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EL LIBERAL . Santiago

San Martín y Belgrano en Santiago del Estero

José de San Martín en su primer viaje por las provincias interiores como se las llamaba por entonces pasa por Santiago rumbo a Salta en el caluroso verano de 1814

José de San Martín, en su primer viaje por las provincias interiores, como se las llamaba por entonces, pasa por Santiago rumbo a Salta en el caluroso verano de 1814.

16/08/2020 22:45 Santiago
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San Martín y Belgrano en Santiago del Estero San Martín y Belgrano en Santiago del Estero

Hoy se cumplen 170 años del paso a la inmortalidad del Libertador, el general José Francisco de San Martín. Es necesario decir que nuestra cultura no conmemora la muerte sino la vida extraordinaria de aquellos hombres y mujeres cuya actuación perdura en el homenaje de los pueblos, ya que el acto de nacer es una promesa y el último día de la vida es la concreción de los propósitos y de los sueños de cada uno de ellos. Y en éste, el año del bicentenario de Manuel Belgrano, vale la pena recordar que estos dos gigantes de la historia sólo se encontraron una vez en sus vidas, en la posta de Yatasto, en Salta, pero se hicieron grandes amigos a través del intercambio epistolar. La colección de las cartas que San Martín y Belgrano intercambiaron a lo largo de los ocho años que compartieron en la lucha por la independencia americana, tiene un capítulo que transcurre en Santiago del Estero.

El 26 de marzo de 1812 el general Juan Martín de Pueyrredón cede el mando del Ejército del Norte a Belgrano, en la posta salteña arriba señalada. Dos semanas antes desembarcaba en Buenos Aires el coronel San Martín, al inicio de su jornada americana. Estos hechos, mágicamente relatados en “El Santo de la Espada”, obra del gran tucumano Ricardo Rojas, son el inicio de la fructífera relación entre los tres grandes de la Independencia.

Manuel Belgrano, desde 1812, recala muchas veces en la “Madre de Ciudades”, tierra de sus ancestros maternos, y su pertenencia a la Tercera Orden Dominica lo hace visitante ilustre y perpetuo del convento santiagueño. José de San Martín, en su primer viaje por las provincias interiores, como se las llamaba por entonces, pasa por Santiago rumbo a Salta en el caluroso verano de 1814, para reemplazar a Belgrano en el mando de ese Ejército.

El 2 de enero de 1814 el jefe porteño le escribía desde Jujuy a su sucesor correntino. San Martín leyó en Santiago una carta dedicada al “amigo y compañero” que decía: “Le contemplo a usted en los trabajos de la marcha, viendo la miseria de nuestros países y las dificultades que presentan con sus distancias, despoblación y la consiguiente falta de recursos para operar con la celeridad que se necesita”. Ya al frente de las tropas, San Martín se encontró con sólo seiscientos hombres en forma para el combate, y el primer aliento que recibió fue la llegada de 300 santiagueños, reclutas que fortalecieron a sus tropas.

El 6 de abril de 1814 Belgrano, ya camino a Buenos Aires, le escribe desde Santiago del Estero: “Son muy respetables las preocupaciones de los pueblos, y mucho más aquellas que se apoyan, por poco que sea, en cosa que huela a religión… La guerra, allí, no sólo la ha de hacer Ud. con las armas, sino con la opinión, afianzándose siempre ésta en las virtudes naturales, cristianas y religiosas; pero los enemigos nos la han hecho llamándonos herejes y sólo por este medio han atraído las gentes bárbaras a las armas, manifestándoles que atacábamos la religión”. Estos consejos serán claves en todo el desarrollo de las campañas de Chile y sobre todo en Perú, donde la inteligencia política del Señor de los Andes superó con creces a la pericia de las armas.

Más adelante en el tiempo, otra carta advierte al jefe: “Ud. no debe ignorar que tiene enemigos y que así éstos como otros ociosos, se deleitan en sindicar cuanto Ud. haga, aún lo más indiferente…”. Y además le confiesa: “Aún no me he puesto en marcha por mis males que se repiten como consecuencias… de mis trabajos…”

San Martín, en San Miguel del Tucumán, sufre una brusca afección, que le provoca un vómito de sangre. Parte al sur, y luego de pasar tres semanas en la estancia “La Ramada” en Burruyacú, siguió viaje rumbo a su destino de gloria con Tomás Guido, quien se convertiría en su confidente y su mejor amigo de ahí en más. Llegaron a Santiago del Estero en mayo de 1814, y San Martín fue atendido con gran deferencia por dos amigos del creador de la Bandera: el médico Pedro Carol y el cura Pedro Uriarte. El penoso viaje continuó por Loreto, Atamisqui, Salavina y Ojo de Agua, antes de pasar a Córdoba.

Dirá Rojas en la obra arriba citada, que el futuro Libertador de las Américas: “Oía hablar quichua a los paisanos, veíalos comer algarroba, y pensaba que aquellos hombres tan recios para la guerra iban a ser los ciudadanos de las nueva repúblicas. Una sombra de escepticismo caía sobre su alma, y solamente la dulzura del invierno santiagueño, con sus soles dorados, casi tibios, hacíalo amar la vida, reconfortando su corazón con oleadas de suave optimismo”.

En este día de festejo a la gloria del Padre de la Patria, satisface recordar que, a pesar del anonimato al que la han sometido muchos relatos históricos, Santiago del Estero fue central en los tiempos en que Belgrano, San Martín y Pueyrredón, el tridente de la Independencia, transitaron sus sendas, haciendo que sus cielos y sus tierras crearan la atmósfera que permitió diseñar el plan libertador que hizo de la América toda, el asilo de los dioses todos, con lengua, tierra y ríos, libres para todos los hombres de buena voluntad del mundo.


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