LOS LAICOS, PROTAGONISTAS EN LA VIDA Y MISIÓN DE LA IGLESIA DIOCESANA

Al cumplirse los sesenta de años de la creación de la Diócesis de Añatuya, quizás venga bien recordar brevemente lo referente a la participación de los laicos en la vida de la Iglesia. Tomemos conciencia que al crearse la Diócesis solo tenía 7 parroquias, muy distantes entre sí, y todas con mala comunicación. No existían rutas asfaltadas en todo el territorio diocesano.

Además, muchos de los pueblos y parajes de la Diócesis eran formados en torno de las estaciones del Ferrocarril, que, en ese tiempo por lo general, tenía un espíritu anticlerical, por lo que, al llegar el primero obispo, muy pocos laicos participaban activamente en la vida eclesial, y poquísimos eran varones.

Mons. Gottau, frente a este panorama tan poco alentador, intentó comenzar a cambiarlo. En ello, ciertamente también intervino la providencia, pues habiendo conocido en Córdoba, concretamente en Alta Gracia, a un grupo de hombres que hacían oración, averiguó quiénes eran, y cuando le informaron que se trataba de miembros del Movimiento de Cursillos de Cristiandad, resolvió hacer lo posible para que el mismo llegase a Añatuya. Es así como el primer cursillo de la Diócesis se realizó en el Santuario y pueblo de Mailín, en el año 1966, y a partir de entonces se sucedieron año tras año, cursillos de varones y de mujeres. Fue principalmente a través de este instrumento que los hombres se incorporaron a la vida de Iglesia.

También se trabajó con laicos en la catequesis, con sus cursos de formación de catequistas en el verano, las Cáritas parroquiales y Diocesana, las comisiones pro templo, y luego otras iniciativas y Movimientos que se fueron incorporando a la actividad pastoral hasta nuestros días.

La participación del laico en la vida de la Iglesia es fundamental, y más aún en nuestros tiempos tan secularizados. Pedimos al Señor por la intercesión de su Madre Santísima, que suscite en nuestra diócesis el deseo de una entrega cada día más generosa por parte de nuestros laicos, que dé como fruto familias verdaderamente cristianas, de las cuales puedan surgir también vocaciones a la vida consagrada. l