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La cuestión de Malvinas, un resabio del colonialismo

04/04/2020 23:52 Opinión
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La cuestión de Malvinas, un resabio del colonialismo La cuestión de Malvinas, un resabio del colonialismo

Todavía resuena la voz del contraalmirante Carlos Busser, comandante

de las Fuerzas de Desembarco, cuando en el buque

ARA San Antonio se dirigiera a las tropas dejando atónitos

a los 542 oficiales, suboficiales y soldados argentinos

que habían sido embarcados en la nave el día 28 de marzo de 1982 en

Puerto Belgrano sin tener idea del lugar del destino ni de la misión que

debían cumplir.

“Nuestra misión es la de desembarcar en las islas Malvinas y desalojar

a las fuerzas militares y a las autoridades británicas que se encuentran

en ellas… El destino ha querido que seamos nosotros los encargados

de reparar estos casi 150 años de usurpación… Serán duros

con el enemigo, pero corteses, respetuosos y amables con la población

de nuestro territorio a la que debemos proteger… Que Dios nos proteja,

Ahora dirán conmigo ¡Viva la Patria!”

Comenzarían 74 días de arduo conflicto bélico, que irrogaría más de

1.700 bajas argentinas (entre muertos y heridos, que incluye a los náufragos

del ARA Gral. Belgrano) y aproximadamente 1.300 bajas británicas

(también entre muertos y heridos).

El suscripto ya tuvo la oportunidad, a través de este medio (cf. “Malvinas

una nueva provocación”, “Crimea y Malvinas”) de señalar los sólidos

antecedentes históricos sobre los cuales se apoya la República Argentina

y, en contraposición los argumentos británicos que no resisten

a los primeros.

Indiqué también que la usurpación acaecida el 1 de enero de 1833 fue

producto principalmente, de la afectación, por parte de las autoridades

de la isla (designadas por el primer gobierno de Rosas) de imponer aranceles

y permisos de pesca, algo que afectó a los intereses de los EE.UU.

y de Londres, quienes pescaban furtivamente en la zona y que no hubiera

podido producirse sin la aquiescencia de los EE.UU., encontrándose

vigente la famosa Doctrina “Monroe” (vgr. “América para los americanos”).

También mencioné los antecedentes favorables de la Organización

de las Naciones Unidas hacia nuestro país, en especial las resoluciones

1514/60, 2065/65 y 3160/73 que instaban a las partes en el conflicto a

solucionar la disputa de soberanía, teniendo en cuenta los “intereses” y

no los “deseos” de los isleños, resoluciones ignoradas de manera contumaz

por el Reino Unido y que pudo constituir el disparador para el

conflicto bélico, según fuera invocado por las autoridades argentinas de

entonces .

Empero, más allá de lo ya publicado, quisiera reflexionar sobre otros

aspectos que brindarán al lector nuevos tópicos y perspectivas en el

conflicto que vincula a ambos países.

Ante todo, mi reconocimiento al valor de aquellos integrantes de las

FF.AA. que lucharon contra una fuerza militar superior (3ª en el mundo),

en tecnología y medios, que contaba con el apoyo de la primera potencia

mundial (los EE.UU.).

Fueron ellos los que pusieron en alto el coraje y determinación en la

recuperación del suelo nacional usurpado, independientemente de que

la decisión de ir al conflicto armado fue a todas luces incorrecta y vislumbró

uno de los peores errores estratégicos y diplomáticos del país.

EL ATLáNTICO SUR COMO RECURSO

El espacio Atlántico Sur es uno de los más amplios del planeta. Comprende

una extensa faja litoral de tres continentes (América, áfrica y

Antártida) y encierra una de las superficies oceánicas más grandes. El

frente americano está integrado por tres estados: Argentina, Uruguay y

Brasil. El litoral africano es una masa heterogénea con mucha inestabilidad

en el aspecto político y con la nación sudafricana con una privilegiada

posición en el corredor Atlántico-índico.

