“El Padre mismo os quiere” “El Padre mismo os quiere”
En aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos:
«En verdad, en verdad
os digo: si pedís algo
al Padre en mi nombre,
os lo dará.
Hasta ahora no habéis
pedido nada en mi
nombre; pedid, y recibiréis,
para que vuestra
alegría sea completa.
Os he hablado de esto
en comparaciones; viene
la hora en que ya no
hablaré en comparaciones,
sino que os hablaré
del Padre claramente.
Aquel día pediréis en
mi nombre, y no os digo
que yo rogaré al Padre
por vosotros, pues
el Padre mismo os quiere,
porque vosotros me
queréis y creéis que yo
salí de Dios.
Salí del Padre y he
venido al mundo, otra
vez dejo el mundo y me
voy al Padre”.
Jesús no va a intervenir ante el Padre por
nosotros; no es preciso que haga de filtro
“En mi nombre”.
¿Qué quiere decir esta
fórmula? Quizá lo primero
que nos viene a
la mente es que equivale,
cuando se trata
de pedir, a hacerlo
por medio de Jesús,
tomándolo como
intercesor. Pero
en este mismo pasaje
del evangelio afirma
Jesús que no va a
intervenir ante el Padre
por nosotros; no
es preciso que haga
de filtro, ponga el sello
a nuestra petición
y le dé curso oficial
con una señal aprobatoria.
Y cuando el Padre
da en nombre de
Jesús (v. 23b, según
cierta traducción),
tampoco sería necesario
que Jesús hiciera
de portador de los
dones del Padre hasta
nosotros.
En ese caso, ¿Qué
significa la fórmula
en cuestión? Sencillamente,
estar adheridos
por la fe y el amor
a Jesús, creer que ha
salido de Dios (v. 27),
pertenecerle de verdad.
Por la fe y el amor,
él está en nosotros
y nosotros en él. Y si
lo hemos acogido y él
habita en nosotros, el
Padre nos ama y nos
atiende. Tenemos hilo
directo con el Padre.
Sin embargo ûdiréisû,
la práctica de la
liturgia es constante:
la de pedir “por Jesucristo
nuestro Señor”.
De acuerdo, y seguiremos
ejercitándonos
en ella, porque
Jesús es el Mediador
y el que intercede ante
Dios Padre por nosotros.
Pero aquí se
nos da un toque de
atención para que vivamos
toda súplica
desde la fe en Jesús y
el amor a Jesús. Y ese
es el punto sobre el
que nos podemos examinar.
Sin esa raíz y clave,
sin esa comunión
vital, toda petición
pierde su sentido. Fe
y amor son el sello
que la hace cristiana
y la vuelve aceptable
ante el Padre.
Jesús, en este pasaje,
nos apremia a
que activemos esos
dinamismos b á s i -
cos que son como las
alas de toda súplica
(sea breve o no tanto,
tenga un contenido u
otro, la hagamos en
soledad o en comunidad,
la musitemos o la
expresemos en voz alta);
esas alas la llevan
ante el acatamiento
del Padre.