Arlt, una obra siempre potente en el cruce entre literatura y periodismo Arlt, una obra siempre potente en el cruce entre literatura y periodismo
Roberto Arlt, quien naciera
el 26 de abril de 1900,
hace exactamente 120 años,
integra el abc de la literatura
argentina junto a Jorge
Luis Borges y Julio Cortázar:
la inicial de su apellido es la
primera de aquella tríada
que marcó el siglo XX, en su
caso con cuentos, novelas,
obras de teatro y piezas periodísticas
que ponían el foco
en lo excéntrico y marginal,
a través de una escritura
cruda y poderosa y una mirada
siempre atenta al detalle.
Roberto Godofredo
Christophesen Arlt era hijo
de inmigrantes, se crió en
una familia pobre, tuvo una
relación tortuosa con su padre
y nunca terminó la escuela
primaria; llegaría a ser
un periodista reconocido y
un escritor módicamente
exitoso y representado, pero
hasta lograr ese status debió
ejercer los oficios más variados
y soportar diversas penurias
económicas.
A los 16 años abandonó
la casa familiar: nada le
fue fácil, pero todo en su vida
parece haber sucedido de
forma vertiginosa.
Mientras leía de forma
desaforada y autodidacta,
trabajó como ayudante en
una librería, pero también
en un taller mecánico, en el
puerto, en una fábrica de ladrillos
y como pintor.
Su trampolín hacia la escritura
y la literatura fue el
periodismo. En enero de
1926 Arlt empezó a colaborar
en la revista Don Goyo;
en 1927 pasó a integrar
la redacción del mítico diario
Crítica como cronista de
policiales, y en 1928 se mudó
a las páginas de El Mundo:
ese mismo año inauguró
el que será uno de sus mayores
legados textuales, las
piezas breves y agudas donde
desmenuza la vida cotidiana
de la ciudad relatando
la modernización urbana y
sus efectos, llamadas “Aguafuertes
porteñas”.
Si bien el periodismo le
permitirá ganarse la vida y
granjearse un nombre, ya en
1926 publica su primera novela,
“El juguete rabioso”, a
la que seguirán años de frenética
labor, cuyo resultado
está a la vista: en 1929 lanza
la primera edición de “Los
siete locos” y en 1931 aparece
“Los lanzallamas”.
Luego de eso, y aunque
Arlt había escrito cuentos
desde su primera juventud,
en 1933 aparece su primer
volumen de relatos, reunidos
bajo el título de “El jorobadito”,
inaugurando una
nueva parte de su obra que
nunca cejará, ya que Arlt publicará
desde entonces decenas
de cuentos; a los que
habrá que sumar desde entonces
también obras de teatro
como “Trescientos millones”,
“Separación feroz”,
“Prueba de amor” y “Saverio
el cruel”, entre otras.
La crítica y docente Sylvia
Saítta, una de las mayores
especialistas en la obra
arltiana y autora entre varios
libros y ensayos de “El
escritor en el bosque de ladrillos.
Una biografía de Roberto
Arlt” responde sobre el
lugar que ocupa el escritor
en la historia de la literatura
argentina reciente, y acerca
de cuáles fueron las lecturas
que rescataron su figura y la
pusieron a integrar el canon
de las letras nacionales.
“Creo que, desde las intervenciones
críticas de los
años cincuenta, tanto de
Raúl Larra, su primer biógrafo,
como de los integrantes
de la revista Contorno
-Oscar Masotta, Carlos Correas,
Ismael y David Viñas,
Juan José Sebreli, Noé Jitrik,
Adolfo Prieto- Roberto
Arlt ocupa un lugar central
en el sistema literario
argentino.
Un lugar que, lejos
de algún tipo de cuestionamiento,
fue fortalecido
en los años ochenta por
las lecturas de Ricardo Piglia,
Beatriz Sarlo y Horacio
González”,destaca la ensayista.
“La edición en continuado
de inéditos de Arlt; la
persistencia de su dramaturgia
en los teatros argentinos;
las renovadas versiones
gráficas y mediáticas de
sus novelas o cuentos, son
ejemplos de su actualidad”,
agrega.
Consultada sobre los rasgos
esenciales de la literatura
de Arlt que mejor han sobrevivido
al paso del tiempo,
Saítta cita al Borges del
ensayo “Sobre los clásicos” y
responde que “los textos de
Arlt sobreviven el paso del
tiempo precisamente porque
la lectura siempre renovada
de su obra se realiza en
tiempo presente.
La actualidad
de su literatura es tal,
que podemos recorrer los
distintos momentos de la
crítica -desde la crítica ideológica
a la perspectiva de género-
para ver cómo literatura
de Arlt resiste”.
¿Un ejemplo de estas
nuevas formas de leer?
“Basta mencionar a Remo
Erdosain”, dice Saítta, “uno
de los protagonistas de ‘Los
siete locos’: mientras en el
siglo veinte fue leído en términos
de la alienación del
hombre moderno, hoy lo
consideramos decididamente
un femicida”.
Como quedó dicho, y como
él mismo supo escribir,
Arlt se hizo un lugar en el
ambiente literario a los codazos,
aprovechando cada
minuto libre, que eran pocos,
para escribir, y simplemente
“por prepotencia de
trabajo”.
¿Pero cuál sería su huella,
a 120 años de su nacimiento,
y a casi 80 de su
muerte? ¿Se puede establecer
una genealogía distinguible
para poder señalar
quiénes trabajarían hoy en
la Argentina a la literatura
en líneas similares a las que
transitó Arlt en la primera
mitad del siglo pasado?
Si bien a Saítta le cuesta
establecer “una genealogía
distinguible”, estima que
“hay un deseo de ser Arlt en
quienes escriben en el cruce
de la literatura y el periodismo,
pero es solo un deseo.
Si
me apuran, como diría David
Viñas, señalaría a quienes
escriben crónicas y periodismo
de investigación,
como Cristian Alarcón, Leila
Guerriero o Josefina Licitra”.
Los rasgos más evidentes
de la perdurabilidad de
la obra de Arlt en la producción
escrituraria actual, entonces,
estarían en una manera
de mirar la realidad, de
observarla en detalle, abordarla,
pensarla y retratarla
desde los textos de no ficción;
y de dar a conocer esos
resultados en el espacio de
las publicaciones escritas.
Arlt murió el 26 de julio
de 1942 a causa de un paro
cardíaco que lo sorprendió
en su casa de la ciudad de
Buenos Aires, donde había
regresado después de haber
asistido al ensayo de una
de sus obras en el Teatro del
Pueblo.