La zona antártica se encuentra bajo el paraguas del tratado homónimo

que ha suspendido entre sus partes, los reclamos por cuestiones

de soberanía. Internacionaliza todo el continente y mares adyacentes al

sur del paralelo 60.

En sus aspectos económicos, el recurso más explotado ha sido y es

la pesca con una incipiente incursión en la exploración petrolera. Si consideramos

que el mundo civilizado es hoy un gran consumidor de alimentos,

no es ocioso suponer lo que el espacio en debate genera. Sin embargo,

el corredor Atlántico Sur posee una importancia aún más significativa

pues las islas Malvinas obran como un portaaviones gigante para

ejercer el poder militar hacia el continente, en un mundo, como señalé

anteriormente, cada vez más requirente de alimentos, energía y agua.

EL ESCENARIO DE 1982

En 1982 las islas no constituían un objetivo vital y nacional para el

Reino Unido. Tan es así que ellas se encontraban entre los territorios sujetos

a descolonización por el gobierno conservador de la Sra. Tatcher,

lo que no era del agrado de ciertos estamentos británicos con intereses

en el sur y colisionaba con el interés de un actor importante en la relación

argentina/británica: La Compañía de las Islas Falklands (FIC por sus

siglas en inglés).

Dos hechos coyunturales, en Gran Bretaña, tendrían una importancia

decisiva en el desenlace del conflicto en el sur: 1- El programa de

desactivación de muchas naves de la Marina Real, a lo cual el Almirantazgo

se oponía y 2- El descrédito popular del gobierno conservador de

Margaret Tatcher, con sucesivas huelgas de sectores de la economía

(vgr. Mineros entre otros).

En efecto, el año anterior al conflicto, John Nott (ministro de Defensa)

llevó a cabo una revisión mayor de los gastos de defensa cuya reducción

mayor recayó sobre la Armada, en particular, la flota de superficie.

El portaaviones “Invencible” orgullo de la Marina, había sido vendido

a los australianos, numerosos buques de asalto y fragatas desprogramadas

(cf. Ponting, Clive “La Guerra Inaudita”).

Por su parte, el Partido Social Demócrata, en alianza con los liberales,

se alzaba como la fuerza a derrotar en las elecciones al gobierno

conservador. De esta manera, tanto la Royal Nave como la unión de estos

partidos, tejieron una alianza casi imperceptible (Ponting, op. cit.).

Del lado argentino, las cosas no estaban mejor.

Un gobierno militar que ya llevaba seis años en el poder, con sucesivos

cambios de cúpula, caos económico (“el que apuesta al dólar pierde”)

deslegitimados en lo político, social y con graves denuncias a reiteradas

violaciones a los Derechos Humanos (se recuerda la visita de la

Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1979 que se intentó

soslayar con la participación del seleccionado juvenil campeón mundial

en Rusia) imperiosamente necesitaba un suceso que aglutine a la

población.

A ello se debe adicionar, tal como señalé, la participación de un tercer

actor: la Compañía de las Islas Malvinas (FIC) empresa colonial que

monopolizaba el comercio de las islas para proteger sus intereses en el

archipiélago y poseía una inmensa capacidad de hacer lobby tanto en el

Parlamento británico como en la Royal Navy. Todos estos elementos van

a confluir con un hecho que fuera manipulado por el Reino Unido (en realidad

por el sector duro de la Royal Navy y políticos que boicotearon sucesivamente

cualquier acuerdo con la República Argentina, influenciados

por la FIC) y que tomó por sorpresa al gobierno militar: el incidente

Davidoff.

En la isla San Pedro del grupo Georgias, había desembarcado un

grupo de obreros argentinos, de la empresa “Islas Georgias del Sur SA,

perteneciente al empresario argentino Constantino Davidoff, quien había

suscrito un contrato por medio del cual la firma británica dueña de

las factorías pesqueras en Bahía Leith, le vendía todo el material disponible

para su desguace, lo cual fuera autorizado por las autoridades británicas.

