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Personajes legendarios de la Argentina: Juan Facundo Quiroga, el tigre de los llanos -primera parte-

18/04/2020 22:47 Santiago
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La historia argentina está sembrada de personajes extraordinarios, por su fuerza biográfica, por su expresión histórica y sobre todo por la gran cantidad de anécdotas, muchas de ellas incomprobables, que dieron lugar a la construcción de mitos y leyendas. La riqueza del proceso que llevó a nuestra independencia y a nuestra organización política ha hecho visible un listado de hombres y mujeres, sin cuya participación en la vida pública, nuestro relato histórico sería sin duda menos apasionante y bastante más aburrido.

Los tiempos de las guerras civiles, que podemos situar desde el enfrentamiento de las Provincias Unidas del Río de la Plata contra la Liga de los Pueblos Libre, allá por 1814, hasta la unificación definitiva de la República luego de la batalla de Pavón en 1861, están jalonados por figuras gigantescas, donde la difícil tarea del historiador transita entre la búsqueda de fuentes que permitan afirmar la verdad histórica, y el encuentro con la salazón que brindan los episodios, muchas veces increíbles, protagonizados por estos hacedores de los hechos trascendentes.

Sin duda, en cualquier compendio que incluya a los legendarios argentinos, figurará Juan Facundo Quiroga, “Facundo” a secas, el “Tigre de los llanos”. Vamos a adentrarnos en una biografía fascinante, cuyas peculiaridades han agigantado su rol en la historia nacional.

INFANCIA Y JUVENTUD

Juan Facundo Quiroga nace en una fecha incierta de 1788, en San Antonio, llanos sureños de La Rioja, fruto del matrimonio entre el sanjuanino José Prudencio y la riojana Juana Rosa Argañaraz. Fue el mayor de tres hermanos. Su formación fue esmerada y la manifestaba en la elegancia de su escritura y su hablar, pero sobre todo en el profundo conocimiento de la Biblia, que solía recitar memorizada en latín, para impresionar a sus auditorios. Su padre, estanciero, fue durante bastante tiempo comandante de milicias en los Llanos. Las ruinas de la casa natal de Quiroga se conservan.

Un primer episodio muestra el carácter de Juan Facundo. Enviado por su padre a Chile con un cargamento de granos, su afición al juego lo lleva a perder todo el dinero. Tenía 18 años. Queda por entonces trabajando en una estancia en El Plumerillo, en las afueras de Mendoza. Hacia 1815 Facundo viaja a Buenos Aires para recibir formación militar, alistándose como voluntario en el Regimiento de Granaderos a Caballo.

De regreso a sus pagos, en 1817 se casa con Dolores Fernández Sánchez, gracias a una dispensa especial debido a su parentesco, en la iglesia de Malanzán, donde se radica. La familia tendrá cinco hijos: tres varones y dos mujeres. Sigue los pasos de su padre, dedicándose al negocio ganadero, lo que le permite apoyar al Ejército del Norte con provisiones, y como comandante de milicias, entrena hombres y los envía como refuerzo a una de las columnas del Ejército de los Andes, aunque no participó personalmente de la guerra de la Independencia. De estos años surge su amistad con el sacerdote Pedro Ignacio de Castro Barros, diputado riojano ante el Congreso General Constituyente de 1816 y uno de los firmantes del acta de la Independencia. Era Quiroga un hombre de práctica religiosa habitual y esta convicción va a ser fundamental en sus decisiones, prevaleciendo sobre sus ideas políticas, que cambiarán de partido alguna vez.

VIDA PúBLICA

La década de 1820 lo encuentra rodeado de una fama de valentía, intrepidez y heroísmo, que llega hasta nuestros días. Es el comienzo de la leyenda del “Tigre de los Llanos”. Dos episodios que aún se disputan en su veracidad cimentaron el mito: la muerte de un yaguareté por sus propias manos; y la matanza de oficiales españoles que se amotinaron en San Luis, a los que aniquiló con las cadenas del presidio que compartían. Estos dos hechos están relatados en “Facundo”, la obra maestra de Domingo F. Sarmiento, sin duda uno de los textos fundacionales del país, más allá de las disputas.

Fue sostén de Nicolás Dávila, a quien ayuda a consagrarse como gobernador de La Rioja el 16 de octubre de 1820, venciendo a los invasores sanjuaninos en la capital provincial. El predicamento de Quiroga hizo con el tiempo que Dávila desconfiara del caudillo, a quien intenta desarmar en los Llanos. El 28 de marzo de 1823, en el combate de El Puesto, a la usanza de los antiguos griegos, se enfrentaron en un duelo a lanza los dos jefes militares: por un lado Quiroga y por el otro Miguel Dávila, quien hiere a Facundo, pero muere lanceado. En la batalla posterior, triunfa Quiroga, cae el gobierno de Dávila, y el “Tigre de los Llanos” es nombrado gobernador. Ejerce el cargo sólo dos meses, pero se convierte en la autoridad suprema de La Rioja por una década. Es parte de la leyenda, ya que el saber popular lo ubica como gobernador de su provincia durante toda su vida pública. Entre tanto, asociado con capitales porteños, inicia la explotación de las minas de cobre y plata en su provincia, logrando acuñar monedas de metales nobles.

