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Sexualidad y discapacidad

06/05/2023 22:15 Opinión
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Sexualidad y discapacidad Sexualidad y discapacidad

POR FRANCISCO VIOLA

Soy hipoacúsico. Es decir que tengo una discapacidad. No escucho bien y sé que eso me ha privado de algunas cosas. Es una realidad descriptiva. Soy, además un ser sexuado y como tal, confieso, me gusta el sexo y lo puedo disfrutar. También es descriptivo. Ahora bien, cuando se combinan estas dos realidades aparece una dificultad: no siempre escucho, por ejemplo, lo que me pueden decir en la intimidad. Pero, no obstante, con hipoacusia y todo, puedo disfrutar la vida sexual si se da la oportunidad. Algo tan obvio como humano. Disfrutamos con los sentidos que tenemos, no con las carencias. Disfrutamos con las posibilidades que desarrollamos, no con las que nos faltan.

Algo tan evidente como que mi discapacidad no impide ni el deseo, ni la actividad, ni el placer. ¿Por qué estas obviedades? Podrían preguntar. Pues la respuesta es simple: La relación entre discapacidad y sexualidad ha sido ignorada, maltratada, condicionada, limitada, estigmatizada, imposibilitada, silenciada muchísimo tiempo y, por más que hoy hay voces, pedidos, exigencias, intenciones, motivaciones, acciones, leyes y compromisos, aún sigue siendo un tema que nos cuesta ya que aún genera una controversia, independiente de lo que diga la ciencia.

Por ello, vamos con algunas aclaraciones. A La sexualidad es una cualidad humana irrenunciable porque forma parte de su identidad que se manifiesta de varios modos. Es decir, podemos renunciar a tener actividades sexuales, como decisión propia, pero no dejaremos de ser sexuados nunca. Este es el punto capital para pensar la asociación de la sexualidad con cualquier contingencia humana, sea natural (edad), adquirida tanto por herencia o por circunstancia (discapacidad o alguna enfermedad –que no son lo mismo). La sexualidad siempre está presente.

B La vida sexual activa es una de las posibilidades ciertas para todo ser humano que permite una mejor calidad de vida ya que genera bienestar, entre otros beneficios. ¿Esto hace que estemos obligados a la actividad sexual? Obviamente no. Señalemos que eso es una decisión personal, no podemos imponerla como conducta (es más, el hacerlo es un delito). Pero es lógico que todo ser humano pueda querer tenerla, porque el deseo por la actividad sexual existe. A lo largo de la historia se sostuvo, contrario a la verdad, que las personas con discapacidad no querían y/o no debían tener interés sexual, por eso hemos actuado de modo injustificadamente restrictivo, ilógicamente condenatorio, excesivamente paternalista y absurdamente anticientífico. Lo que, sobre todo, ha hecho que neguemos que las personas con alguna discapacidad tengan derecho a ser todo lo humano que son.

Frente a lo dicho tenemos tres cuestiones a pensar y hacer: 1- A nivel social cómo hacemos para fomentar que la sexualidad y discapacidad se la favorezca positivamente. En este punto entran en juego las leyes que van a favor de la autonomía de las personas, la protección de las mismas y los recursos que se consideran necesarios implementar para que las personas con discapacidad puedan disfrutar de la vida sexual. Un punto importante en esto es establecer un sistema de protección ante la violencia que puede aparecer en este grupo en particular.

2- A nivel familiar: La pregunta clave a hacernos es ¿cómo hacemos frente a la inquietud que genera que alguien que tenga una discapacidad cualquiera, pueda vivir la vida en todas sus dimensiones? Se puede comprender dos cosas: que la familia se preocupe por eventos o situaciones en las cuales quien tiene una discapacidad se exponga; es lógico, y que sabemos que la vida sexual, como la vida relacional, siempre es un constante carrusel de situaciones. Pero no por eso la evitamos, sino que aprendemos a tener los cuidados y a desarrollar actividades a favor. Aquí entra el rol de la educación sexual integral, también frente a la discapacidad y frente a quienes conviven con personas con esa situación.

3- A nivel relacional. La pregunta básica sería ¿Cómo vemos a quien tenemos al frente? ¿Esa persona que nos genera inquietud por lo que le pasa, como nos afecta? ¿Nos genera preocupación, miedo, ansiedad u otras cosas? Esto, básicamente tiene que ver con como manejamos lo que es diferente, la diversidad, lo no formateado según nuestras ideas. Resumiendo: la discapacidad no elimina el deseo de una vida sexual. Existe y es importante. Tener inquietudes sobre eso es normal porque no sabemos y, entonces, hagamos lo que hacemos cuando no sabemos, aprendemos y no simplificamos la realidad con estereotipos, mitos y mentiras. Porque como seres humanos nos merecemos siempre ser más humano y contemplar al otro, en sus necesidades y sus posibilidades, con el más completo respeto, con la convicción de sus derechos y con la intención del bienestar.

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