El secreto de una pareja sana

Por Bernardo Stamateas

Especial para EL LIBERAL

uelen preguntarme si es posible disfrutar de una relación de pareja sana. La respuesta es un rotundo: “¡Sí!”. El primer paso para lograrlo es, en lugar de pretender que el otro cambie, tomar la decisión de crecer uno. Porque si yo crezco, la persona que está a mi lado también crecerá.

Les sucede a muchas parejas que, con el tiempo, terminan mimetizándose. ¿Qué significa esto? Que uno de ellos abandona su trabajo o su estudio, eso que lo apasiona, y como resultado deja de buscar, de crecer, de superarse a sí mismo. Entonces comienza a funcionar como un “satélite” del otro.

Pero en este tipo de relación tan íntima, lo importante no es quién hace más, o quién logra más, o quién triunfa más. Más bien se trata de un vínculo basado en el amor (que no es un sentimiento) y el respeto mutuo y, además, el trabajo en equipo. Los dos se convierten en uno. Por esa razón, todo lo que afecte a uno de los dos, tanto lo bueno como lo malo, afectará al otro.

¿Qué hacer entonces para llevarnos bien?

Como mencioné al principio: No intentar cambiar al otro, sino procurar crecer yo. Determinarme a ir detrás de mis sueños. Porque, si yo crezco, mi pareja también crecerá.

Cuando una persona enriquece y expande su vida, tiene la sabiduría suficiente como para elegir la mejor pareja para compartirla. Porque se ama a sí misma, se trata bien y disfruta de su propia compañía. Es decir, que es feliz solo, sola, y también en compañía.

Cuanta la historia que había una vez una zorra que se burlaba de una leona porque esta última únicamente era capaz de parir una cría por vez (mientras que ella paría muchas más). Hasta que un día la leona se cansó y le dijo: “Es verdad, yo puedo parir un solo animal… pero ¡mi cría es un león!”.

La moraleja es que nuestra visión siempre debería ser más grande que lo que pretendemos encontrar en otra persona. Porque cuando nos relacionamos con alguien esperando recibir validación y aceptación, dependemos de la gente para ser felices. Y, por lo general, quien actúa de ese modo termina herido, ya que no siempre el otro puede darnos lo que necesitamos (o creemos necesitar).

En cambio, cuando dejamos de mirar a los demás y elegimos mirar nuestra vida y el propósito por el que estamos aquí, ya nadie puede lastimarnos. Ni siquiera alguien tan cercano como una pareja. La búsqueda de aprobación (que no recibimos en la infancia) nos coloca dentro de una caja de zapatos; mientras que la autoafirmación y el destino nos coloca en control de nuestras emociones y de toda nuestra vida.

Si hemos tenido que pasar por la escuela del dolor del maltrato y la descalificación, eso de ninguna manera determina nuestro final. Podemos aprender de eso, al tiempo que nos sanamos, y salir fortalecidos para seguir caminando hacia nuestro sueño.

La felicidad y el éxito no están afuera sino dentro de cada uno de nosotros. Y cuando uno lo experimenta de manera personal, luego puede trasladarlo a la pareja y disfrutar de un vínculo sano, pleno y satisfactorio. l