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Las mentiras de las encuestas

28/04/2019 22:22 Opinión
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Las mentiras de las encuestas Las mentiras de las encuestas

Por Jaime Durán Barba

Especial para EL LIBERAL

Originalmente las encuestas se usaron

para predecir el resultado de las elecciones,

pero cada vez son menos eficientes

para eso. Intentar hacer adivinanzas es

a veces un tipo de mentira. Es imposible

adivinar el resultado de la segunda vuelta electoral

de las elecciones argentinas cuando ni siquiera se sabe

quiénes serán los candidatos.

Esas preguntas se pueden hacer para ayudar al análisis

estratégico, pero es irresponsable proporcionar la

información a personas que creen que es posible predecir

el futuro. En la fake society en que vivimos, cualquier

dato circula por la red a gran velocidad, e impacta incluso

en personas e instituciones importantes que toman

posiciones improvisadas.

Estados Unidos

Inicialmente fueron los medios de comunicación

norteamericanos los que trabajaron con encuestas políticas.

La primera la aplicó The Harrisburg Pennsylvanian,

en 1824, para conocer las preferenciasde los electores

de Wilmington.

En 1880, el Boston Globe, el New

York Herald Tribune, el Saint Louis Republic y Los Angeles

Times realizaron otro estudio y lo siguieron haciendo

con bastante acierto otros medios, como la revista

Literary Digest. En 1936, la revista envió cupones

a diez millones de personas y se equivocó de manera estrepitosa

anunciando un amplio triunfo deAlf Landon

sobre Franklin D. Roosevelt.

Quien acertó fue George

Gallup, un estudiante de matemática que aplicó la primera

encuesta elaborada técnicamente de la historia.

Hasta entonces, la mayoría de los norteamericanos

no salían del condado en que nacían, no hablaban con

otros, sus actitudes eran estáticas, fáciles de predecir.

Hacia 1910 habían aparecido la radio y el teléfono, que

cambiaron todo. Las actitudes de la gente se hicieron

menos estables cuando pudieron comunicarse con otros.

No fueron suficientes las enormes muestras de la

antigüedad, se necesitaron muestras válidas, cuestionarios

elaborados técnicamente y otros elementos propios

de las encuestas profesionales. También se entendió

que la interpretación era difícil, y así nació la profesión

de encuestador.

Las encuestas ocuparon un lugar importante en la

política norteamericana, cosa que también ocurrió en

América Latina a partir de fines de 1970, cuando volvió

la democracia.

Complicaciones

La posibilidad de adivinar el futuro de las elecciones

se complicó con el tiempo. Por un lado, cambió la metodología

de recolección de datos, que se hacía inicialmente

entrevistando personalmente a los encuestados,

un método caro que se hizo inaplicable en las grandes

ciudades por los edificios que se construyeron en estos

años, donde no se permite ingresar a los encuestadores.

Aparecieron las encuestas telefónicas, y después las encuestas

operadas por robots, ambas frecuentes, baratas

y menos precisas.

Cuando en la presencial integraba la muestra un

hombre de entre 30 y 40 años, el encuestador podía

verlo y saber que cumplía con los requisitos, cosa difícil

para un operador telefónico e imposible para un robot.

Pero lo más importante es tomar conciencia de que

la gente cambió. Aparecieron decenas de grupos de personas

que con dos máquinas y poca preparación se dedicaron

a aplicar encuestas de todo tipo generando fastidio

en la población.

Actualmente, un 80% de los ciudadanos cuelga el teléfono

cuando lo llaman: simplemente no responde y la

muestra se desvía hacia una minoría interesada en la

política. Pero además, la gente se hizo cada vez más independiente

y sus preferencias son efímeras.

En trabajos realizados estos dos últimos años en

México, Argentina y Ecuador, constatamos un fenómeno

que es nuevo: hasta un 50% de los electores llega a

las urnas sin haber decidido por quién votar. Estos datos

coinciden con los que ofrecen otros países.

Si en definitiva el resultado es poco previsible hasta

la víspera de las elecciones, ¿qué sentido tiene creer que

se lo puede tener ocho meses antes? Es imposible adivinar

el resultado de la segunda vuelta cuando ni siquiera

se sabe quiénes serán los candidatos.

Ciencia

En la medida en que la gente se comunica con más

personas y con más velocidad, las encuestas se equivocan

en todo el mundo en su intención de adivinar el futuro.

