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EL LIBERAL . El Evangelio

A mis ovejas les doy la vida eterna

11/05/2019 21:28 El Evangelio
Escuchar:

A mis ovejas les doy la vida eterna A mis ovejas les doy la vida eterna

La escena se realiza

durante la fiesta de

la Dedicación que conmemoraba

la consagración

del Templo y del altar

después de la profanación

de Antíoco Epifanes

dos siglos antes.

Jesús se paseaba por el

Templo bajo el pórtico

de Salomón, lugar frecuentado

por la gente para

escuchar la enseñanza

de la Ley. Los judíos

se acercan a Jesús y le

exigen que revele si era

el Mesías, necesitaban

una prueba para acusarlo.

Jesús lo confirma implícitamente:

lo he dicho

y no creen, más aún, las

obras que hago en nombre

de mi Padre, signos

y curaciones, “dan testimonio

de mí”, pero ustedes

no creen, porque no

son mis ovejas. La situación

es conflictiva y cargada

de tensión.

Así como algunos rechazan

a Jesús, los dirigentes

del pueblo, otros

“escuchan su voz”. Son

las ovejas que el Padre le

dio y con quienes el pastor

tiene un trato personal,

íntimo: “yo las conozco

y ellas me siguen”.

A esas ovejas, Jesús les

da vida eterna y no perecerán

jamás y “nadie las

arrebatará de mi mano”.

A los discípulos, el Pastor

les asegura la vida eterna,

porque están unidos

a él. Por eso, ante la persecución,

ellos deben recordar

que Jesús les dio

vida eterna y que nada ni

nadie puede arrebatarlos

de su mano ni de la del

Padre, porque ambos los

protegen.

Jesús dice que es

“uno” con el Padre. La

seguridad de los discípulos,

de la Iglesia, se fundamenta

en la comunión

de Dios. Esta comunión

entre el Padre y el Hijo

garantiza la salvación de

las ovejas.

Los discípulos, que

escuchan la voz del Pastor

y tienen un trato íntimo

con él, son asociados

por el Hijo a la comunión

con el Padre. Esto

los sostiene en la persecución

y los anima a dar

testimonio en el mundo.

Conclusión

No es casual que Juan

coloque este episodio en

la fiesta de la Dedicación

del templo. La escena tiene

un valor simbólico.

Los judíos creían que el

templo era el lugar de la

presencia de Dios y en

donde el pueblo encontraba

la “vida” a través

de las prácticas cultuales

que allí realizaban. Jesús

manifiesta otra realidad:

el encuentro con Dios se

realiza en él, los discípulos

que escuchan su voz

y lo siguen son incorporados

a la comunión con

Dios, la misma que hay

entre el Padre y el Hijo,

comunión que garantiza

el acceso a la vida eterna.

Hoy más que nunca

es necesario anunciar a

Jesús, darlo a conocer al

mundo, para que las personas

lo conozcan, se dejen

guiar por él, experimenten

su cercanía que

da la vida. Se hace imperioso

escuchar a Jesús,

escuchar su voz, dejarse

cautivar por su amor, seguirlo

porque sólo él puede

darnos vida eterna, es

decir vida plena. El mundo

necesita escuchar su

voz, mirar con fe los signos

de su presencia siempre

amiga y misericordiosa,

dejarse conocer por

él, sentirse atraído por su

mensaje, seguirlo viviendo

como discípulo, y siendo

receptivo a la vida en

abundancia que nos ofrece.

No hay otro camino,

sólo en Jesús

podemos

encontrar

una vida auténtica

y llena

de luz.

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