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Epidemias en Santiago del Estero

24/03/2020 12:16 Opinión
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Epidemias en Santiago del Estero Epidemias en Santiago del Estero

Por Antonio V. Castiglione

Santiago del Estero sufrió varias epidemias a lo largo de su historia.

En el año 1887 estalló la del cólera. En nuestra provincia mató a mucha gente, entre ellos al hijo menor del gobernador Absalón Rojas, a su ministro de Gobierno, Pedro Vieyra, y al entonces rector del Colegio Nacional, Dr. Raimundo Linaro. El lazareto que se dispuso para poner en cuarentena y atender a los enfermos funcionó el Colegio de Belén.

Para entonces el antiguo cementerio estaba ubicado en donde hoy es la cancha del Club A. Central Córdoba. Y como con la cantidad de fallecidos de la época no hubo más espacio disponible, el gobernador Absalón Rojas dispuso la construcción de uno nuevo, que es el actual “La Piedad”. Es por esa razón que la primera tumba que se ve al ingresar al mismo, es precisamente la de ese ex gobernador.

Hacia 1871 azotó al país una epidemia de fiebre amarilla. En la ciudad de Buenos Aires costó la vida a más de 13.000 personas en cinco meses. Durante ese lapso hubo que suspender actividades, clausurar iglesias, escuelas y se creó el cementerio de La Chacarita para poder albergar a tantos muertos.

Hacia fines del siglo XIX, Santiago del Estero padecía de paludismo, fiebre palúdica o malaria, que era transmitida por el mosquito anofeles.

El problema estaba dado en que el rio Dulce, al bajar a su cauce luego de las crecidas, dejaban esteros o lagunas, donde habitaba ese mosquito.

Según el censo de paludismo de 1902, sobre una población urbana de 11.409 habitantes existían 8.243 enfermos de paludismo (3.562 varones y 4.681 mujeres), dando un porcentaje general de 72,3% de enfermos (31,2% de varones y 41,1% de mujeres), y un promedio de 88,1% de enfermos en la inmediaciones del foco palustre. Y del total de las personas que fallecían, el 55% moría por ese motivo.

Para que tengan una idea de la trascendencia del problema, ¿se imaginan una población de hoy de 300.000 habitantes, y que 216.900 santiagueños padezcan fiebre palúdica?

El gobernador de entonces, Pedro S. Barraza, y el intendente Andrés A. Figueroa, encargaron al médico sanitarista Dr. Antenor álvarez, que ideara un plan para erradicar ese mal.

El Dr. álvarez elaboró un plan al que se denominó “Plan álvarez”. El mismo consistió en plantar 1.000 eucaliptus, que es un árbol originario de Australia, con raíces superficiales (por esa razón cuando hay vientos huracanados ahora viejos, altos y pesados se caen), que absorben la humedad.

Siguiendo esas recomendaciones, el gobierno de 1903 creó el Parque “Aguirre”. El día 9 de agosto de 1903, con motivo de la celebración del “Día del árbol”, y por expresa recomendación del Dr. álvarez, mil niños escolares plantaron otros tantos eucaliptos en el parque Aguirre. De esa manera también inculcaba a los niños la plantación y cuidado de los árboles. El abuelo de quien esto escribe (Antonio Castiglione, nacido en 1895, y de 8 años cuando la plantación), siempre que pasábamos por allí (calle Libertad prolongación, frente a la Escuela Industrial) señalaba un árbol -el tercero antes de llegar a la calle Nicolás de Heredia (de la Asociación Bancaria)- y decía que él lo había plantado. También se eliminaron varias acequias que regaban el sur de la ciudad.

Con ese tan sencillo plan, se eliminó la humedad, se eliminó el mosquito y se eliminó el paludismo.

En octubre de 1924, el Dr. Giuseppe Sanarelli, que era una eminencia europea de la época, escribió una carta al Dr. álvarez manifestando que el plan por él ideado para Santiago del Estero, era el más perfecto jamás diseñado en el mundo para combatir esa enfermedad. Sanarelli fue un médico bacteriólogo italiano, catedrático de higiene en las Universidades de Bolonia y Roma, rector de la Universidad de “La Sapienza” (Roma, 1922).

Conmueve pensar que el mayor flagelo sanitario de la historia argentina hasta hoy (por el corona virus), que fue la fiebre amarilla, costó la vida de 14.000 porteños durante la presidencia de Sarmiento, podría haberse evitado con el mismo simple y genial plan del Dr. álvarez. En efecto, la oportuna parquización de La Boca y San Telmo habría acabado con los esteros donde desovaba el mosquito vector de esa enfermedad que sembró tanta muerte y pánico en aquella época.

El plan álvarez fue luego utilizado en Panamá, cuando la construcción del famoso canal interoceánico.

En el caso del tracoma, en 1935 Santiago del Estero, tenía un promedio del 17% de la población estaba afectada por esa enfermedad, que a nivel de chicos de edad escolar llegaba al 33% (según informe elevado a la Nación, en diciembre de 1935, que informa que sobre 3.721 casos examinados, 1.261 padecían de tracoma).

Esta enfermedad de los ojos, con granulaciones exuberantes y abundante supuración, llevaba inexorablemente a la ceguera. Se trataba de una afección contagiosa de la conjuntiva, de evolución lenta que se propaga progresivamente a la córnea. Era esencialmente una enfermedad de la miseria y de la promiscuidad, que llevaba a la ceguera. El tracoma (o conjuntivitis granular u oftalmia egipcia) es más contagioso en sus estadios iniciales. Se transmite por contacto mano-ojo, por o por el uso compartido de elementos contaminados (toallas o pañuelos). Su evolución, sin tratamiento adecuado y oportuno, conduce a la ceguera por el estadio cicatrizal de la córnea. En la Argentina era una enfermedad desconocida, y fue introducida por las masas de inmigrantes europeos y de Oriente, como antes lo había sido la sífilis traída por los conquistadores.

En Santiago del Estero esta situación se agravaba por el clima, la falta de agua para lavarse, las características del terreno que mayormente está constituido por superficies salitrosas que con la menor corriente de aire se levantan formando densas nubes, a lo que hay que agregar le negligencia y abandono de los habitantes y su ignorancia respecto del peligro de las enfermedades de los ojos.

En 1927 el ya mencionado Dr. álvarez, a pedido del Departamento Nacional de Higiene, elaboró y publicó su “Plan de Defensa contra el Tracoma”, que sería el primer plan nacional de lucha con esa enfermedad. Según Rodolfo G. Olle, ese plan fue considerado por los maestros de la oftalmología (Demaría, Ernesto Fuchs) como el más completo y amplio concebido hasta entonces. Ese plan “santiagueño” fue aprobado en la 1ª Conferencia Nacional de Asistencia Social (Bs. As., 1933) y puesto en marcha. Más tarde fue aprobado por unanimidad en el Congreso Sanitario Panamericano (Washington, E.E.U.U.) y en el Congreso Internacional de Oftalmología (El Cairo, Egipto), donde se recomendó su aplicación en todo el mundo.

El plan, simple y eficaz, consistía en atacar la enfermedad en el medio escolar, en primer y especial término: eran las propias maestras quienes les colocarían a los niños gotas en los ojos todos los días. álvarez supervisó personalmente el plan, combatió la enfermedad y la eliminó.

El Dr. álvarez combatió el paludismo y el tracoma con tanta simplicidad y efectividad, que derrotó ambas enfermedades. No sólo que las erradicó, sino que su enorme tarea fue reconocida mundialmente.

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