Estudios que se realizaron en la década de 1970

decían que la mayoría de los votantes respaldaban a un

solo partido a lo largo de su vida, pero vivimos en sociedades

impredecibles en muchos aspectos, en las que la

gente tiene actitudes efímeras.

Muchos medios de comunicación e instituciones

importantes son engatusados por “expertos” improvisados

y personas que hacen lobby a favor de alguna persona

con encuestas improvisadas.

Las encuestas profesionales

son un instrumento científico sofisticado, integran

estudios cualitativos y otras investigaciones, y analizan

series de datos en el largo plazo. La ciencia se basa

en ciertos principios: se observa la realidad, se cuantifican

los fenómenos, se realizan estudios comparados, se

deducen leyes.

Con esa información, los profesionales elaboran estrategias

o escriben análisis serios de lo que ocurre.

Otros creen que las variables políticas no se pueden medir,

que la intuición y la magia son más certeros que los

análisis racionales. No se hacen exámenes médicos,

prefieren que un brujo los diagnostique bailando en su

derredor, escupiéndoles alcohol. Por lo general mueren

o fracasan. Mentiras. Si alguien se cree popular y supone

que sería un gran candidato, es bueno que lo constate

con profesionales. Va a fracasar si lo conocen pocos o

la mayoría lo ve mal. Hay normas que usan los consultores

que no son rígidas, pero existen.

Hablando de lo

más elemental, para que un político ayude y sea valioso

para un proyecto debe tener más del 50% de conocimiento.

Si tiene más opiniones negativas que positivas,

puede ahuyentar votos.

El análisis profesional es complejo, no se hace con

una pregunta sino integrando varios elementos como

profundidad, confianza, credibilidad y otros. No

lo puede hacer un gran músico o un economista, sino

un consultor político profesional. No deben ser personas

que se dedican a la política, al lobby o promueven

otros negocios. Hay que saber interpretar las cifras.

Hemos

encuestado en al menos diez países a Nicolás Narváez,

un personaje imaginario que permite saber qué

porcentaje de encuestados miente cuando le preguntamos

por otros personajes. Nicolás tiene un conocimiento

que puede llegar al 25%. Cuando las cifras de un posible

candidato compiten con las de Nicolás, le decimos

al encuestado que no lo conoce nadie. La mayoría de los

que reciben la noticia se enojan y dicen después que no

creen en las encuestas.

Si los exámenes médicos anuncian que usted tiene

un tumor no es inteligente renegar de la medicina, sino

pedir que le receten un tratamiento y curarse. Un personaje

público debería hacer un seguimiento de las principales

variables que tienen que ver con su imagen y,

si tiene aspiraciones o maneja instituciones importantes,

debería pedir un análisis para entender mejor un

mundo que cada vez es más complejo y difícil de comprender.

Círculo Rojo. Finalmente, debemos ubicarnos

en el mundo en que vivimos. Nos referimos al tema en

nuestro último artículo, “La agonía de la democracia”

(http://bit.ly/jdb-agonia-democracia). Todos los estudios

señalan que en la sociedad post internet existe una

tendencia a rebelarse contra las instituciones y “la política”.

La gente no quiere ser representada.

La mayoría de los partidos, los congresos, la Justicia,

los sindicatos, los medios de comunicación, las organizaciones

empresariales tienen un rechazo de cerca del 80%

de la población. Para la gran mayoría, la palabra “política”

tiene una connotación negativa. Desde hace muchos

años los líderes alternativos han derrotado a las coaliciones

del establishment formadas por medios de comunicación

y partidos políticos.

Ocurrió con Perón frente a

Tamborini, con Vargas Llosa frente a Fujimori, con Lula,

Correa, Chávez y una larga lista de líderes disruptores

frente a la política correcta de sus países.

Actualmente, el fenómeno se radicalizó. En el plebiscito

por la paz en Colombia, todo el círculo rojo del

mundo apoyó al Sí y triunfó el No. Las instituciones

mexicanas que temían a AMLO respaldaron a José

Meade y perdió. Pasó lo mismo con Bolsonaro en Brasil

y Trump en Estados Unidos.

No hay un solo caso en que

haya ocurrido lo contrario. Los estudios comparados

sirven para sacar conclusiones importantes. Un frente

de unidad de sus adversarios aseguraría un triunfo contundente

de Cristina Fernández.

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