Estamos de duelo Estamos de duelo
Por Sergio Sinay - Periodista y escritor.
Más tarde o más temprano el virus será controlado y vencido. Pero
para entonces ya habrá cumplido su tarea. Habrá terminado con
un mundo.
El que creíamos único e inmodificable, el que prescindía de la
empatía, la cooperación, la compasión, la generosidad, reemplazadas por
el hedonismo, el narcisismo, el egoísmo, estimulados por una soberbia
tecnológica que se había atrevido a sugerir que llegaríamos a ser
inmortales, que se podría envasar nuestra conciencia y nuestra memoria desprendiéndolas de
nuestro organismo y a reemplazar cada miembro y órgano de nuestro cuerpo por prótesis
“inteligentes”.
Como sabían hace 25 siglos los sabios y queridos griegos, la soberbia se paga y tiene su
némesis. A la soberbia económica, científica y tecnológica se le escapó una tortuga gigante. En
realidad, un ínfimo microorganismo casi invisible y letal.Covid-19.
Fin de un mundo. Además de
asustados, desconcertados y confinados, estamos de duelo, lo sepamos o no, lo queramos o no.
Poco antes de morir, en agosto de 2004, la eminente médica suiza Elisabeth Kübler-Ross (ella se
consideraba “una simple aldeana”) terminó, junto a su amigo y discípulo David Kessler, el libro
Sobre el duelo y el dolor, un sensible y profundo tratado sobre los finales y las pérdidas. Durante
más de 40 años Kübler-Ross había acompañado a decenas de miles de enfermos terminales en el
tramo final de sus vidas hasta convertirse en la máxima especialista en la cuestión. En ese libro
precisó las cinco fases del proceso de duelo que había detectado. No era una teoría sino una
comprobación.
Ellas son: 1) Negación de lo inevitable ya ocurrido; 2) Ira ante ese hecho; 3)
Negociación para atravesar, atenuar o postergar la situación; 4) Depresión ante lo ineluctable; 5)
Aceptación.
Cada persona lo vive a su manera, advertía Kübler-Ross. No todas atraviesan esas etapas en un
orden lineal y muchas quedan estancadas para siempre en uno de los tramos. Pero viven esas
instancias tanto quien sabe anticipadamente que va a morir como sus deudos. Y sólo al llegar a la
aceptación se puede reiniciar, reconstruir o encontrar sentido en lo vivido.
El duelo que
experimentamos hoy es fruto de la angustiosa evidencia de que lo que parecía seguro y eterno ha
desaparecido, y de la dolorosa certeza de que hay cosas irrecuperables (vínculos, personas, hábitos,
trabajos, costumbres, rutinas, creencias, expectativas, proyectos).
Al parecer, transitamos las dos primeras etapas del duelo.
La negación, que comenzó con la toma a la
ligera del virus, la petulante idea de que sería algo así como una gripe más fuerte, la creencia de que
afectaría a los otros, “pero no a mí”. Luego la ira, al ver que “el bichito” fue subestimado, que es
masivo y mortal.
El enojo irracional con el virus o el desplazamiento de esa ira hacia gobernantes,
científicos desprevenidos, vecinos que salen de sus casas, autoridades que controlan el cumplimiento
de la cuarentena.
Prueba de la primera fase son los numerosos estúpidos (dañan y se dañan) que
Control. Hay personas que buscan desaar la cuarentena.
Pensando el
coronavirus
siguen buscando maneras de transgredir la cuarentena.
Y evidencia de la segunda fase son los burdos
comentarios políticos que persisten en reavivar la grieta, las delaciones por supuestas y no
comprobadas violaciones del confinamiento, los linchamientos mediáticos y vía redes sociales.
Hay
también quienes empiezan a transitar la fase de negociación. Aceptada la situación buscan los
medios, internos o externos, de suavizarla (fumarse un pucho en la calle, sacar al perro por media
hora, conseguirse un permiso/excusa para circular). Y están quienes aisladamente se deprimen, pero
no llegó aún la depresión masiva.
Y tardará, acaso tanto como la vacuna, la aceptación de que esto
será largo, de que no habrá garantías, de que la responsabilidad individual es obligatoria y de que
cuando salgamos a la luz el mundo será otro. Deberemos rediseñarlo, empezando por nuestras
propias vidas, revisando valores, prioridades existenciales, vínculos, afectos, para que también se
modifiquen la política y la economía depredadoras, insensibles, despiadadas, antisolidarias y
criminales que se habían impuesto mundialmente como modelo único.