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EL LIBERAL . El Evangelio

“Dichosos a quien el señor los encuentre en vela...”

19/10/2020 20:38 El Evangelio
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“Dichosos a quien el señor los encuentre en vela...” “Dichosos a quien el señor los encuentre en vela...”

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

“Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo.

Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos”.

Dichosos los criados a quien el señor, al llegar, los encuentre en vela...

A veces buscamos la felicidad en vivir despreocupados, dejando el tiempo pasar, sin vivirlo con intensidad, al margen de la tensión que implica nuestra condición humana, cristiana: adormecidos. Es una manera de vivir matando el tiempo. Y el tiempo no está para matarlo. Ni para perderlo. Nuestro tiempo es el de Jesús. él decía “el tiempo se ha cumplido, convertíos y creed en el evangelio”.

Nuestro tiempo es de continuo estado de conversión al evangelio, de luchar contra lo que nos separa del evangelio, en tensión para vivir más acorde con él. El tiempo hemos de valorarlo. El modo de valorar es vivir con serena intensidad, llenarlo.

Lo que acontece en nosotros, como situaciones duras de la vida o de éxito no deben sorprendernos sin saber cómo reaccionar a la luz del Evangelio. Lo que nos sucede a nosotros y también a nuestro entorno. Como nos ha recordado el Papa en la encíclica Tutti Fratelli, el entorno, los otros son algo de nuestro ser.

Pero la tentación a dejarnos llevar, huyendo de todo compromiso, y buscando solo la satisfacción inmediata -tan de nuestra época posmoderna-, está siempre presente. Es tentación en la que caemos.

A nuestro ser pertenece el pecado. Por eso la tensión de estar en vela es estar en actitud de conversión, como pedía Jesús.

Es la tentación del sueño: nos pesan los ojos, y es fácil caer en el sueño de la indolencia o despreocupación. Ante esa situación hay que reaccionar sabiendo que: primero, la felicidad no puede consistir en ese dormir, no es vivir, no puede ser felicidad humana la hibernación; segundo, sin la ayuda de Dios nos vence el sueño.

Por eso hemos de aplicar lo que veíamos en la primera lectura, hemos de contar con la gracia de Dios. Pedir su ayuda para mantener la tensión del vivir al modo evangélico, pues esa es nuestra dicha.

Tanto hoy como mañana, las lecturas evangélicas nos invitan a la vigilancia en el seguimiento del Señor. La vigilancia es una actitud cristiana indispensable: un cristiano que deja de vigilar fácilmente se convierte en un cumplidor rutinario o, en el peor de los casos, en un creyente mediocre o disipado. No se trata de una vigilancia al estilo de muchos de los actuales medios de comunicación que se fijan detenidamente en la vida de los demás para criticarles o para cotillear, tampoco de una vigilancia exhaustiva de nuestros propios actos ya sea por miedo a la condenación o por afán de perfeccionismo. Jesús nos invita a otro tipo de vigilancia; veamos dos detalles del texto de hoy que convierten a la vigilancia en una actitud de fe capaz de renovar la vida del creyente.

El primer detalle es la manera como se debe vigilar: “Tened ceñida la cintura y las lámparas encendidas”; esto nos recuerda la noche pascual, en la cual Dios sacó a su pueblo de la esclavitud de Egipto y en la que pidió a los israelitas que durante la cena estén atentos a su paso y listos para emprender el camino liberador hacia la Tierra prometida.

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