Como el Padre me envió, yo los envío a ustedes Como el Padre me envió, yo los envío a ustedes
La escena tiene lugar
en Jerusalén en donde
los discípulos estaban
reunidos, esto nos muestra
el carácter eclesial de
la aparición. Las puertas
estaban cerradas “por
miedo a los judíos”, porque
todavía los discípulos
no se animaban a
pronunciarse a favor de
Jesús.
“Jesús vino y se puso
en pie en medio de ellos
y les dijo: “Paz a ustedes”.
El resucitado viene
a los suyos y se reúne
con ellos, puede hacerlo
siempre y nada lo impide.
Viene para comunicarles
su paz, es decir, su
presencia en medio de la
comunidad. Luego les
muestra sus manos y su
costado, Es el mismo
que han crucificado, del
que brotó sangre y agua,
signos de la salvación
obrada en la cruz.
Esta presencia llena
de gozo a los discípulos
porque saben que será
para siempre, Jesús vive
y ellos viven con él.
Nuevamente les comunica
su paz y los envía
como el Padre lo envía
a él.
Se trata de la
misma misión: glorificar
al Padre dando a conocer
su nombre y manifestando
su amor.
Luego
sopla sobre ellos y les dice
“reciban el Espíritu
Santoà” Este hará posible
el ejercicio de la misión
que les confía y producirá
el nuevo nacimiento
que da acceso al
Reino, la verdadera adoración
al Padre, el poder
de vivificar y el don de la
vida.
El Espíritu Santo derrama
la vida de Cristo
glorificado sobre los discípulos,
el mismo Jesús
está presente y actuante
en su comunidad, por
eso la comunidad tiene
la capacidad de perdonar,
porque en definitiva
es Dios el que perdona a
través de ella.
Conclusión
El Espíritu de Jesús
es la fuente de la vida en
la Iglesia. Sin ese Espíritu
la Iglesia se transforma
en una comunidad
sin sueños, sin utopías,
cargada de leyes rígidas
que no consuelan ni salvan,
de ritos vacíos que
ya no trasmiten la vida
de Dios, pregonera de
una moral de esclavos
que no suscita la verdad
que nos hace libres, y cerrada
a los cambios del
mundo y a las necesidades
de las personas, que
necesitan aliento para
vivir, esperanzas para
apuntalar sus vidas.
Este tiempo de Pascua
puede ser propicio
para dejar que el Señor
nos vuelva a comunicar
su paz y sople sobre nosotros
su “aliento de vida”,
el Espíritu que todo
lo transforma, para ser
instrumentos de reconciliación
en nuestra sociedad,
tendiendo puentes
de fraternidad, animando
espacios de solidaridad,
anunciando
buenas noticias de salvación
para todos.
De nada sirve escondernos
temerosos frente
al peligro que supone ser
testigos de lo que creemos,
porque en ello se
juega nuestra fe, nuestra
vida de discípulos.
Dejarnos
animar por su Espíritu,
sorprendernos por sus
impulsos que siempre renuevan,
escuchar su voz
que nos habla desde la vida
misma, allí donde el
amor se vuelve
presencia y
sacramento
del mismo
Dios.