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El dolor de las pérdidas

04/10/2020 00:09 Opinión
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El dolor de las pérdidas El dolor de las pérdidas

Por Bernardo Stamateas

Se calcula que todos los seres humanos, a lo largo de la vida, tendremos entre 40 y 70 pérdidas que incluyen la partida de nuestros seres queridos, pérdidas laborales, la pérdida del esquema corporal y pérdidas de amistades o relaciones interpersonales, entre otras.

En realidad, toda la vida se trata de pequeñas muertes y pequeñas resurrecciones. Es decir, cierres de etapas y comienzos de otras. ¡Vaya si no tenemos que prepararnos para las pérdidas! La mayoría de nosotros nos preparamos para el éxito, para la victoria, para avanzar; pero rara vez nos preparamos para perder. En consecuencia, no sabemos cómo enfrentar tanto una micropérdida como una macropérdida, y eso nos provoca dolor emocional.

Pero no debemos temerle al dolor porque este es una emoción normal y universal que todos experimentamos cuando perdemos algo o a alguien cercano. Muchos se niegan a reconocer el dolor y, desde la mente, lo bloquean. Estas personas, por lo general, con el tiempo, podrían llegar a sentirse angustiadas o depresivas, pues tenemos que permitirnos el dolor durante un período, que no será igual para todos, hasta agotarlo por completo.

Aquí es importante aclarar que el dolor no es una enfermedad ni algo que tenemos que curar o superar. El dolor no se supera, sino que se agota. Por eso, evitemos decirle a alguien que perdió a un ser amado o su trabajo o sus ahorros de toda la vida: “Ya lo vas a superar”. En realidad, el dolor se transforma y “nos” transforma. Nadie permanece igual después de una gran pérdida.

¿Qué deberíamos hacer cuando estamos con un doliente? Nuestra tarea no es quitarle el dolor, sino acompañarlo de la manera que esa persona lo necesite. Algunos prefieren hablar, mientras que otros escogen guardar silencio y/o llorar. El término duelo quiere decir “dolor” y también significa “combate entre dos partes” (duellum en latín). Hay una parte del doliente que acepta la pérdida y otra parte que no la acepta.

El duelo es un proceso de aceptación y de no aceptación: “Yo sé que esa situación cambió, que esa persona se fue o murió, pero a la vez no quiero esa ambivalencia”. De eso se trata el dolor, el cual es un mecanismo normal y saludable para recuperarnos. Por eso, siempre tiene que aparecer el dolor frente a una pérdida; de lo contrario, se trata de un duelo patológico.

Este tiene lugar cuando la persona intenta anular el dolor y expresa: “Bueno, ya está, se fue, se acabó. ¡A otra cosa!” Esta actitud no permite la recuperación, que normalmente incluye emociones como bronca, tristeza, alivio y culpa, y es un proceso intrapsíquico que nos ayuda a volver a una situación de “normalidad” (en algunos casos, sobre todo de pérdidas traumáticas de seres queridos, no es posible regresar a la misma situación anterior). El “trabajo del duelo”, el caminar ese proceso por el tiempo que sea necesario, depende de muchas cosas, pero fundamentalmente de cómo era el vínculo con la persona o la situación que ya no está con nosotros. Porque todo vínculo genera un menor o mayor apego que es la principal fuente de dolor. l


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