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Homilía del obispo José Luis Corral en Misa Crismal

04/04/2023 20:46 Interior
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Homilía del obispo José Luis Corral en Misa Crismal Homilía del obispo José Luis Corral en Misa Crismal

"En este día que nos reunimos para la celebración de la Misa Crismal en la Catedral de nuestra Diócesis de Añatuya vamos a realizar la renovación de las promesas sacerdotales y la bendición de los óleos que se utilizan en la celebración de los sacramentos. Damos gracias por el ministerio sacerdotal al servicio del santo pueblo fiel de Dios y pedimos la gracia para que lo vivamos con fecundidad, fidelidad y felicidad. El Evangelio de esta Eucaristía nos habla de Jesús que vuelve a Nazaret, su pueblo, a la sinagoga que seguramente le era familiar. Hoy, como cada año volvemos a nuestra Iglesia catedral, en cierto modo, nuestra casa materna, nuestro ''''Nazaret''''. En este Evangelio que proclamamos se pone en labios de Jesús que es ''''hoy'''' y en su persona que las profecías se cumplen, ese HOY está cargado de buenas noticas y de compasión, ese hoy recorre la historia y las generaciones, es también ahora y como un eco resuena entre nosotros".

"Hoy el Señor nos convocó para renovar la alianza eterna que ha sellado con su Pascua, hoy celebramos que su fidelidad es grande y que la promesa esperanzadora que nunca dejará de asistir a su Iglesia se cumple.Ser sacerdotes es, queridos hermanos, una gracia muy grande. Es una gracia que el Señor nos haya elegido de entre los hombres para devolvernos a la comunidad como padres y pastores.  El Señor nos recompensa con lo más preciado, poder ser contados entre sus amigos, distinguidos como de los suyos porque intentamos guardar sus palabras, permanecer en su amor y hacer lo que nos manda.Nos unge y consagra para que nos dejemos tomar por él y ser conducidos por su Espíritu, queremos servir a su modo y según su corazón, asimilar sus sentimientos y configurarnos con sus actitudes, hacer nuestras sus opciones y prolongar sus gestos. Queremos servir con humildad, sinceridad y generosidad, hoy, cada día y siempre. La gente de nuestras comunidades se lo merecen y lo necesitan". 

"El evangelio de Lucas nos dice que, luego de que Jesús leyó el pasaje del profeta Isaías delante de su gente y se sentó, los ojos de todos estaban fijos en él.  Nosotros hambreamos contemplar el rostro el Señor cada mañana, nos sentimos atraídos por su figura, con la mirada de la fe adoramos al Señor crucificado y resucitado. Cuando lo miramos nos sentimos seguros, recuperamos nuestro centro, encontramos luz y rumbo; cuando lo perdemos de vista nos confundimos y desorientamos.  Cuando lo miramos nos dejamos mirar por él, nos dejamos amar, perdonar, levantar.Cuando somos ordenados se nos recuerda que actuamos ''''in persona Christi'''', en la persona de Cristo, que con Cristo somos uno y su obra se realiza contando con nosotros. Por eso también estamos al tanto que nuestros hermanos ponen sus ojos en nosotros; no para examinarnos, no para controlarnos, sino para que le entreguemos aquello que necesitan y que ya el mismo Señor ha puesto en nuestras manos: la Palabra viva, la Presencia de Jesús, el Don de Dios. Hoy es un día propicio para no olvidar de dónde venimos, volver a hacer memoria, recordar, volver a los inicios del primer amor y acordarnos que no tenemos nada que no hayamos recibido por gracia. 

