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Ser joven y monotributista

21/04/2022 11:29 Opinión
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Ser joven y monotributista Ser joven y monotributista

El empleo es una de las principales preocupaciones que aquejan las juventudes a lo largo y ancho de todo el mundo y, muy especialmente, en nuestro continente y en nuestro país.

En Argentina, del 2016 en adelante, el desempleo juvenil ha superado el 15% de manera constante, siendo siempre mayor en las mujeres y viéndose contundentemente agudizado por sucesivas crisis económicas y el impacto de la pandemia. Es un hecho que les jóvenes tienen enormes dificultades para insertarse en el mercado laboral y que, cuando lo logran, es mayormente bajo condiciones de precarización.

El pasado lunes, el Gobierno anunció un paquete de medidas destinadas a amortiguar el impacto de la inflación en el bolsillo de los sectores más vulnerables de la sociedad. Entre esas medidas, se encuentra la emisión de un bono extraordinario para montributistas de categorías A y B de entre 18 y 65 años que perciban hasta dos Salarios Mínimos, Vitales y Móviles. Para los trabajadores con ingresos no formales y monotributistas, el bono será de $18.000 y se emitirá en dos cuotas.

Reuní testimonios de 20 monotributistas de entre 25 y 30 años que residen en la provincia de Buenos Aires y cumplen los requisitos necesarios para recibir el bono. El Salario Mínimo, Vital y Móvil actual asciende a $38.940, por lo que se trata de jóvenes que no superan los $77.880 de facturación mensuales.

Lo primero a destacar de estos testimonios es que de las 20 personas con las que hable, ninguna sostiene su economía con un único empleo fijo y estable. La mayoría trabaja en modalidad freelance y quienes sí tienen un empleo fijo, lo complementan con uno o varios trabajos temporales o de carácter esporádico.

Esta inestabilidad en relación al ingreso mensual se traduce en el plano de su situación habitacional. Ningunx de estxs jóvenes llega a cubrir gastos de alquiler y servicios. Muchxs de ellxs aún no han podido abandonar la casa familiar debido a la precariedad de su condición laboral, y quienes sí lo han logrado, comparten gastos con una o varias personas más.

En otras palabras, la norma es tener más de un trabajo y aun así no alcanzar la independencia económica.

Otro factor que se repite es que, a pesar de que cuentan, con 7 años (en promedio) dentro del mercado laboral –por haber comenzado a trabajar a los 17, 18 o 19 años-, escasean entre ellxs las experiencias de trabajos en blanco. La mayoría trabajaron varios años en condición informal antes de convertirse en monotributistas.

Regina tiene 25 años y es freelancer. Tiene un promedio de 4 trabajos simultáneos. Algunos tienen que ver con lo que estudia (animación) y otros, para nada. “No pago alquiler ni servicios porque tengo la suerte de que mis viejos puedan sostener esos gastos y sigan teniendo espacio donde yo pueda vivir (y a la vez trabajar). Estoy queriendo juntar todo lo que pueda para que el día de dejar de ser un peso”. Cuando le pregunto para que usaría los $18.000, me responde que piensa en invertir en herramientas laborales, pero también en ahorrar, porque “los precios alquileres en capital federal (si tenés la suerte de encontrar algo) son una demencia. En mi tipo de trabajo, donde no se tiene una entrada fija y segura por mes, hay que ser precavido y ordenado. Hay meses en los que te puede ir de maravilla y otros muy mal. Necesito esa seguridad económica antes de poder mudarme, un colchón”. En ese sentido, el bono la tranquiliza: “En este momento donde quiero empezar a independizarme más económicamente cualquier cosa ayuda”.

Estrella, que tiene 27 años y trabaja en una universidad nacional dando asistencia técnica a docentes con el campus virtual y en el ministerio de educación de CABA, también se siente aliviada con la noticia: “Un poco me tranquilizó el anuncio del bono, y automáticamente reenvíe la noticia entre amigues que estamos en la misma. Entendemos que es un parche pero algo tranquilizó.” En cuanto al destino de ese ingreso, comentó que “seguramente lo utilice para pagar el monto del monotributo y para aliviar las deudas que tengo con la tarjeta de crédito.”

La cancelación de deudas tanto del monotributo como de tarjetas de crédito se repite como un gasto importante que el bono viene a aliviar. Andrés, editor audiovisual de 26 años, también lo considera prioridad. “Voy a usarlo para pagar las deudas del monotributo principalmente. Lo que sobre, va para pagar el alquiler. No me tranquilizó el anuncio del bono pero me pareció una buena oportunidad, y me alegró saber que hay personas que lo necesitan mucho más que yo y seguramente les alivie un poco la presión económica”. Sobre su historial de trabajos, cuenta que nunca tuvo uno fijo en blanco. “Hubo tres proyectos en los que parte de mis honorarios iban en blanco, y uno completamente en blanco. Ninguno de estos duró más de dos meses”.

