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EL LIBERAL . Santiago

Manuel Belgrano: El padre de la Patria

16/06/2020 13:53 Santiago
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Manuel Belgrano: El padre de la Patria Manuel Belgrano: El padre de la Patria

La vida de Manuel Belgrano es amplia por sus campos de acción y superlativa por su influencia en la historia. Pero, casi como un ejercicio perverso, la historiografía de nuestro país ha puesto un exagerado énfasis en el elogio de las virtudes humanas del prócer en su actuación militar, dejando trascender la sospecha de sus escasas virtudes como hombre de armas. Incluso, cuando su figura fue objeto de alguna manipulación política, se ha hecho hincapié en su condición de militar heroico, pero improvisado.

Me permito una comparación deportiva. En la década de 1950, corrió un formidable piloto inglés, Stirling Moss, el “campeón sin corona”, fallecido este 12 de abril, que fuera 7 veces subcampeón de la Fórmula 1. Moss reconocía que competir con Juan Manuel Fangio le impidió ser el N° 1, ya que nuestro quíntuple campeón era de “otra categoría”. Como respetuosa analogía, que Belgrano sea considerado el segundo de los libertadores argentinos no se debe tanto a sus méritos, sino a que José de San Martín era un “fuera de serie”. Sin duda, la figura del Señor de los Andes opaca a todos los contemporáneos que hicieron de la vida militar la razón de su existencia.

Vamos hoy a seguir el camino que llevó al más porteño de los próceres a ser un gran comandante militar, al mando de milicianos en la colonia, de heroicas y bisoñas tropas del Ejército del Norte en los tiempos de la independencia, sin olvidar su gesta en la expedición al Paraguay, a lo largo de más de una década.

Los comienzos de su carrera de armas

La vida militar de Belgrano comienza en 1796, cuando el virrey del Río de la Plata lo nombra capitán. Dirá en su Autobiografía: “Si el virrey Melo me confirió el despacho de capitán de milicias urbanas de la capital, más bien lo recibí para tener un vestido más que ponerme, que para tomar conocimientos en semejante carrera”. Sin embargo, participó de adiestramientos que le brindaron los fundamentos del mando y, por su condición de hombre metódico, aprendió los principios de la táctica y de la estrategia.

En 1805, el virrey Rafael de Sobremonte le ordenó a Belgrano, por entonces secretario del Consulado de Buenos Aires, la formación de milicias en previsión de ataques extranjeros. No hay constancia de su dedicación a estas tareas, pero para 1806, la ciudad ya contaba con milicianos suficientes para defenderse. Por entonces, se dedica al estudio de las Ordenanzas de Carlos III (1768), código que regía la actividad castrense en todos sus aspectos: el servicio, el combate y sobre todo el honor.

Las Invasiones Británicas de 1806 y 1807

El 25 de junio de 1806, la flota británica del almirante Home Popham desembarcó en Quilmes, a cuatro leguas de Buenos Aires, al ejército del general William Beresford. La sorpresa fue mayúscula. El repique de campanas, dando la alarma general, provoca lo que el mismo Belgrano relata: “Conducido del honor volé a la Fortaleza, punto de reunión: allí no había orden ni concierto en cosa alguna como debía suceder en grupos de hombres ignorantes de toda disciplina y sin subordinación alguna. Allí se formaron las compañías y yo fui agregado a una de ellas, avergonzado de ignorar hasta los rudimentos más triviales de la milicia”. La rendición no se hizo esperar: el 27 caía Buenos Aires.

La obligación de jurar lealtad al rey Jorge III, impuesta por los vencedores, fue rechazada por Belgrano, quien se exilió en Mercedes, en la Banda Oriental, afirmando: “O el anterior amo, o ninguno”. De regreso, Santiago de Liniers lo nombra sargento mayor de Patricios, bajo el mando de Cornelio de Saavedra. Profundiza sus estudios militares afirmando: “Por si llegaba el caso de otro suceso igual al de Beresford, u otro cualquiera, de tener una parte activa en la defensa de mi patria, …no era lo mismo vestir el uniforme militar que serlo’’. Se pone bajo las órdenes del jefe del cuartel maestre general César Balbiani, y combate en la batalla del 5 de julio de 1807, una de las derrotas británicas más importantes del siglo XIX.

La Campaña del Paraguay

El 11 de setiembre de 1810 es nombrado jefe de la expedición al Paraguay, a sólo cuatro meses de la Revolución de Mayo. Es su primera experiencia como general de un ejército. En la marcha hacia Asunción funda dos pueblos y se suceden los combates: victoria en Campichuelo el 19 de diciembre, y derrotas en Paraguarí el 19 de enero y Tacuarí el 9 de marzo de 1811. A su regreso, el 2 de mayo entrega el mando a José Rondeau en Concepción del Uruguay. Le inician una causa judicial, y el 9 de agosto, la Junta Gubernativa dirá que “…Belgrano se ha conducido en el mando de aquel ejército con un valor, celo y constancia dignos del reconocimiento de la Patria; en consecuencia queda repuesto en los grados y honores que obtenía”.