"Se nos aconseja no bajar los brazos. Nuestra misión nos la ha confiado el Señor, nos es un plan propio, o una mera auto percepción. Es el Señor quien nos dice ''''Yo los elegí''''; ''''No tengas miedo'''', ''''Yo estoy contigo''''.Juntos nos recordamos que no nos cortamos solos, tomar distancias afectivas y efectivas nos pueden llevan al aislamiento, al encierro y a la esterilidad. No creérnosla, no somos los mejores, somos simples servidores. Secundamos un plan que no empieza ni termina con nosotros, tenemos antecesores y tendremos sucesores.Caminar en la presencia del Señor es caminar también en presencia de los hermanos, junto al Obispo y al presbiterio, en medio de los hermanos que se nos han confiado y quienes nos acompañan también. Ahí descubrimos el rostro de Jesucristo y ahí damos la cara, para decir presentes, para ser transparencia de la bondad y del amor del Señor.  Ahí le ponemos el rostro al gozo y al dolor, con ellos reímos y lloramos, así manifestamos y damos razones de nuestra fe y de nuestra esperanza. Es un gran desafío y compromiso dejar que la comunidad poniendo los ojos en Jesucristo también los ponga sobre nosotros, porque somos pecadores, frágiles y tenemos nuestros límites. Pero ello no es pretexto para justificar y no empeñarnos en crecer en conversión y santidad. ''''Fijar los ojos en Jesús'''' es una gracia que, como sacerdotes, debemos cultivar. Mirar al Señor en cada situación y dejar que él nos mire el corazón, junto con el corazón de la gente con la que nos encontramos y cruzamos caminos.Cada día tenemos el inmenso regalo de elevar en la Santa Misa la hostia consagrada y el cáliz con la preciosa sangre, anunciar y proclamar el misterio de la fe, Cristo Jesús vivo y presente en medio nuestro. Toda nuestra vida al volverse eucarística se transforma en anuncio y presencia, ojala en todas nuestras acciones y servicios, palabras y obras podamos hacer elevar las miradas de muchos hacia el Señor quien al ser levantado en alto atrae a todos hacia sí". 

"Por ahí pasa nuestra misión cotidiana, en la vida y en la celebración, hacer visible a Jesucristo, ser sus testigos creíbles.  Que muchos lo tengan al alcance de su vista y siempre accesible, lo experimenten cercano y amoroso, lo reconozcan como Amigo y Señor. Cuando enaltecemos al Señor somos liberados de la tentación de encumbrarnos nosotros mismos, de seducir y cautivar para sí afectos, honores, reconocimientos que nos inflan de vanagloria y nos hinchan de ego. En esta misa crismal les deseo a los sacerdotes con quienes comparto el pastoreo en la esta Iglesia particular de Añatuya, que sostengamos la mirada en el Señor, autor y consumador de nuestra fe, nuestra Pascua, nuestra alegría y esperanza viva. Y que quien nos mira pueda descubrir en nosotros hombres de fe, que buscamos vivir con coherencia lo que predicamos y lo que hoy prometeremos; que no escóndenos nada bajo del poncho ni hacemos gambeteadas para esquivar compromisos. Queremos volver siempre a la vocación que somos servidores, no nos buscamos a nosotros mismos y no nos complacemos en tener el control y dominar a los demás. Que queremos ser memoria viviente de Jesús y de su Evangelio y hacer en su memoria lo que nos mandó,  que no es ni más ni menos, que dar y entregar la vida".

"Nuestra vida le pertenece, fuimos consagrados, nos dejamos consagrar, que seamos todo espacio y tiempo  para que en nosotros se complete la obra que él inció con el bautismo y con la ordenación sacerdotal. Que no hayan espacio privados y exclusivos donde no le permitamos que entre porque ello nos fragmenta y nos vuelve mentirosos y embusteros, porque escuchamos y seguimos otras voces y no la del Pastor, poque consumismos no lo que da vida, sino lo que entretiene, enferma o mata.  Como le gusta decir al Papa Francisco: no maquillemos nuestra vocación, no dejemos que la mundanidad invada el corazón, y seamos siempre capaces de desenmascarar los falsos dioses y señores con la oración, el discerniendo, la fraternidad sacerdotal, la cercanía a los laicos, a las religiosas que nos pueden ayudar muy bien. Hoy, Jesús Pastor y Sacerdote, Siervo Sufriente y Mesías, nos renueva en su alianza de amor y nos envía a los hermanos, sobre todo a los que sufren, a los que se les da vuelta la cara, a los que casi nadie mira, a los que son invisibilizados, los olvidados por la sociedad y por las autoridades. Poner los ojos en ellos es también ponerlos en el Crucificado Resucitado quien nos dice dónde los podemos ver y servir, en sus hermanos los más pequeños,  Queridos hermanos el Señor nos ha amado, entregó su vida por cada uno de nosotros, nos llama a su seguimiento y nos reviste con el oficio de amor para irradiarlo en la sociedad y en la cultura. Permanezcamos en el amor, unidos y caminando juntos, pastores y grey, el amor reclama una creciente apertura, mayor capacidad de acoger a otros. Si la fraternidad crece entre nosotros será nuestro mejor aporte al ideal de paz y de justicia para construir una Patria de hermanos. Con María, Madre de la Iglesia, como en el cenáculo, reavivemos el don recibido por la imposición de las manos y ungidos con el óleo de la alegría volvamos a ser enviados a la misión de anunciar el Evangelio de la salvación a todos los pueblos".

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