LA GUERRA CIVIL

Quiroga es seducido por el gobierno de Martín Rodríguez en Buenos Aires. Muestra su simpatía por los progresos materiales e institucionales de la antigua capital virreinal. La convocatoria al Congreso General Constituyente durante 1824 lo entusiasma, pero su adhesión a los unitarios se desvanece cuando, en 1826, el porteño Bernardino Rivadavia asume la presidencia del país y nacionaliza las explotaciones mineras, anulando las concesiones que la provincia había decretado y prohíbe la acuñación de monedas fuera del Banco Nacional, recién creado.

La resistencia de los gobernadores a ceder sus poderes al gobierno central de Rivadavia, consagrado como consecuencia de la guerra contra el Imperio del Brasil, será un factor determinante para fomentar las buenas relaciones entre Quiroga, el santiagueño Juan Felipe Ibarra y el cordobés Juan B. Bustos, pero sobre todo afianzó las ideas federales, como manifestación contraria al unitarismo que campeaba en el Congreso de Buenos Aires. En 1825 Quiroga extiende su influencia a Catamarca, ofreciéndose como garante entre el gobernador Manuel Gutiérrez y sus adversarios. Logra pacificar la provincia, pero Gutiérrez incumple el pacto y Quiroga, junto a tropas santiagueñas y cordobesas, lo derroca imponiendo como gobernador a Pío Acuña. Para el riojano, el cumplimiento de la palabra estaba por encima de cualquier consideración política. En 1826 invade Tucumán para luchar contra el general Gregorio Aráoz de Lamadrid, otro de los legendarios argentinos, que había tomado el poder violentamente, derrotándolo en el combate de El Tala el 27 de octubre de 1826 y en la batalla de Rincón de Valladares el 6 de julio de 1827.

Mientras tanto, el 24 de diciembre de 1826, se sanciona en Buenos Aires una Constitución unitaria, que provoca una reacción inmediata en contra por parte de los gobernadores, encabezados por Quiroga, bajo el lema “Religión o muerte”. Esta liga de gobernadores se levanta en armas contra el gobierno central, hecho que sumado a las consecuencias de la guerra contra el Imperio del Brasil, provoca la caída de Rivadavia. El riojano apoya más adelante al gobernador Manuel Dorrego, que es derrocado por el general Juan Lavalle, y fusilado el 13 de diciembre de 1828 en Navarro. Para todos los protagonistas, es el comienzo de la guerra civil en todas sus dimensiones.

En una carta de 1830, al general José María Paz, su enemigo unitario, Quiroga sentará posición frente a la situación: “La sangre se vierte ahora, es verdad. Se verterá acaso infinito, pero el mundo imparcial y la severa historia dará la justicia al que la tenga entre los que intentan dominar, y los que pelean por no ser esclavos. Este es el sencillo punto de vista en que debe considerarse la cuestión que nos divide…”. En la misma misiva relatará: “Salta, Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba y casi todos los pueblos han sufrido incursiones de tropas territoriales con el solo objeto de dominarlos… Las víctimas, Borges, Peralta, Ubedas, Pallardeles, Dorrego y cien otros que aún humean, han sido sacrificados a este ídolo”. Las guerras civiles argentinas durarán cerca de treinta años más.

OBRAS DEDICADAS

La vida de Quiroga es materia para la literatura y el arte. “Facundo”, el libro de Sarmiento, fue su primera biografía. Su excelente escritura muchas veces se entiende como un ataque al riojano, pero una lectura atenta permite afirmar que fue hecho para la discusión, sin dogmas y sin simpatía por Facundo, reconociendo el sanjuanino la necesidad de entender el sistema de caudillos para comprender a la Argentina. Su prólogo es una de las mejores páginas jamás redactadas: “¡Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte, para que, sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas, te levantes a explicarnos la vida secreta y las convulsiones internas que desgarran las entrañas de un noble pueblo! Tú posees el secreto: ¡revélanoslo!”.

En 1952 se estrenó “El Tigre de los Llanos”, dirigida por Miguel Tato (quien sería recordado por su papel de censor en la década de 1970), es una película de temática histórica típica de mediados del siglo XX. Pero el film de Nicolás Sarquis, “Facundo: la sombra del tigre”, rodado en 1994, es uno de los frescos de época mejor logrados por el cine argentino. Gracias a la interpretación del actor Lito Cruz, se logra penetrar en la intimidad del personaje y su entorno, siendo magnífico el dramatismo logrado

El próximo domingo continuaremos el derrotero de Quiroga, uno de los más apasionantes que nos brinda la historia de los argentinos.


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