Lamentablemente, el desembarco argentino fue magnificado por la

Royal Navy y cierta prensa británica para justificar un incidente, calificándolo

de “invasión” (vgr., se interpretó que la bandera argentina izada

por el personal era una señal de agresión) lo cual llevó a la Junta Militar

a tomar la decisión de garantizar y proteger las tareas que los obreros

argentinos desarrollaban, ejecutando un improvisado plan con marinos

argentinos apostados en el Buque “Bahía Paraíso” afectado a la campaña

antártica y fuerzas ubicadas en las islas Sándwich del Sur en la base

argentina “Corbeta Uruguay” frente a la movilización británica desde las

islas Malvinas a través de los buques HMS Endurance y RRS Bransfield.

El incidente finalizó con la toma de Grytviken (Georgias) por parte de

las fuerzas argentinas, acción que, si bien se desarrolló el día 3 de abril

de 1982 (es decir un día después de la caída de Puerto Stanley) fue el detonante

necesario que necesitaba el Almirantazgo inglés. Agregó al relato

que el 25 de abril de 1982, las fuerzas británicas retoman el control de

Georgias en la denominada Operación Paraquet).

LAS MALVINAS RECUPERADAS

El 2 de abril de 1982 a las 11.20 la bandera británica fue arriada del

mástil de la Govermment House e izada la enseña nacional. Evidentemente

el incidente Davidoff precipitó los hechos ya que, dentro del plan

de continencia elaborado por la Junta Militar en enero del año 1982, se

había sugerido que, de ser necesario el empleo de las FF.AA. en la recuperación

de las islas, aquellas no podían estar alistadas sino luego del

15 de mayo y suponiendo una alerta previa de 45 días. Comenzaban 75

días de intensa labor diplomática, allende el heroísmo de nuestros soldados

apostados en las islas. Durante el resto del día se completó el desembarco

de efectivos y pertrechos a través de vuelos del Ejército y el Almirante

Irízar completó el despliegue de medios del Ejército a Pradera

del Ganso y Puerto Fox.

La operación Azul/Rosario se había llevado a cabo con total precisión,

restaba solamente completar la transferencia y reembarco de los

efectivos comprometidos. El plan señalaba que, a más tardar, el día D +

5 sólo debía quedar en las Islas el gobernador designado y una pequeña

fuerza de apoyo (cf. Informe Rattenbach, párrafo 127).

Ese mismo día 2 de abril, en horas de la tarde/noche, los efectivos de

la Infantería de Marina comenzaban a ser replegados hacia sus bases de

origen, conforme al plan, empero, esta última fase de la operación no pudo

concluirse. A las 11.45 se había reunido el Consejo de Seguridad de la

ONU, convocado por el Reino Unido para tratar la crisis del Atlántico Sur.

Este golpe de efecto fue fatal para la conducción militar argentina. Algo

había salido mal.

LA RESOLUCIóN CS/502

La República Argentina había protestado ante el Organismo Internacional

(ONU), el día 1 de abril de 1982, mediante una carta al secretario

general denunciando la agresión británica ante las amenazas de enviar

su flota y el despacho del buque “Endurance” a expulsar a los obreros

de Puerto Leith, lo que conformaba un acto de agresión, según artículos

1 y 2 de la Carta de la ONU. La reacción británica fue el llamado urgente

a reunión del Consejo de Seguridad (del cual es miembro permanente)

ante la inminente “invasión argentina” cuando, en realidad, nuestro país

fue el invadido.

De manera inmediata, el Reino Unido comenzó la búsqueda de votos

posibles de los miembros no permanentes del Consejo de Seguridad (10)

en términos que le resultaran convenientes para justificar políticamente,

la reconquista de las islas por la fuerza. El objetivo era obtener una resolución

que condene la acción argentina y, de esta manera, obtener el

apoyo internacional y neutralizar, puertas adentro, la oposición del partido

Laborista en el Parlamento.

