Tierra de nadie Tierra de nadie
Por Agustín Alcorta - Abogado.
Un nuevo suceso conmueve
la opinión pública
argentina, tomas
de tierras por grupos
que en mayor o menor
medida se encuentran organizados,
intentan competir por un lugar en la
agenda mediática copada por el covid-
19.
Si bien es cierto las usurpaciones
no son una novedad para el argentino
promedio, los dichos de la Ministra
de Seguridad de la Nación, quien
manifestó que las tomas no son delitos,
constituyen un hecho político inédito
al pulverizar uno de los pilares
sobre los que se asienta el estado de
derecho y la civilización occidental:
el derecho a la propiedad privada y la
garantía que el estado asegura su efectivo
cumplimiento.
Tamaña afirmación produjo un cimbronazo
político fuera y dentro del partido
que gobierna la provincia de Buenos
Aires, por lo que su Gobernador, jurisdicción
donde se produjeron la mayor
cantidad de ocupaciones, ordenó a
su propio Ministro de Seguridad que saliera
a rebatir nuevamente a su par nacional.
Simultáneamente Juan Grabois, el
abogado que lidera la CETEP aprovechaba
los dichos de la cartera nacional
y publicaba en su cuenta de Facebook
una encendida defensa en favor de
los usurpadores. Afirmaba que odiaba
las tomas, que las mismas se producen
por necesidad y que nunca se debe
responsabilizar a los excluidos por
sus propios padecimientos.
También
decía que ocupar no es igual a usurpar
y que no existe delito por no ajustarse
al tipo penal, minimizando el hecho
por tratarse de “un problema de derecho
civil.”
Rara interpretación legal por parte
de un letrado, que un hecho no sea alcanzado
por la legislación penal sino civil
no lo convierte en lícito.
La propiedad
privada es una garantía constitucional
y su violación obliga al Poder Judicial
a restituir el bien y sancionar a sus
autores.
Por otra parte el contenido político
de su defensa también sería cuestionable,
en primer lugar porque un dirigente
social jamás debería apoyar actos
que atenten el orden público, menos
aun cuando la crisis por la pandemia parece
estar en su punto máximo.
Agitar
las aguas en un mar que ya se encuentra
embravecido no solo es un peligro sanitario
e institucional sino que poco ayuda
a un gobierno que -a través del IFE- puso
el eje de sus políticas públicas en contener
al sector que él representa. Y en segundo,
porque las tomas de terrenos y
de casas de fin de semana tienen mayormente
por victimas a la clase media, sector
al que la crisis pegó de lleno y que no
logra recuperarse al no haber obtenido
la misma consideración estatal.
El gobierno no puede mantenerse
inerme frente a estos hechos y debe
garantizar el cumplimiento de las
garantías constitucionales. Y Grabois
debe rever su posición, ganarse la antipatía
de la clase media es una pésima
estrategia política en una sociedad
polarizada como la argentina.
Cada
elección es definida por los sectores
medios, quienes mueven el péndulo
del poder a uno u otro lado de la
grieta y los estados de anarquía son
proclives al surgimiento de liderazgos
de extrema derecha, los que se hallan
justo al frente de su posición ideológica
y del partido gobernante.