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El virus de Bertolt Brecht

10/04/2020 15:30 Opinión
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El virus de Bertolt Brecht El virus de Bertolt Brecht

Por María Rita Oubiña - Periodista.

"A mí no me va a pasar", y pasa.

Recuerdo a Susanita, el personaje de Mafalda que leía el diario sólo para decir: "por suerte el mundo queda tan, tan lejos".

Hoy el mundo está aquí, el miedo y la acechanza de la muerte están en la puerta. Traspasando el umbral.

Es como el poema atribuido a Bertolt Brecht (pero que no es de su autoría) llamado "Ellos Vinieron", en ése, el escritor no se preocupaba porque los nazis buscaban a los comunistas, a los socialdemócratas, a los sindicalistas, a los judíos... hasta que lo buscaron a él...

Bueno, ahora nos buscan a todos.

El tema es que como Susanita creíamos más o menos que el mundo quedaba lejos, que estábamos a salvo, o como el autor del poema, que el enemigo nunca nos vendría a buscar.

Hoy estamos en una suerte de libertad vigilada, condicional, necesaria pero a veces autoinmune porque no podemos con aquello que no conocemos.

Justo cuando estamos en una cuarentena sanitaria, vivimos en la cuaresma cristiana. Aquellos cuarenta días, la duración de la cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. Cuarenta días del diluvio, cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto y cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública.

Hoy estamos en una "cuaresma aggiornada", adecuada a tamaña circunstancia de esta pandemia que nos lleva a todos puestos, de un modo u otro.

Y en medio de la incertidumbre y el encierro, la fe ha acudido a cada uno por D.N.U.

Estamos más atentos a lo divino porque queremos que alguien nos tramite la salvación. Ha cundido una suerte de pandemia de fe que me resulta, al menos, algo dudosa. Una fe de contingencia.

Se supone que en esta época deberíamos estar preparando huevos de Pascua o recogiendo ramos benditos, recorriendo iglesias y practicando la bondad. Pero somos nuestra esencia.

Creo que cuando todo esto pase (y mientras dure) se evidenciará lo de la rana y el escorpión. El escorpión que le pide a la rana que lo ayude a atravesar un río, y a pesar de la ayuda y de poder ahogarse los dos, la pica, simplemente porque no puede con su naturaleza.

"A las nueve aplaudimos a los médicos y a las nueve y media les pedimos que se vayan del edificio" dice un conductor televisivo, y acoto, a las nueve aplaudimos a los recolectores de basura y sacamos las bolsas rotas y dejamos comida expuesta en los canastos. Eso somos los argentinos, una paradoja constante.

La vida cotidiana no es un teletón. Estas situaciones límite nos evidencian, no nos mejoran ni empeoran.

No creo que todos salgamos refrescados espiritualmente de esta cuarentena, porque este virus es básicamente un golpe al ego. El ser humano, acostumbrado a malgastar su libertad, no admite que le pongan límites. Mucho menos si a ese límite lo pone el enemigo más atávicamente temido: la muerte.

De algún modo la humanidad tal vez se esté intentando ubicar ante este nuevo orden mundial que sobrevendrá y para el cual cada uno se enfrenta con armas más o menos eficaces.

Ya se escuchan trompetas en el cielo y mil conjeturas nos encuentran antagónicamente plantados en la vida. Para muchos los sonidos celestiales asustan, para otros es el aviso de algo venturoso. De todos modos coincidimos en que nada de aquello a lo que nos enfrentamos es parecido al mundo que vivíamos hace un mes.

No todos saldremos mejores. La raza humana es difícil. No mejora ni con la intervención del mismísimo Papa.

Indulgencia Urbi et orbi es lo que otorgó, ( a Roma -urbi- y a todo el mundo todo- orbi) una suerte de nivelación hacia abajo, no por la extensión geográfica del hecho, sino por el alcance humano.

Bernard Shaw dijo "cuando Jesús en su infinito amor dijo "Perdónalos, Señor, no saben lo que hacen" no pensó quizá que deja una idea peligrosa: que la acción del estúpido, al no ser castigada, se repita.

Lamento incurrir en una perogrullada: el mundo está lleno de "estúpidos" usando el eufemismo de Shaw.

Subrepticiamente, tal vez, Francisco nos puso a todos en el Arca de Noé, y para ir todos juntos nos iguala en una amnistía espiritual.

Pero no es lo mismo la Novena Sinfonía de Beethoven que El Bombón Asesino de los Palmeras.

En una sociedad anómica, el perdón plenario de Francisco, me resulta injusto. Sin contrición no hay indulgencia plenaria que valga.

En fin...

Mientras tanto el alma de cada hombre lleva su propio mundo. Allí cada uno tramita su propio perdón, sin gestores ni intemediarios. Entendiendo que el mundo está aquí, en el umbral de cada una de nuestras puertas.

El "virus de Brecht" nos vino a buscar.

Con o sin barbijo, con o sin jabón, con o sin alcohol en gel nos queda la tarea de preparar nuestras almas, solos frente al ser supremo en que cada uno crea.

Al fin y al cabo a esta pandemia la gana cada uno y su naturaleza.

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