Diez votos respaldaron la propuesta británica (EE.UU., Gran Bretaña,

Francia, Irlanda, Guyana, Togo, Zaire, Uganda, Japón y Jordania). Panamá

votó en contra y la Unión Soviética, China, España y Polonia se

abstuvieron. Si bien la Resolución 502 no condenaba a la República Argentina

como agresora, le obligaba a retirar las tropas en las islas (que

cumpliría siempre y cuando ello fuera exigible a las fuerzas británicas).

La inmediata acción psicológica del Reino Unido puesta de manifiesto

en todos los campos de acción, hizo aparecer a la Argentina como invasora

y agresora, a las islas como de su legítima soberanía, a los isleños

como rehenes y a la Task Force como una fuerza libertadora. Con

posterioridad, el desarrollo de los acontecimientos dejó ver, de manera

clara, que al gobierno de la Sra. Tatcher sólo le interesaba la recuperación

de las islas mediante la acción violenta que lave el cachetazo dado

por nuestro país, boicoteando toda propuesta de paz y hasta hundiendo

el crucero Gral. Belgrano cuando el entonces Presidente del Perú acercó

una solución equitativa para las partes. También se disipó el hecho de

que EE.UU. no iba a permanecer neutral, explícitamente esto fue indicado

por el presidente Reagan al presidente Galtieri en una de las conversaciones

telefónicas y se pudo verificar lanzados los hechos.

El error político de los representantes de la Junta Miliar Argentina,

recuperar por la fuerza las islas, de considerar que, en caso de conflicto

armado, EE.UU. iba a permanecer neutral debido a la participación argentina

en Centroamérica, infligió a nuestro país una crisis política, social

y económica, cuyos efectos aún perduran. Se ha denostado a las

FF.AA. sin distinción de nombres y hubo que esperar hasta casi diez

años allende el conflicto armado, para homenajear a los combatientes

de Malvinas.

Sin embargo y más allá de estas consideraciones, el campo diplomático

constituye el único canal de las naciones civilizadas para proseguir

alguna negociación. Basten para ello las resoluciones dictadas por

la Asamblea General de la ONU a pocos meses de finalizado el conflicto

armado, siendo la más emblemática la N° 37/9 que reconoció que la guerra

no había alterado la vigencia ni la naturaleza del conflicto de soberanía

de las islas entre ambos países. Tampoco la guerra derogó las resoluciones

anteriores, que indican vgr., que la situación colonial (y el caso

de Malvinas lo es) es un hecho contrario a los principios y propósitos de

la Organización de las Naciones Unidas.

¿Y AHORA?

Han transcurrido más de tres décadas desde el conflicto armado sin

progreso alguno para los intereses argentinos en materia de soberanía

sobre las islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur. Cualquier política

respecto de estas últimas deberá definirse a partir de un análisis de la

situación internacional a los efectos de evaluar los factores que puedan

incidir en el logro del objetivo estratégico argentino. Necesitamos cambiar

el paradigma de la negociación, encauzarla teniendo en cuenta los

extensos recursos naturales que la zona presenta y en la cercanía que el

continente brinda a cualquier empresa interesada en la explotación económica.

Las negociaciones y avances deberían entenderse a largo plazo,

abogando por el restablecimiento de la relación bilateral, incluyendo

actividades compartidas de interés común (aún con los malvinenses)

para ir avanzando en temas referidos a los recursos naturales, consolidar

la región del Atlántico Sur como una zona de paz y cooperación, que

abra perspectivas de desarrollo para ambas partes y finalmente, cuando

sea propicio, abordar la integración de las islas al país.

Independientemente de insistir en los reclamos a través del Comité

de Descolonización de la ONU, debemos cambiar el clima negativo u

hostil entre los involucrados en la cuestión y descubrir opciones realistas

para un escenario mundial que, luego del Covid- 19 se presentará

aún más complejo.

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