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EL LIBERAL . Opinión

Clive Barker, el “terror negro” y el universo de Jordan Peele

La película se convirtió en un cl�sico con toda justicia

La película se convirtió en un clásico con toda justicia.

09/10/2021 20:18 Opinión
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Clive Barker, el “terror negro” y el universo de Jordan Peele Clive Barker, el “terror negro” y el universo de Jordan Peele

Por Heraldo Pastor. Para EL LIBERAL

Este es el segundo largo de la realizadora estadounidense Nia DaCosta: en 2018 presentó el western "Little Woods"; y para el año próximo tiene un proyecto Marvel, o sea que va a convertirse en un artista más abducido por el pulpo superheroico. Sin embargo, es muy notable en "Candyman" la impronta de Jordan Peele, quien colaboró aquí en el guión y la producción. La marca es tan evidente que uno se siente inclinado a preguntar por qué no la dirigió él mismo. Puede que lo haya aclarado en alguna entrevista; seguramente está abocado a su nuevo trabajo personal, "Nope", a estrenarse a mediados del 2022. O quizá quiera construir su propio "Peele-verse", dedicado al universo afroamericano dentro del terror, género en el cual ya ha conseguido respeto y agradecimiento de los aficionados. Por esto, no extrañó que se haya interesado en producir también una "remake" de la película de Wes Craven "The people under the stairs", de 1991, de similar enfoque sociocultural.

"Candyman" recupera el relato de Clive Barker, "The forbidden", que forma parte de su muy valorada antología de relatos "Books of blood" (1984). Curiosamente, en el cuento original no estaba planteado lo racial, sino una cuestión de clase, apuntes sobre la violencia cotidiana ("Estamos aturdidos por tanta violencia –reflexionaba uno de los personajes–. Por eso ya no la distinguimos, ni siquiera cuando la tenemos delante de nuestras narices") y un inteligente e interesante ejercicio metadiscursivo acerca de los relatos populares y mitos urbanos que el propio Barker intentaba establecer con su personaje del Caramelero.

Cuando Bernard Rose filma (y además escribe el guión) el cuento en 1992, cambia el enfoque e introduce el factor racial. Es interesante pensar de quién pudo haber provenido la idea de tal viraje; Barker intervino en la producción ejecutiva de la película, así que es de pensar que el escritor no fue ajeno al cambio radical en la trama. La historia de Daniel Robitaille, el letal fantasma del gancho en vez de mano, se remonta a fines del siglo XIX; había sido un artista plástico hijo de un esclavo negro, y por enamorarse de una joven blanca fue muerto en un linchamiento, una víctima más del ancestral racismo estadounidense. Hubo una "Candyman 2" en 1995, pero en esta Barker ya no tuvo participación alguna; y una "Candyman 3" en 1999, mal recibida por crítica y público, con Barker otra vez como guionista.

Un clásico con toda justicia

La película se convirtió en un clásico con toda justicia y, como tal, resiste bien el paso del tiempo. Fue todo un hito en el cine de terror por el solo hecho de ubicar a alguien de raza negra en un rol protagónico; es cierto que ya lo había hecho George Romero en "Night of the living dead" (1968), presentando a un héroe negro como líder en su relato; pero Candyman era el primer monstruo de esa raza, el primer asesino sobrenatural negro. "Blackula" (1972), otro antecedente, había sido solamente una transposición, en la época del "blaxpoitation", de un monstruo clásico del gótico; ahora se traía un concepto original. No es casual que el asesino del gancho resucite y vuelva a matar cuando Ellen, la estudiante universitaria, encarnada por la rubia de porte angelical Virginia Madsen, niegue su existencia; lo cual se corresponde con una negación de la identidad (o lo que vulgarmente llamamos hoy "ninguneo") que era habitual hacia los negros. Sin embargo, en el acoso del fantasma, todavía hay una mirada "blanca" en la construcción del miedo, reminiscencias de la idea racista del negro como amenaza para la pureza de jóvenes blancas. Además, como otra expresión de esa mirada, el film se hace eco de la representación de un barrio negro como espacio de terror.

"Candyman" (2021) tiene esto y otros jugosos textos, que enriquecen el discurso y permiten ver el film no solamente como una "simple" pieza de terror. Igualmente, funciona como exponente del género. El relato tiene intriga, tensión creciente, secuencias de gran impacto bien dosificadas; la cámara de Nia DaCosta es virtuosa, consigue un producto visualmente muy atractivo. Por ahí hay alguna secuencia (la del baño del colegio) que luce como injertada para satisfacer las expectativas del público que ya conoce o ha oído hablar de este monstruo; y la cuestión de la herida en la mano no motiva una reacción lógica del protagonista y cae en lo burdo e inverosímil. Pero más allá de estas objeciones, esta es una más que digna recuperación del villano del gancho.


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