Enclavado en el corazón del barrio oeste, lleva el nombre de Alfredo Terrera

Para el hincha, hoy es su templo. Es el lugar al que acude cada domingo que Central Córdoba juega de local.

Es como un ritual que se respeta al pie del cañón, con cábalas incluidas que pueden incluir desde el almuerzo familiar, pasando por la camiseta, gorro y bandera a llevar y hasta por la ubicación a ocupar en la cancha.

Es que para el hincha ferroviario, el estadio Alfredo Terrera es como su segunda casa.

Pero claro, para llegar a las modernas y cómodas instalaciones que tiene hoy el estadio ferroviario, mucho tuvieron que trabajar los dirigentes a lo largo de este centenario de vida próximo a cumplir. Y no siempre estuvo ubicado en el mismo lugar.

La primera cancha que se recuerda del Ferro, a poco de ser fundado, fue un predio cedido por la familia Brander, ubicado en el barrio Villa Dina, al costado de la vía, en las inmediaciones de avenida Aguirre y calle Sarmiento.

Al año siguiente, en 1920, durante la intendencia de don Nicanor Salvatierra, se donó una fracción del terreno que estaba al lado del club Santiago. A pesar de las ganas y el ímpetu que le pusieron los dirigentes, no se pudo concretar el estadio en ese lugar. Se llegaron a efectuar trabajos de desmalezamiento y nivelación del terreno, pero finalmente desistieron de continuar con las obras por razones económicas.

Finalmente, el 9 de abril de 1920, Central Córdoba logra instalarse en el barrio Oeste, aunque a unos metros de su ubicación actual.

Fue por una gestión de Alfredo Terrera, ante la sucesión de Zavalía, por la que el Ferro se mudó al predio de 12 de Octubre y Sarmiento, siendo esta su primera cancha oficial.

Central llegó a su lugar actual en 1929, bajo la presidencia de Carlos Gianna y mediante una gestión de Salvatierra ante el por entonces gobernador de la provincia.

De esa forma se consiguió la cesión del campo de deportes en la intersección de calles Pedro León Gallo, Santa Fe, San Martín y San Luis (actualmente llamada Granadero Saavedra).

Ya instalado en su nueva cancha, llevó mucho sacrificio su reacondicionamiento.

Todo se fue haciendo a pulmón, hasta llegar a lo que hoy es el magnífico estadio ferroviario.