban a un
solo partido a lo largo de su vida, pero vivimos en sociedades
impredecibles en muchos aspectos, en las que la
gente tiene actitudes efímeras.
Muchos medios de comunicación e instituciones
importantes son engatusados por “expertos” improvisados
y personas que hacen lobby a favor de alguna persona
con encuestas improvisadas.
Las encuestas profesionales
son un instrumento científico sofisticado, integran
estudios cualitativos y otras investigaciones, y analizan
series de datos en el largo plazo. La ciencia se basa
en ciertos principios: se observa la realidad, se cuantifican
los fenómenos, se realizan estudios comparados, se
deducen leyes.
Con esa información, los profesionales elaboran estrategias
o escriben análisis serios de lo que ocurre.
Otros creen que las variables políticas no se pueden medir,
que la intuición y la magia son más certeros que los
análisis racionales. No se hacen exámenes médicos,
prefieren que un brujo los diagnostique bailando en su
derredor, escupiéndoles alcohol. Por lo general mueren
o fracasan. Mentiras. Si alguien se cree popular y supone
que sería un gran candidato, es bueno que lo constate
con profesionales. Va a fracasar si lo conocen pocos o
la mayoría lo ve mal. Hay normas que usan los consultores
que no son rígidas, pero existen.
Hablando de lo
más elemental, para que un político ayude y sea valioso
para un proyecto debe tener más del 50% de conocimiento.
Si tiene más opiniones negativas que positivas,
puede ahuyentar votos.
El análisis profesional es complejo, no se hace con
una pregunta sino integrando varios elementos como
profundidad, confianza, credibilidad y otros. No
lo puede hacer un gran músico o un economista, sino
un consultor político profesional. No deben ser personas
que se dedican a la política, al lobby o promueven
otros negocios. Hay que saber interpretar las cifras.
Hemos
encuestado en al menos diez países a Nicolás Narváez,
un personaje imaginario que permite saber qué
porcentaje de encuestados miente cuando le preguntamos
por otros personajes. Nicolás tiene un conocimiento
que puede llegar al 25%. Cuando las cifras de un posible
candidato compiten con las de Nicolás, le decimos
al encuestado que no lo conoce nadie. La mayoría de los
que reciben la noticia se enojan y dicen después que no
creen en las encuestas.
Si los exámenes médicos anuncian que usted tiene
un tumor no es inteligente renegar de la medicina, sino
pedir que le receten un tratamiento y curarse. Un personaje
público debería hacer un seguimiento de las principales
variables que tienen que ver con su imagen y,
si tiene aspiraciones o maneja instituciones importantes,
debería pedir un análisis para entender mejor un
mundo que cada vez es más complejo y difícil de comprender.
Círculo Rojo. Finalmente, debemos ubicarnos
en el mundo en que vivimos. Nos referimos al tema en
nuestro último artículo, “La agonía de la democracia”
(http://bit.ly/jdb-agonia-democracia). Todos los estudios
señalan que en la sociedad post internet existe una
tendencia a rebelarse contra las instituciones y “la política”.
La gente no quiere ser representada.
La mayoría de los partidos, los congresos, la Justicia,
los sindicatos, los medios de comunicación, las organizaciones
empresariales tienen un rechazo de cerca del 80%
de la población. Para la gran mayoría, la palabra “política”
tiene una connotación negativa. Desde hace muchos
años los líderes alternativos han derrotado a las coaliciones
del establishment formadas por medios de comunicación
y partidos políticos.
Ocurrió con Perón frente a
Tamborini, con Vargas Llosa frente a Fujimori, con Lula,
Correa, Chávez y una larga lista de líderes disruptores
frente a la política correcta de sus países.
Actualmente, el fenómeno se radicalizó. En el plebiscito
por la paz en Colombia, todo el círculo rojo del
mundo apoyó al Sí y triunfó el No. Las instituciones
mexicanas que temían a AMLO respaldaron a José
Meade y perdió. Pasó lo mismo con Bolsonaro en Brasil
y Trump en Estados Unidos.
No hay un solo caso en que
haya ocurrido lo contrario. Los estudios comparados
sirven para sacar conclusiones importantes. Un frente
de unidad de sus adversarios aseguraría un triunfo contundente
de Cristina Fernández.