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EL LIBERAL . El Evangelio

Lectura del santo Evangelio según San Marcos (3,13-19)

23/01/2020 23:48 El Evangelio
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Lectura del santo Evangelio según San Marcos (3,13-19) Lectura del santo Evangelio según San Marcos (3,13-19)

En aquel tiempo, Jesús, mientras subía a la montaña, fue llamando a los que él quiso, y se fueron con él. A doce los hizo sus compañeros, para enviarlos a predicar, con poder para expulsar demonios. Así constituyó el grupo de los Doce: Simón, a quien dio el sobrenombre de Pedro, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, a quienes dio el sobrenombre de Boanerges -Los Truenos-, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Celotes y Judas Iscariote, que lo entregó.

Comentario

Marcos nos narra hoy que Jesús escogió entre sus discípulos a un grupo de doce para que estuvieran con él y enviarlos a anunciar el Reino de Dios. Es un grupo bastante plural por lo que podemos saber, pero unido por una misma llamada y una misma misión recibidas de Jesús. Recibieron una invitación a dejar un estilo de vida y elegir otro; tuvieron que dar un paso adelante y desprenderse de una vida hecha, confortable y cómoda. Pasaron de ser simples discípulos a vivir la maravillosa experiencia de estar siempre en la compañía de Jesús, vivir la cercanía continua con el Maestro y experimentar la ternura y amistad del amigo que está totalmente pendiente de ellos.

La comunión en el grupo de los Doce seguramente no debió ser nada fácil. Tuvieron que aprender del Maestro el respeto, el amor desinteresado, el perdón, el servicio, la aceptación mutua.

Para los apóstoles, el compartir la vida con Jesús día a día fue la escuela donde fueron profundizando e interiorizando el sentido de sus vidas; la experiencia del día a día fue el aprendizaje donde los Doce fueron descubriendo para qué les había llamado el Maestro.

En el contacto personal con Jesús los apóstoles se fueron afianzando en su seguimiento y en qué consistía la misión a la que les había llamado.

Esta experiencia de los Doce con Jesús es un modelo excelente para los cristianos de todos los tiempos: vivir la comunión en la diversidad y construirla día a día, vivir la propia vocación como una llamada de Jesús a la misión de anunciar el Evangelio en el día a día y en la situación concreta que vive cada uno, darse cuenta de que la comunión y la amistad con Jesús es imprescindible para luego poder hablar de él; reconocer que hay que evangelizar “con autoridad”, es decir desde el testimonio de una vida vivida con coherencia y honestidad, y en comunión con los hermanos.

Allí donde no hay unidad y comunión no puede fructificar la palabra de Dios que se anuncia; los cristianos hoy tenemos que actualizar las palabras del libro de los Hechos: “En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo; no había más que un solo corazón y un alma sola”.

El Señor nos invita a redescubrir nuestra vocación cristiana y la belleza de haber comprometido toda la vida por él y por los valores que nos propone en el Evangelio. Pero es muy importante que no olvidemos que el encuentro con él es fundamental, pues nadie da lo que no tiene. Sentir y experimentar la presencia de Jesús en nuestra vida nos impele a compartir con los demás lo vivido. Como dice San Juan en su primera carta: “Lo que hemos visto, lo que hemos oído, lo que palparon nuestras manos acerca del Verbo de la vida, os lo damos a conocer para que vuestra alegría sea completa”.

Como nos recuerda el papa Francisco “cristianos con espíritu”, hombres y mujeres con profunda experiencia de Jesús, hombres y mujeres de oración, de Eucaristía, de lectura orante de la Palabra; personas forjadas junto al Sagrario y en horas de adoración.


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