El 13 de noviembre de 1811 es nombrado comandante de Patricios, y debe enfrentar tres semanas después el “motín de las trenzas”, cuando los milicianos del regimiento no aceptan pasar a estado militar negándose a cortar el pelo, que trenzado era uno de los símbolos del cuartel. Como jefe no le tembló el pulso, y con el apoyo del Primer Triunvirato ordenó la represión. Lograda ésta, se dispuso la ejecución de los cabecillas y todos los soldados fueron condenados a servir por años bajo código castrense. Este hecho desmiente la imagen edulcorada de un Belgrano con débil autoridad como jefe.

El Ejército del Norte (1812-1814): las grandes batallas

Es nombrado comandante el 27 de febrero de 1812, el mismo día que izó la Bandera Nacional a orillas del río Paraná en la villa del Rosario. Se convertirá en el jefe por antonomasia del Ejército del Norte, aunque ese cargo fue ocupado también por Pueyrredón, San Martín, Balcarce, Rondeau o el olvidado Del Rivero. Su aureola personal irradió más allá de su pericia militar. Ya por entonces el batallón de Patricios Santiagueños, formado por Juan Francisco Borges, era parte de las tropas

Toma el mando en la posta de Yatasto el 26 de marzo y se dirige inmediatamente a Campo Santo, también en Salta, donde reorganizó las tropas. El 23 de agosto ordenó el “éxodo Jujeño”, aplicando la teoría de tierra arrasada, no dejando nada que pudiera servir a los invasores. Este hecho es contemporáneo a la estrategia usada por los rusos frente a la invasión de los ejércitos de Napoleón Bonaparte. En la retirada al sur, el 3 de setiembre se produce la victoria patriota de Las Piedras.

En Tucumán toma la decisión más trascendente de su vida militar: desobedece la orden de retroceder a Córdoba y enfrenta al ejército imperial encabezado por su compañero de Salamanca, el arequipeño Juan Pío Tristán, al que vence el 24 de setiembre. Luego de la batalla, nombra generala a la Virgen de la Merced, título que esa advocación ostenta hasta hoy como Patrona del Ejército Argentino. Si hubiera seguido retirándose el ejército patriota o si hubiese sido derrotado, es razonable suponer la caída de la Revolución. Esta batalla cambia el rumbo de la Independencia sudamericana.

El 20 de febrero de 1813, en Salta, se vuelve a vencer a los realistas. Siete días antes sus tropas habían jurado obediencia a la Asamblea General Constituyente. El ejército toma Potosí el 9 de junio, poniendo prisioneros a alguno de los gobernadores imperiales, luego juzgados y ejecutados en la plaza principal. Belgrano sigue su incursión al Alto Perú y una maniobra del jefe español Joaquín de la Pezuela sorprende y derrota a las tropas revolucionarias en Vilcapugio el 1° de octubre de 1813. Reagrupadas las fuerzas rioplatenses en el campamento de Macha, se presenta nuevamente batalla el 14 de noviembre en Ayohuma (“cabeza de muerto” en quechua), y la derrota es completa.

Los restos del Ejército se retiran a Jujuy pasando por Potosí, donde Belgrano ordena dinamitar la Casa Real de la Moneda, pero una traición impide la voladura. El 30 de enero de 1814 entrega el mando al general San Martín en el mismo lugar donde lo había tomado: la posta de Yatasto. Una vez más, pasa por Santiago del Estero y se aloja en el convento de Santo Domingo. Comienza un proceso en su contra, que se desestima prontamente, aunque padece prisión en Luján.

El Ejército del Norte (1816-1819): la guerra sin combates

Belgrano desempeña un papel central en el tiempo de la declaración de la Independencia, dando razones, incluso militares, sobre su necesidad. El 7 de agosto de 1816 el director supremo Pueyrredón lo nombra nuevamente jefe del Ejército del Norte. Al respecto San Martín, expresa en una carta a Tomás Godoy Cruz: “En el caso de nombrar a quien deba reemplazar a Rondeau, yo me decido por Belgrano; éste es el más metódico de lo que conozco en nuestra América, lleno de integridad y talento natural; no tendrá los conocimientos de un Moreau o Bonaparte en punto a milicia, pero créame que es lo mejor que tenemos…”.

La frontera norte fue defendida por la soberbia actuación del general Martín de Güemes y sus “infernales”, que soportaron nueve invasiones de los ejércitos de España. A Belgrano quedó equilibrar su atención entre la frontera amenazada y la guerra civil que asomaba entre las Provincias Unidas y la Liga de los Pueblos Libres. Hace jurar a sus tropas la Constitución dictada en Buenos Aires. Su retiro definitivo se produce el 11 de septiembre de 1819. Un motín contra el gobierno tucumano, intenta arrestarlo y engrillarlo, hecho que impide su médico. En febrero de 1820 abandona para siempre el escenario de sus mayores glorias militares.

Bartolomé Mitre es categórico: Manuel Belgrano “fue el héroe o el mártir de la Revolución, según se lo ordenase la ley inflexible del deber”. La omisión en estos párrafos de la creación de la Bandera Nacional llamará la atención. No es un olvido. Será tratado este tema en el próximo artículo, dedicado al legado belgraniano para la posteridad.

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