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La Resurrección

11/11/2020 02:07 Opinión
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La Resurrección La Resurrección

Por Mario Ramón Tenti,

Especial para EL LIBERAL

L a crucifixión de Jesús produjo en los discípulos un impacto tan grande que huyeron a Galilea. Su muerte no sólo les produjo temor, que pudieran padecer el mismo final que el Maestro, sino que derrumbó sus esperanzas acerca de la venida del Reino y las expectativas que ellos se habían hecho durante el tiempo vivido junto a El. ¿Era Jesús un ingenuo, un soñador o un embaucador? ¿Su proyecto había fracasado definitivamente? ¿Qué pasaría con ellos que lo habían dejado todo para seguirlo? El clima en que vivían era desolador y lleno de desesperanzas.

Sin embargo, en un tiempo breve acontece algo inesperado e inexplicable: estos discípulos que habían huido y estaban llenos de tristezas y temor, vuelven a Jerusalén a reunirse en el nombre de Jesús afirmando que El está vivo, que Dios lo ha resucitado.

La Resurrección de Jesús no es un hecho explicable desde la historia, no se puede afirmarla ni negarla, trasciende sus límites y es en definitiva una cuestión de fe. Esto no significa que no haya sucedido, y que la “fe pascual” no tenga un fundamento real, sino que la forma de explicarla excede y trasciende los métodos históricos y su lenguaje expresivo.

Qué significa la resurrección de Jesús

La resurrección no es un retorno a la vida anterior en la tierra, como sucedió con Lázaro, la hija de Jairo o al muchacho de Naín. Jesús entra definitivamente en la vida de Dios. La muerte no tiene más poder sobre él. Pablo, en la carta a los romanos dice: “sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, no vuelve a morir, la muerte no tiene ya dominio sobre él. Porque cuando murió, murió al pecado de una vez para siempre; su vivir, en cambio, es un vivir para Dios” (Rom 6, 9-10).

Según los evangelistas Jesús puede ser visto y tocado, comer, etc. Pero esto no debe interpretarse desde el punto de vista material, como si hubiese vuelto a su vida anterior. Los mismos evangelistas nos dicen que Jesús es el mismo, pero no es el de antes, se les presenta lleno de vida pero no lo reconocen inmediatamente, está en medio de los suyos pero no lo pueden retener. Es Jesús pero con una existencia nueva. Posee un “cuerpo glorioso” que recoge y da plenitud a su vida desarrollada en el mundo. (Fil 3, 21).

Para los primeros cristianos, Dios es el autor de la resurrección de Jesús que lo rescata de la muerte para introducirlo en su propia vida. Pablo dice que Jesús ha sido resucitado por la fuerza de Dios (2 Cor 13, 4; Efe 1, 19-20), por la gloria de Dios (Rom 6, 4; Fil 3, 21) y por el Espíritu de Dios (Rom 8, 11; 1 cor 15, 35-49).

La acción de Dios de resucitar a Jesús inicia el tiempo de la resurrección final, por eso, Jesús es “primicia” de los que Resucitan: “Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de los que durmieron. Porque, habiendo venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos” (1 Cor 15, 20-21).

Origen de la fe pascual

La fe en la Resurrección surge de un proceso multicausal que recoge la convicción de la fidelidad de Dios y su poder sobre la muerte y el recuerdo de lo vivido junto a Jesús. Dios está en el origen de esta experiencia nueva, no es producto de reflexiones puramente humanas.

Los discípulos creían en la Resurrección de los justos al final de los tiempos. Si Jesús está vivo es que puede haber llegado el tiempo final, la salvación plena y definitiva de Dios. Pero esta creencia, es enriquecida por la experiencia que ellos vivieron junto a Jesús. Dios actuaba en Jesús cuando curaba, expulsaba demonios, incluía a los últimos, comía con los pecadores. Su Resurrección les ayuda a experimentar la irrupción del Reino de Dios, como fuerza liberadora y de vida abundante, de manera definitiva.

El testimonio de los discípulos es el origen de la fe pascual. Ellos afirman haberse encontrado con Jesús resucitado y a partir de esta experiencia se desarrollará el proceso de la fe pascual.

La historia de las tradiciones distingue dos fuentes: las fórmulas sobre la resurrección, las más antiguas, y las narraciones que tienen alguna base de tradición oral previa.

