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EL LIBERAL . Santiago

Transiciones de gobierno y traspasos de mando en la historia

08/12/2019 00:48 Santiago
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Transiciones de gobierno y traspasos de mando en la historia Transiciones de gobierno y traspasos de mando en la historia

Por Eduardo Lazzari. Historiador.

La historia argentina ha sido pródiga en acontecimientos curiosos durante las transiciones entre gobiernos y sobre todo en los traspasos de mando, ya desde los orígenes de las presidencias argentinas. A pesar de la sensación respecto a la cantidad de presidentes argentinos que hubo en el tiempo de la República, sólo han sido doce los traspasos entre ciudadanos elegidos por el pueblo: Urquiza y Derqui (1860), Mitre y Sarmiento (1868), Sarmiento y Avellaneda (1874), Avellaneda y Roca (1880), Roca y Juárez Celman (1886), Roca y Quintana (1904), Yrigoyen y Alvear (1922), Alvear e Yrigoyen (1928), Alfonsín y Menem (1989), Menem y De la Rúa (1999), Kirchner y Fernández de Kirchner (2007), y finalmente Fernández de Kirchner y Macri (2015). 

Los fundadores de la República moderna

Urquiza (1854) y Mitre (1862) juraron el cargo en el Congreso Nacional y tomaron por sí mismos los atributos presidenciales. También hubo traspasos entre los vicepresidentes que asumieron la primera magistratura por renuncia o muerte de sus antecesores, y presidentes electos por el pueblo: Pellegrini y Luis Sáenz Peña (1892), Uriburu y Roca (1898), Figueroa Alcorta y Roque Sáenz Peña (1910) y  De la Plaza e Yrigoyen (1916). Para completar la lista, hace falta traer a colación las entregas de mando realizadas por los presidentes de alguna de las Cámaras del Congreso Nacional, a cargo del poder ejecutivo, como la de Lastiri a Perón (1973) y la de Puerta a Rodríguez Saá (2001) y Camaño a Duhalde (2002). Y el único que recibió el cargo de un presidente elegido por la Asamblea Legislativa como tal fue Kirchner, que recibió los atributos de Duhalde.

Algunos traspasos del mando son discutidos, como el de Justo a Ortíz (1938), donde la limpieza electoral brilló por su ausencia, y el de Guido a Illia (1963), donde el que entrega el poder había asumido luego de un golpe de estado y curiosamente, es el único presidente que juró frente a la Corte Suprema de Justicia. Y sobre todo, es bueno recordar que Justo, Perón, Frondizi, Cámpora y Alfonsín recibieron los atributos del mando de los dictadores que los antecedieron en el poder.

Los vicepresidentes que asumieron al morir o renunciar los presidentes juraron su cargo y tomaron los atributos por sí fueron Pellegrini, Uriburu, Figueroa Alcorta, De la Plaza, Castillo y María Estela Martínez de Perón; y los presidentes reelectos a continuación de sus propios mandatos fueron: Perón (1952) y Menen (1995), que juraron el cargo ante el parlamento, y Cristina Fernández de Kirchner (2011), único caso en que los atributos del mando fueron entregados por un familiar: su hija.

A sólo dos días del primer traspaso presidencial de un presidente no peronista que termina su mandato como corresponde, y otro presidente electo por el pueblo, recorreremos anécdotas de traspasos curiosos en nuestro tiempo argentino.

La asunción de Sarmiento

La primera sucesión presidencial en la república unificada tuvo lugar en Buenos Aires el lunes 12 de octubre de 1868. El candidato opositor al presidente Bartolomé Mitre había triunfado en las elecciones del domingo 12 de abril, venciendo al oficialista Rufino de Elizalde. Sólo dos provincias habían acompañado a los electores de Elizalde: Catamarca y Santiago del Estero, convirtiéndose ésta última por mucho tiempo en un bastión de los liberales de Mitre. En la mañana de ese lunes histórico, Domingo Faustino Sarmiento se dirigió al Congreso Nacional, ubicado frente a la Casa de Gobierno, aún pintada con cal blanca, y allí hizo el juramento de forma y dirigió su primer mensaje presidencial.

El tono conciliador del nuevo mandatario, condensado en su frase: “Vengo a ser provinciano en Buenos Aires y seré porteño en las provincias” no fue bien recibido por la multitud que se había juntado en la plaza y en su gran mayoría eran partidarios del presidente saliente Mitre. Terminado el acto en el recinto de la Asamblea Legislativa, Sarmiento salió rumbo a su carruaje, que inició el camino hacia la antigua casa de los virreyes, que oficiaba de sede del Poder Ejecutivo, distante unos ciento cincuenta metros.

