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A 20 años de una caricia y un video que conmovió al mundo

17/08/2016 13:04 Mundo Web
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Fue la prehistoria de los videos virales. Un video de una viralidad intensa, hipnótica, antes de que los videos virales existieran como tales. Ocurrió hace exactamente 20 años y tuvo –tiene- como protagonistas a una gorila y a un nene de tres años. Es un video donde una mano meció la cuna pero no dominó al mundo, sino que lo conmovió.

Cuesta pensar en un video que todo el mundo vio de hace 20 años, cuando una computadora con conexión promedio a Internet hacía ruidos extraños y tardaba minutos en bajar una foto demasiado pesada. Pero así fue con uno de los gestos de fraternidad natural entre los animales y el hombre más perdurables que se hayan registrado.

Ocurrió un viernes soleado en el Brookfield Zoo de Chicago, en los Estados Unidos. Alrededor de la fosa donde convivían como podían ocho gorilas, un chico de tres años se separó de sus padres. Saltó la barrera de cemento que aislaba a los visitantes de los simios y cayó sin más. Fue un golpe durísimo, desde una altura de cinco metros y sobre un piso de cemento.

En ese momento una cámara lo enfocó. Tirado en el suelo, inconsciente y sangrando por una herida en la cabeza. Entre los gritos desesperados de los visitantes al zoo, varios de los gorilas comenzaron a merodear amenazantes. Más gritos. Uno de los animales, una hembra de ocho años llamada Binti Jua, llegó hasta el nene. Ahí los gritos se convirtieron en alaridos desesperados.

Pocos notaron que, al acercarse al cuerpo del nene, Binti Jua llevaba a su propia cría en su espalda. Despreciando lo que hubieran imaginado en esos segundos lo que estaban gritando, la gorila levantó al chico del suelo con suavidad, justo cuando los otros animales se acercaban al oírlo gimotear.

Desde afuera, los cuidadores echaban agua para mantener a los animales alejados, pero Binti Jua había tomado el control de la situación.

Con el nene a cuestas, se detuvo e hizo lo impensado, o no tanto. Primero lo acarició. Luego lo acunó. Y lo llevó hasta la puerta que los cuidadores usaban para alcanzarles la comida a los animales, donde un equipo médico esperaba expectante sin saber muy bien qué hacer. Al final, Binti Jua sencillamente les entregó el chico a los médicos.

En minutos, el video estaba al aire en CNN y desde allí se reprodujo sin pausa en cientos y cientos de canales de TV de todo el mundo. Binti Jua se convirtió en una celebridad, el ejemplo más claro de la definición de Diane Fossey, la antropóloga que estudió durante 20 años a los gorilas en Ruanda, acerca de que se trataban de “los animales más gentiles del universo”.

El chico fue internado en el Centro Médico de la Universidad de Loyola y nunca se supo su identidad porque su familia se cerró al periodismo. No debe ser fácil enfrentar micrófonos cuando un hijo cae en una fosa con gorilas.

Al día siguiente, una frutería de Chicago le dio a Binti Jua el primero de los muchos regalos que recibiría después: 12 kilos de bananas. En el zoológico le dieron mayor libertad en un árbol sin hojas. Los turistas y periodistas se apiñaron y desfilaron por la fosa para ver a la estrella durante algunos días.

En la misma semana, la Asociación Literaria de Admiradores de Edgard Rice Burroughs, el creador de Tarzán, le entregó simbólicamente el Premio Kala, con una placa colocada en su hogar del zoológico junto con muchas bananas. Así se llamaba la mona que en la ficción literaria rescata a John Clayton Greystoke en la saga del hombre mono.

Enseguida surgió la noticia de que Binti Jua había recibido lecciones sobre cría cuando estaba preñada. Le habían dado un animal de paño cubierto con pelo sintético para que jugara con él. También habían usado una jeringa para generar la succión y que se acostumbrara a amamantar. Pero la explicación era mucho más sencilla. El psicólogo de animales del Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos, Gregory Westergaard, sostuvo que “la gente sigue subestimándola bondad de los grandes simios”. Y en el Centro de Investigaciones de Primates de la Universidad de Emory, en Atlanta, Kenneth Gould decía que la actitud de Binti Jua no era “sorprendente”.

“Creo que exageramos si vemos altruismo en ese gesto”, sostenía. Básicamente, los expertos no descartaban que la conducta de Binti Jua hubiera sido reforzada por esas lecciones de crianza, pero concluían que, en definitiva, había actuado naturalmente. Había visto un ser vivo desvalido, que no era una amenaza, y lo había ayudado.

Y después

Binti Jua vive sus últimos años en el mismo lugar de su momento de fama, en el Zoo de Chicago. Sigue siendo una atracción, pero ya es abuela y se la puede ver jugando con sus nietos.

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