La tradición de las fórmulas aparece en las cartas de Pablo, en los discursos de Hechos de los Apóstoles y en los sumarios del relato evangélico de la Pasión. La tradición narrativa aparece sobre todo en los evangelios, aunque también hay algunos en los Hechos de los Apóstoles.

En primer lugar nos encontramos con fórmulas de fe que hablan del acontecimiento pascual en cuanto experimentado por Jesús. Aquí podemos mencionar las “confesiones de fe” y “los himnos”. Entre las confesiones de fe encontramos: “Dios resucitó a Jesús de entre los muertos” (Rom 4, 24; 8, 11; 1 Tes 1, 10; Gal 1, 1: 1 Cor 6, 14; Hech 2, 32, etc). Es la fórmula más sencilla y puede ser la más antigua, seguramente era parte del “kerigma” anunciado. Luego, llegaron fórmulas más complejas, que expresan una mayor reflexión teológica, 1 Cor 15, 3-5): “Les transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí, que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y Resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce”.

A estas fórmulas, siguieron las apariciones, cuyo objetivo era explicar el modo como los seguidores de Jesús conocieron la resurrección, una especie de autorrevelación del Resucitado, Lc 24, 34: “El Señor se ha aparecido a Simón”; Hech 10, 40: “A este, Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de aparecerse”.

Los Himnos expresan la resurrección bajo el símbolo de la “exaltación”, Flp 2, 8-11; Rom 10, 5-8, etc. “y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte en Cruz. Por lo cual Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos”. (Flp 2, 8-11).

Junto a estas fórmulas están aquellas que hablan de la misma experiencia pascual, es decir, cómo experimentaron los primeros testigos y Pablo la resurrección de Jesús. Estas fórmulas indican que Jesús resucitado está en el origen de la experiencia pascual. Es Jesús el que se “hace ver”. Esta realidad se expresa en algunas fórmulas y en los “relatos pascuales”.

Los relatos pascuales configuran un género literario más adecuado para la catequesis y la exhortación que los seguidores de Jesús emplearon para hablar de la experiencia pascual que habían tenido. Están redactados en torno a dos núcleos: la visita de las mujeres al sepulcro y las apariciones del Resucitado a varios de sus seguidores.

El relato de la visita de las mujeres a la tumba de Jesús aparece en los cuatro evangelios. Los relatos varían en el número y nombre de las mujeres, en la finalidad que les lleva a la tumba, en la definición y número de los seres celestiales, en la reacción de las mujeres al mensaje angélico, etc. El elemento común describe que después de la Crucifixión y sepultura de Jesús, algunas discípulas, pasado el sábado, el primer día de la semana, van al lugar donde había sido sepultado Jesús; encuentran retirada la piedra que cerraba el sepulcro y un ser celestial les anuncia que Jesús había resucitado.

Las apariciones del Resucitado: son relatos que escenifican y desarrollan catequísticamente la experiencia pascual de encuentro con el Resucitado: La lista más antigua es la ofrecida por Pablo el año 55, a partir de una tradición que él había recibido mucho antes y que luego (hacia el año 50) había transmitido a los corintios (1Cor 15,3ss). Según esta antigua confesión de fe, Cristo se apareció a Cefas, a los doce, a más de quinientos hermanos, a Santiago, a todos los apóstoles, y finalmente a Pablo. De esta lista sólo conocen los evangelios las dos primeras apariciones: a Simón (Lc 24,34), así como a los doce (Mt 28,16-20; Mc 16, 14-18; Jn 20,19-29), a los que se añaden algunos otros discípulos (Lc 24,33-50); en cambio, refieren apariciones a particulares. María y las mujeres (Jn 20,11-18; Mt 28,9-10; Mc 16,9-11), los discípulos de Emaús (Lc 24,13-35; Mc 16,12s), los siete al borde del lago (Jn 21,1-23).

La estructura literaria es común a los diferentes relatos: situación e iniciativa: Jesús se pone en el medio y se hace ver; saludo: mediante el saludo el Resucitado se presenta ante las personas que sale al encuentro; reconocimiento: los discípulos reconocen en el Resucitado al crucificado, ahora vivirá “glorificado” en medio de ellos; misión: Jesús da a los discípulos el encargo de anunciar el Evangelio a todas las naciones. La comunidad expresa así la conciencia de que el origen de su misión está en el Resucitado. 

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