La muchedumbre comenzó una silbatina gigante contra el nuevo presidente. En la mitad del trayecto, Sarmiento ordenó al cochero detener el vehículo; se puso de pie e inclinándose hacia todos los sectores de la plaza como saludando, logró acallar a los manifestantes; y cuando el silencio fue abrumador y el presidente era el centro de todas las miradas, simplemente hizo un corte de mangas, que desató una silbatina mucho más potente que la anterior. Sarmiento sonrió y siguió su camino, llegó hasta donde Mitre lo esperaba y finalmente pudo lucir su banda presidencial y su bastón de mando. Sarmiento fue el primer presidente fotografiado con los atributos presidenciales. Los anteriores fueron retratados por pintores que imaginaron la escena.

El saludo de dos presidentes que no se conocían

Para 1916, los 12 de octubre cada seis años eran una tradición consolidada, ya que desde 1862 se habían sucedido, sin solución de continuidad, diez asunciones presidenciales según mandaba la Constitución de 1853. Se habían sucedido liberales, conservadores, independientes, modernistas, pero había llegado el momento del poder para la Unión Cívica Radical, de la mano del voto secreto, obligatorio y universal que había impuesto el presidente Roque Sáenz Peña a través de su proyecto que el Congreso hizo ley y que aún hoy llamamos por su nombre.

Las elecciones se celebraron el domingo 2 de abril de 1916 y los resultados no arrojaron una victoria contundente, y hubo que esperar la reunión de los colegios electorales para consagrar al “hombre del misterio” (según la genial descripción de Manuel Gálvez): el radical Hipólito Yrigoyen. Asombrosamente, no se inició ningún tipo de contacto entre los funcionarios salientes del presidente Victorino de la Plaza y los del entrante. Según los modernos criterios, no hubo ningún tipo de transición. Y finalmente, el 12 de octubre de 1916, el juramento de Yrigoyen en el nuevo Congreso Nacional de la calle Entre Ríos fue festejado por la multitud, desatando los caballos del carruaje presidencial, que fue llevado arrastrado por los simpatizantes radicales, en éxtasis.

En el Salón Blanco de la Casa Rosada, que había sido inaugurado dieciocho años antes por el presidente Julio Argentino Roca, se encontraron por primera vez Victorino de la Plaza e Hipólito Yrigoyen. Con solemnidad, el anciano salteño puso la banda presidencial sobre el pecho del porteño, y le entregó el bastón de mando. Luego le dio la mano con sencillez, tomó sus últimas pertenencias, salió a la calle Rivadavia por la puerta principal y caminando se dirigió a su casa. Don Hipólito iniciaba un nuevo tiempo de la democracia argentina.

El primer presidente constitucional sin antecesores

En 1943, cuando un golpe de estado interrumpe el gobierno de Ramón S. Castillo, impugnado políticamente por el ejercicio habitual del fraude electoral en las elecciones nacionales y provinciales, se produce una curiosidad institucional: al tiempo del derrocamiento el 4 de junio no vivía ningún presidente constitucional anterior, algo que no había ocurrido nunca. Y al convocarse a elecciones nacionales para el 24 de febrero de 1946, también había muerto el presidente Castillo, el 12 de octubre de 1944. Esta circunstancia produce un hecho inédito en la historia. El elegido en aquella elección fue el coronel Juan Domingo Perón, y su asunción a la presidencia el 4 de junio de 1946 fue la primera en la que no vivía ningún presidente constitucional anterior.

Sin duda este hecho marca simbólicamente, quizá como ningún otro, que un nuevo tiempo comenzaba en la Argentina. Para establecer una comparación, el reemplazo constitucional que viviremos en dos días más, además de los presidentes entrante y saliente, viven aún xx presidentes constitucionales: María Estela Martínez de Perón, Carlos Menem, Adolfo Rodríguez Saá, Eduardo Duhalde y Cristina Fernández de Kirchner.

Esperanzas y realidades 

Es posible que falte para la definitiva consolidación de nuestra democracia republicana una fotografía simbólica: la de los presidentes constitucionales, pasados y presentes, todos juntos para alguna celebración patriótica. La última vez que esto ocurrió fue el 10 de diciembre de 1983, hace ya largos treinta y seis años, cuando estuvieron presentes en el juramento del presidente Raúl Alfonsín los únicos mandatarios constitucionales vivos: Martínez de Perón y Frondizi.

No es esta una crónica exhaustiva de todos los traspasos de mando ni de las transiciones del poder en la Argentina, sino simplemente el recuerdo de aquellos momentos en los que las circunstancias fueron especiales, originales o simplemente distintas a las anteriores y la historia es una fuente permanente de sabiduría que nos permite quitarle dramatismo y tragedia a los momentos del presente. Como decía el filósofo napolitano Gianbattista Vico, la historia es una sucesión de “corsi e recorsi”, es decir que tiene un curso y una vuelta a ese curso, pero nunca se repite, sólo algunas veces se imita a sí mismo.


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