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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según San Juan 21,1-19

04/05/2019 23:29 El Evangelio
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Evangelio según San Juan 21,1-19 Evangelio según San Juan 21,1-19

Ante la muerte de Jesús,

sus discípulos habían

dejado Jerusalén,

ciudad hostil, y regresaron

a su tierra de origen,

Galilea, y a su antiguo

trabajo de pescadores.

Ahora, se encuentran

juntos, a orillas del mar

de Tiberíades, donde Jesús

multiplicó los panes.

Siguiendo una iniciativa

de Simón –Pedro, embarcan

todos para ir a

pescar. Pero aquella noche

no consiguieron nada.

Y es que de noche, sin

la presencia de Jesús, la

pesca será inútil.

Al regresar, al amanecer,

Jesús resucitado los

espera en la orilla y los

interpela: “¿muchachos

tendrían algo de comer?”

Ante la respuesta negativa,

les dice: “echen la red

al lado derecho de la barca

y encontrarán”. El resultado

fue sobreabundante,

la red se llena de

peces hasta el punto que

no consiguen subirla a

bordo. El discípulo que

Jesús amaba dice a Pedro:

“es el Señor”. Pedro

se echó al mar y salió al

encuentro de Jesús. Los

de más discípulos vinieron

con la abarca, arrastrando

la red llena de peces

y al llegar a la costa

encontraron preparado

un fuego de brasas y

puesto encima pescado y

pan. Luego, ante la orden

de Jesús de traer los peces,

Pedro subió a la barca

y los sacó a tierra.

En este relato de aparición,

el signo nos permite

reconocer la tarea

evangelizadora de la comunidad

cuyo éxito depende

de la presencia de

Jesús que hace eficaz la

acción de sus discípulos.

Luego, Jesús les dice:

“vengan a almorzar”. Reunidos,

él “toma el pan

y se lo da, lo mismo hizo

con el pescado”. El horizonte

es claramente eucarístico,

la comida atestigua

la plena reconciliación

entre el Señor y los

discípulos que lo habían

abandonado.

Conclusión

Después de la cena,

Jesús interpela a Pedro

acerca de su amor: “¿Me

amas más que a éstos?”

El amor a Jesús es la única

exigencia que se le pide

al discípulo, no sólo

a Pedro, sino a todos los

que escuchan el llamado

y quieren seguirlo.

La Iglesia es la comunidad

de los que aman a Jesús,

sobre todo y principalmente

los que lo aman con

todo el corazón, los que lo

consideran su tesoro más

importante. Es esa la clave

para entender lo que muchas

veces pasa en nuestras

comunidades, avejentadas,

sin rumbo, sin reacción

ante las necesidades

del mundo, encerradas

en sus propios límites.

Nos falta el fuego del

amor, la presencia resucitada

de Jesús, que nos hace

vivir en comunión y nos

envía al mundo para ser

sus testigos.

El amor a Jesús

es la única carta de presentación

de los discípulos,

amor incondicional, que

hace fecunda la tarea evangelizadora,

porque acompaña

gestos de misericordia,

tal como los realizó Jesús,

perdonando, sanando,

cuidando la vida.

El amor a Jesús debería

ser la única razón del

comportamiento del discípulo,

de la acción de la

Iglesia, no puede haber

otra, así se hace fecunda,

se multiplica, busca a los

perdidos, a los últimos,

llega con la alegría de la

gratuidad, nada espera a

cambio, sólo agradar al

Señor y hacer felices a los

hermanos.

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