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EL LIBERAL . El Evangelio

Como el Padre me envió, yo los envío a ustedes

23/04/2022 21:32 El Evangelio
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Como el Padre me envió, yo los envío a ustedes Como el Padre me envió, yo los envío a ustedes

La escena tiene lugar

en Jerusalén en donde

los discípulos estaban

reunidos, esto nos muestra

el carácter eclesial de

la aparición. Las puertas

estaban cerradas “por

miedo a los judíos”, porque

todavía los discípulos

no se animaban a

pronunciarse a favor de

Jesús.

Jesús vino y se puso

en pie en medio de ellos

y les dijo: “Paz a ustedes”.

El resucitado viene

a los suyos y se reúne

con ellos, puede hacerlo

siempre y nada lo impide.

Viene para comunicarles

su paz, es decir, su

presencia en medio de la

comunidad. Luego les

muestra sus manos y su

costado, Es el mismo

que han crucificado, del

que brotó sangre y agua,

signos de la salvación

obrada en la cruz.

Esta presencia llena

de gozo a los discípulos

porque saben que será

para siempre, Jesús vive

y ellos viven con él.

Nuevamente les comunica

su paz y los envía

como el Padre lo envía

a él.

Se trata de la

misma misión: glorificar

al Padre dando a conocer

su nombre y manifestando

su amor.

Luego

sopla sobre ellos y les dice

“reciban el Espíritu

Santoà” Este hará posible

el ejercicio de la misión

que les confía y producirá

el nuevo nacimiento

que da acceso al

Reino, la verdadera adoración

al Padre, el poder

de vivificar y el don de la

vida.

El Espíritu Santo derrama

la vida de Cristo

glorificado sobre los discípulos,

el mismo Jesús

está presente y actuante

en su comunidad, por

eso la comunidad tiene

la capacidad de perdonar,

porque en definitiva

es Dios el que perdona a

través de ella.

Conclusión

El Espíritu de Jesús

es la fuente de la vida en

la Iglesia. Sin ese Espíritu

la Iglesia se transforma

en una comunidad

sin sueños, sin utopías,

cargada de leyes rígidas

que no consuelan ni salvan,

de ritos vacíos que

ya no trasmiten la vida

de Dios, pregonera de

una moral de esclavos

que no suscita la verdad

que nos hace libres, y cerrada

a los cambios del

mundo y a las necesidades

de las personas, que

necesitan aliento para

vivir, esperanzas para

apuntalar sus vidas.

Este tiempo de Pascua

puede ser propicio

para dejar que el Señor

nos vuelva a comunicar

su paz y sople sobre nosotros

su “aliento de vida”,

el Espíritu que todo

lo transforma, para ser

instrumentos de reconciliación

en nuestra sociedad,

tendiendo puentes

de fraternidad, animando

espacios de solidaridad,

anunciando

buenas noticias de salvación

para todos.

De nada sirve escondernos

temerosos frente

al peligro que supone ser

testigos de lo que creemos,

porque en ello se

juega nuestra fe, nuestra

vida de discípulos.

Dejarnos

animar por su Espíritu,

sorprendernos por sus

impulsos que siempre renuevan,

escuchar su voz

que nos habla desde la vida

misma, allí donde el

amor se vuelve

presencia y

sacramento

del mismo

Dios.

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