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EL LIBERAL . Opinión

Casi feliz

Por Soleil

Casi feliz, no completamente. Cuando me preguntan cómo me siento, no hay una respuesta más certera que “casi feliz”. Ni muy ni poco, ni ahí ni allá, ni aquí ni dónde. La felicidad nunca es completa, y suelo pensar que es demasiado efímera. Tal vez más de lo que deseamos, pues, el ser humano es alguien que busca la felicidad, pienso. Y no lo pienso desde el lado cursi de la situación, sino desde la realidad ¿Cuántas veces no soñamos cosas hermosas, que deseamos que se hagan realidad? Eso, amigos míos, es el deseo de la felicidad.

Detengámonos un segundo ahí: el deseo de la felicidad. No me puedo atribuir el concepto, porque sería muy osado, pero es algo que pienso con recurrencia. Nosotros no planeamos sentirnos mal, tristes, desolados. Pero, muchas veces, sí planeamos sentirnos casi felices.

Casi, porque es el deseo de estar felices. Queremos, lo necesitamos, de algo que nos haga pensar que nuestra existencia no es insignificante en este universo.

¿Cómo conseguimos eso? Fácil, soñando. El poder de los sueños es impresionante.

También creo que influyen las buenas energías y los pensamientos “positivos”, pero el soñar algo, anhelarlo, eso nos puede hacer inmensamente felices. Pero, como dice mi título, somos casi felices.

Porque alcanzar esa felicidad que soñamos es casi imposible, porque nunca estaremos conformes con lo que tenemos, somos o podemos ser. Nos disgustamos con nuestros colores. Con nuestros matices. Con nuestro ser. Y eso es una de las cosas que no nos permite ser felices.

¡Pero qué puedo hablar yo de felicidad! Quizá, hace tiempo no me siento feliz. O casi feliz. Pues cuando siento que estoy cerca, algo me hace dudar de que sea real. Es “demasiado bueno para ser verdad”, como dirían por ahí. No puedo comprenderlo, no puedo alcanzarlo.

Me retraigo en mi pequeño e insignificante ser, no puedo ver con claridad. Les comentaré un poco sobre algo que amo: la filosofía. Y es, pues, que existen tres alegorías, una de ellas es la alegoría de la caverna. La cual nos relata la historia de un prisionero que, por algún motivo, sale de su caverna donde estaba preso. Se le dificulta ver el sol, pues estaba acostumbrado a una oscuridad inmensa y a ver sólo sombras. Todo le parece nuevo, es un mundo por conocer. El prisionero liberado, después de conocer el mundo, vuelve a su antiguo lugar para mostrarles a los otros prisioneros, atados de pies y manos, que hay algo hermoso afuera. Ellos no le creen, dudan.

¿Pueden ver a dónde los quiero llevar? Así como el prisionero liberado, nos cuesta ver la felicidad. Y una vez que la encontramos, queremos compartirla. Pero, muchas veces, las otras personas no pueden verlas. Esta es mi alegoría favorita por esa razón, desde que la conocí, me di con una realidad hermosa: hay algo que nos priva de ser felices, pero cuando lo superamos, todo es un sol brillante.

Y yo sé que para mis compañeros santiagueños hablarles de un sol brillante no es algo confortable, pero imaginemos que estamos en invierno, sí, sí.Y sale el sol, en medio del frío crudo, y nos sentimos abrazados por él. Lo primero que queremos hacer es buscar a nuestros seres queridos, que sientan lo mismo. Pero muchos dirían: “no”. Y es ahí cuando, como el prisionero, tendremos que usar artimañas para convencerlos.

Pero esto de la felicidad llega a ser muy complejo, tal vez más que una de las tres alegorías. Las otras dos no vienen al caso mencionarlas, creo, tal vez me equivoque. Pero me gustó compartirla y creo, fielmente, que si somos como el prisionero liberado, si nos ponemos a ver el mundo con todos sus matices, podremos ser más que casi felices. Todo depende de cómo lo veamos ¿No creen? Un casi feliz, puede ser todo lo que necesitemos.

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