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¿Te cuesta decir “sí” o te cuesta decir “no”?

05/08/2022 05:04 Opinión
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¿Te cuesta decir “sí” o te cuesta decir “no”? ¿Te cuesta decir “sí” o te cuesta decir “no”?

Las dos palabras más poderosas que existen en el universo son breves:“sí” y “no”. Todos los seres humanos tenemos una especie de semáforo incorporado. ¿Qué significa esto? Que en la vida no todo es “sí” (vamos), pero tampoco todo es “no” (basta). En algunas cuestiones, hacemos uso de la primera palabra; mientras que, en otras, hacemos uso de la segunda.

Uno de los ámbitos donde expresamos que sí o que no es en las relaciones interpersonales que experimentamos a diario. Y esto también aplica a la relación que cada uno tiene consigo mismo. Ahora, en ocasiones, ese semáforo interno no funciona del todo bien. Veamos algunos ejemplos…

Hay personas que le dicen que sí a todo el mundo. Eso implica que lo único que tienen es luz verde. Pero, en el fondo, lo dicen por miedo. Temen decir que no porque creen que el otro se va a enojar, que los va a abandonar, que los va a maltratar. Entonces el temor hace que lo único que digan sea “sí”.

Otro motivo que esconde esta actitud es la omnipotencia. La persona piensa: “Yo lo puedo todo”. Cuando le preguntan: “¿Podés hacer esto?”, responde que sí inmediatamente, sin dudarlo. Cuando alguien anuncia: “Hay que ir para allá”, contesta: “Yo voy”. La omnipotencia, o el rol del héroe, lleva a un ser humano a funcionar sin el “no”.

En el otro extremo tenemos a las personas para las cuales todo es “no”. Hay gente que, cuando uno le empieza a hablar, ya antepone el “no”. ¿Por qué motivo? Porque están enojados. “Hay que hacer esto”, les dicen y su respuesta es: “No se puede”. O les piden: “Por favor, tenés que venir para acá”, y contestan: “Ahora no puedo”.

Alguien que siempre reacciona con un “no” es una persona que, aunque no esté consciente de ello, se siente muy frustrada en algún área de su vida. Como resultado, no le funciona el sí. Aunque los demás intenten darle ánimo, siempre responde que no. ¿La razón? Ese enojo interno que tiene lo proyecta en lo externo.

Otro motivo para el “no” continuo es la culpa. Muchos tienen la sensación de: “No me lo merezco”. Por eso, si les hacen una invitación como: “Dale, vamos a divertirnos hoy”, ponen alguna excusa para no hacerlo. En el fondo, se sienten muy culpables por algo que hicieron, o dejaron de hacer, y llegaron a creer que no son merecedores de nada bueno.

Una persona sana es libre de miedo, omnipotencia, enojo y culpa permanentes y trata de funcionar, para algunas cosas, en el “sí”; y para otras, en el “no”. Ahora, para fijar límites afuera, primero debemos fijarlos por dentro. Por eso, cuando los adultos les ponemos límites a los chicos, no es para que se porten bien, sino para que guarden estas dos palabras poderosas y el día de mañana las usen diciéndole que sí a lo bueno y que no a lo malo.


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