“Lo usaría para pagar la tarjeta de crédito” dice Francisca. Trabaja desde los 18 años y sólo tuvo un trabajo en blanco, en Starbucks. Ahora encontró un ingreso fijo trabajando en una galería de arte, y lo complementa con otros ingresos eventuales. Tiene 25 años, se inscribió al monotributo porque se lo requería un puesto laboral anterior en el Gobierno de la Ciudad. “El bono no me tranquiliza, pero sí me alegra”.

Cuando le pregunto a Fausto si a él lo tranquiliza dice que no puntualmente. “Creo que hay un problema inflacionario global y los países pobres vamos a recibir el impacto”. Tiene 26 años, empezó a trabajar a los 19 y hoy no tiene un trabajo fijo. “No pago servicios ni alquiler porque estoy hace meses viviendo en casas de amigos. Me inscribí al monotributo porque necesitaba validar mis ingresos a la hora de conseguir un alquiler. Si me otorgan el bono voy a usar la plata para comer, literalmente”.

A Teo tampoco le resultó un alivio la noticia. “Ni le di bola, me parece un monto miserable para la inflación que hay en este país hambreado y de moneda africana. Igual me voy a anotar. Lo voy a usar para cubrir deudas, seguramente. O para huevadas. El dinero se escurre como agua entre los dedos y me resulta casi imposible planificar gastos en una economía tan inestable e incomprensible.” Julián es traductor freelancer. Al igual que Regina, vive aún en la casa en la que se crió, lo que le evita pagar alquiler.

Si bien las experiencias y las lecturas de las propias realidades son diversas en algunos aspectos, estos testimonios revelan que el apoyo económico ofrecido por el Estado llega a un sector de la sociedad que lo necesita con urgencia. Urgencia no es únicamente no tener qué comer –aunque, claro está, es primorial que el Estado atienda a quienes hoy están bajo la línea de indigencia- sino también, que la fuerza de trabajo entregada al mercado laboral nunca se termine de corresponder con la calidad de vida a la que se accede. Es evidente, asimismo, que la medida no resolverá el problema estructural que subyace a las condiciones precarizantes con las que se enfrentan las juventudes al ingresar al mercado laboral.

Por Irene Polimeni Sosa

El empleo es una de las principales preocupaciones que aquejan las juventudes a lo largo y ancho de todo el mundo y, muy especialmente, en nuestro continente y en nuestro país.

En Argentina, del 2016 en adelante, el desempleo juvenil ha superado el 15% de manera constante, siendo siempre mayor en las mujeres y viéndose contundentemente agudizado por sucesivas crisis económicas y el impacto de la pandemia. Es un hecho que les jóvenes tienen enormes dificultades para insertarse en el mercado laboral y que, cuando lo logran, es mayormente bajo condiciones de precarización.

El pasado lunes, el Gobierno anunció un paquete de medidas destinadas a amortiguar el impacto de la inflación en el bolsillo de los sectores más vulnerables de la sociedad. Entre esas medidas, se encuentra la emisión de un bono extraordinario para montributistas de categorías A y B de entre 18 y 65 años que perciban hasta dos Salarios Mínimos, Vitales y Móviles. Para los trabajadores con ingresos no formales y monotributistas, el bono será de $18.000 y se emitirá en dos cuotas.

Reuní testimonios de 20 monotributistas de entre 25 y 30 años que residen en la provincia de Buenos Aires y cumplen los requisitos necesarios para recibir el bono. El Salario Mínimo, Vital y Móvil actual asciende a $38.940, por lo que se trata de jóvenes que no superan los $77.880 de facturación mensuales.

Lo primero a destacar de estos testimonios es que de las 20 personas con las que hable, ninguna sostiene su economía con un único empleo fijo y estable. La mayoría trabaja en modalidad freelance y quienes sí tienen un empleo fijo, lo complementan con uno o varios trabajos temporales o de carácter esporádico.

Esta inestabilidad en relación al ingreso mensual se traduce en el plano de su situación habitacional. Ningunx de estxs jóvenes llega a cubrir gastos de alquiler y servicios. Muchxs de ellxs aún no han podido abandonar la casa familiar debido a la precariedad de su condición laboral, y quienes sí lo han logrado, comparten gastos con una o varias personas más.

En otras palabras, la norma es tener más de un trabajo y aun así no alcanzar la independencia económica.

