Navidad, Año Nuevo y la pregunta del millón ¿en dónde pasamos las fiestas?

Esta época del año, de Navidad y Año Nuevo, suele causar ciertas complicaciones familiares, stress, malos ratos, y porque no alguna que otra rencilla. Y esto va más allá de las cuestiones sentimentales que nos envuelven a todos en este particular momento del año, sino que conlleva una pesada carga organizacional.

Y aquí es donde entra la pregunta, esa pregunta que nos lleva días contestar, la pregunta inevitable, que con perfecta precisión llega entre los días 10 y 12 de diciembre: ¿Dónde pasamos las fiestas?, ¿En la casa de tus “viejos” o en los míos?

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Para muchos esta pregunta es la antesala a un dolor de cabeza, y más también. En mi caso, como en el de otros tantos supongo, disfruto bastante de esta “ruleta” para saber con quién compartiré las fiestas. Disfruto la incertidumbre de no conocer a que casa iremos a parar este año.

Haber escuchado uno de los cuentos de don Luis Landriscina me ayudó mucho a disfrutar y reírme de los pormenores de esta disputa para jugar de “Local” o de “Visitante”. El genial cuentista argentino solía describir lo que él llamaba el “fixture”: “Si la noche del 24 se cena en la casa de los padres él, después del brindis de las 12, se sale corriendo a saludar a los padres de ella. Cómo la noche del 24 se cenó con los padres de él, el 25 se almuerza con los padres de ella, y la tarde se pasa a saludar a los padres de él. Como en Navidad se cenó con los padres de él, la noche del 31 se cena en los padres de ella, después de las 12 se sale a saludar a los padres de él; y como la noche del 31 se cenó en los padres de ella, el 1 de enero se almuerza con los padres de él; y a la tarde se va a los padres de ella a saludar. Y después te queda Reyes para desempatar.”

Una vez solucionado el tema de saber dónde pasaremos las fiestas, y habiendo sobrevivido a esta “batalla” emocional, llega la otra pregunta: ¿Qué vamos a comer? O ¿Qué llevamos?; pero esta quedará para otra vez…