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EL LIBERAL . El Evangelio

El que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado

26/10/2019 22:45 El Evangelio
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El que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado El que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado

La narración de Lucas del viaje de Jesús a Jerusalén termina con uno de los temas más importantes de su concepción teológica: “la oración”. Ahora, de dos personajes representativos como un fariseo y un recaudador.

El Fariseo en su oración de “acción de gracias” expone sus virtudes que desmenuza con aire de complacencia. El no es como los demás hombres: ladrón, injusto, adúltero, ni siquiera como “ese recaudador”. Practica sus ayunos y paga sus diezmos incluso por encima de lo prescripto.

El recaudador, por el contrario, no se atreve a cercarse ni a levantar los ojos al cielo; no da gracias sino que pide misericordia, golpeándose el pecho se muestra como un hombre pecador. Y es ahí, justamente en la confesión de su pecado dónde encuentra la justificación, la condición de “justo”, que es lo que pretendía el fariseo con su rechazo del pecado, la práctica del ayuno y pago del diezmo. La conducta del fariseo y su actitud legalista no le permiten conseguir la justificación porque se fía exclusivamente en sí mismo.

La parábola muestra como pensaba Jesús sobre la búsqueda afanosa de la propia justicia. La auténtica rectitud moral, en su dimensión religiosa, no se obtiene por una autocomplacencia en los propios logros o por una vana confianza en las propias posibilidades; ni el rechazo de lo prohibido ni la observancia de lo mandado, dan derecho a una justificación que sólo puede provenir de la misericordia de Dios.

Verdaderamente justo a los ojos de Dios no es el que cumple las observancias de la ley, sino el que, fiándose de la misericordia divina, reconoce su propia limitación y confiesa sinceramente su pecado.

Conclusión

No caben dudas que Jesús trajo un nuevo modo de vincularse con Dios, que se sustenta en su amor de misericordia que sale en busca del pecador para ofrecerle su perdón y restablecerlo a la comunión con El.

La ley con sus prerrogativas, el culto con sus formalismos, las instituciones religiosas con sus mecanismos burocráticos y a veces excluyentes, para nada hacen justos y santifican a las personas; todo lo contrario, los vuelven orgullosos y los hacen esclavos de sus propias satisfacciones que son un obstáculo para experimentar el amor de Dios.

Jesús nos ha liberado de toda práctica formalista, producto de nuestro infantilismo religioso, y nos ha invitado a seguirlo en el camino de la Cruz, que supone el reconocimiento de nuestra propia debilidad y por eso la apertura a su infinita misericordia.


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