Otro factor que se repite es que, a pesar de que cuentan, con 7 años (en promedio) dentro del mercado laboral –por haber comenzado a trabajar a los 17, 18 o 19 años-, escasean entre ellxs las experiencias de trabajos en blanco. La mayoría trabajaron varios años en condición informal antes de convertirse en monotributistas.

Regina tiene 25 años y es freelancer. Tiene un promedio de 4 trabajos simultáneos. Algunos tienen que ver con lo que estudia (animación) y otros, para nada. “No pago alquiler ni servicios porque tengo la suerte de que mis viejos puedan sostener esos gastos y sigan teniendo espacio donde yo pueda vivir (y a la vez trabajar). Estoy queriendo juntar todo lo que pueda para que el día de dejar de ser un peso”. Cuando le pregunto para que usaría los $18.000, me responde que piensa en invertir en herramientas laborales, pero también en ahorrar, porque “los precios alquileres en capital federal (si tenés la suerte de encontrar algo) son una demencia. En mi tipo de trabajo, donde no se tiene una entrada fija y segura por mes, hay que ser precavido y ordenado. Hay meses en los que te puede ir de maravilla y otros muy mal. Necesito esa seguridad económica antes de poder mudarme, un colchón”. En ese sentido, el bono la tranquiliza: “En este momento donde quiero empezar a independizarme más económicamente cualquier cosa ayuda”.

Estrella, que tiene 27 años y trabaja en una universidad nacional dando asistencia técnica a docentes con el campus virtual y en el ministerio de educación de CABA, también se siente aliviada con la noticia: “Un poco me tranquilizó el anuncio del bono, y automáticamente reenvíe la noticia entre amigues que estamos en la misma. Entendemos que es un parche pero algo tranquilizó.” En cuanto al destino de ese ingreso, comentó que “seguramente lo utilice para pagar el monto del monotributo y para aliviar las deudas que tengo con la tarjeta de crédito.”

La cancelación de deudas tanto del monotributo como de tarjetas de crédito se repite como un gasto importante que el bono viene a aliviar. Andrés, editor audiovisual de 26 años, también lo considera prioridad. “Voy a usarlo para pagar las deudas del monotributo principalmente. Lo que sobre, va para pagar el alquiler. No me tranquilizó el anuncio del bono pero me pareció una buena oportunidad, y me alegró saber que hay personas que lo necesitan mucho más que yo y seguramente les alivie un poco la presión económica”. Sobre su historial de trabajos, cuenta que nunca tuvo uno fijo en blanco. “Hubo tres proyectos en los que parte de mis honorarios iban en blanco, y uno completamente en blanco. Ninguno de estos duró más de dos meses”.

“Lo usaría para pagar la tarjeta de crédito” dice Francisca. Trabaja desde los 18 años y sólo tuvo un trabajo en blanco, en Starbucks. Ahora encontró un ingreso fijo trabajando en una galería de arte, y lo complementa con otros ingresos eventuales. Tiene 25 años, se inscribió al monotributo porque se lo requería un puesto laboral anterior en el Gobierno de la Ciudad. “El bono no me tranquiliza, pero sí me alegra”.

Cuando le pregunto a Fausto si a él lo tranquiliza dice que no puntualmente. “Creo que hay un problema inflacionario global y los países pobres vamos a recibir el impacto”. Tiene 26 años, empezó a trabajar a los 19 y hoy no tiene un trabajo fijo. “No pago servicios ni alquiler porque estoy hace meses viviendo en casas de amigos. Me inscribí al monotributo porque necesitaba validar mis ingresos a la hora de conseguir un alquiler. Si me otorgan el bono voy a usar la plata para comer, literalmente”.

A Teo tampoco le resultó un alivio la noticia. “Ni le di bola, me parece un monto miserable para la inflación que hay en este país hambreado y de moneda africana. Igual me voy a anotar. Lo voy a usar para cubrir deudas, seguramente. O para huevadas. El dinero se escurre como agua entre los dedos y me resulta casi imposible planificar gastos en una economía tan inestable e incomprensible.” Julián es traductor freelancer. Al igual que Regina, vive aún en la casa en la que se crió, lo que le evita pagar alquiler.

Si bien las experiencias y las lecturas de las propias realidades son diversas en algunos aspectos, estos testimonios revelan que el apoyo económico ofrecido por el Estado llega a un sector de la sociedad que lo necesita con urgencia. Urgencia no es únicamente no tener qué comer –aunque, claro está, es primorial que el Estado atienda a quienes hoy están bajo la línea de indigencia- sino también, que la fuerza de trabajo entregada al mercado laboral nunca se termine de corresponder con la calidad de vida a la que se accede. Es evidente, asimismo, que la medida no resolverá el problema estructural que subyace a las condiciones precarizantes con las que se enfrentan las juventudes al ingresar al mercado laboral.

Fuente: Télam

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