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HISTORIAS EN LOS ANTIGUOS HOTELES ARGENTINOS: tercera parte

13/02/2021 21:16 Santiago
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HISTORIAS EN LOS ANTIGUOS HOTELES ARGENTINOS: tercera parte HISTORIAS EN LOS ANTIGUOS HOTELES ARGENTINOS: tercera parte

E l comienzo del siglo XX encontró al turismo como una actividad floreciente, de alcance social limitado vinculado a mejorar la salud de los viajeros.

Para la Argentina fue fácil establecer como lema “mar y sierras”, teniendo en cuenta los lugares deseables para instalar hoteles de lujo. Esa consigna fue tomada por toda la publicidad y las promociones, sobre todo por parte de las provincias que disponían de esos paisajes. El momento cumbre se dio cuando comenzó a circular un tren que unía Tucumán, Santiago del Estero y Rosario con Mar del Plata y Córdoba en sólo 25 horas de viaje: su nombre era “Mar y Sierras”.

Los empresarios hoteleros decidieron que la costa atlántica y las serranías del país eran escenarios imperdibles para la construcción de edificios que brindaran servicios de gran calidad.

Así se sumaron el “Sierras Hotel”, en Alta Gracia; el “Bristol Hotel” en Mar del Plata; y los dos protagonistas de este artículo: el “Eden” y el “Boulevard Atlantic”. Sólo el primero de los cuatro sigue funcionando, aunque modificado y al menos bien conservada su fachada. El “Bristol” desapareció y fue reemplazado por una mole de hormigón. Y los dos últimos luchan contra el olvido y parecen estar desperezándose en la búsqueda de un destino mejor. He aquí estas crónicas que reflejan un tiempo que ya fue.

El hotel “Ede n” de La Falda : mitos de una mole serra na Pocos lugares en la Argentina han dado origen a tantas leyendas como este hotel cordobés que funcionó casi setenta años. Los salones del “Eden” han sido testigos de hechos y son depositarios de mitos que lo hacen indispensable para contar la historia del turismo y de la sociedad argentina del siglo XX. El nombre del hotel muchas veces aparece escrito con tilde, pero no es así. Se escribe Eden.

El establecimiento se habilitó en 1898 de la mano de Roberto Bahlcke, un coronel prusiano devenido empresario, que siguió los cánones de los hoteles de lujo del fin de siglo. El ambicioso proyecto obligó a Bahlcke a asociarse con Ernesto Tornquist y María Krantner (o Kreautner), una alemana que lo explotó hasta 1912. Fue entonces que los hermanos Bruno, Arno y Walter Eichhorn compran la propiedad y lo convierten en un imperio económico y en el hotel más famoso de Sudamérica.

El edificio era majestuoso. Poseía 100 habitaciones con capacidad para 250 pasajeros, y por entonces era común que los baños fueran compartidos y en el caso del “Eden” sólo había cuatro por planta. El lugar elegido tenía varias ventajas: el paisaje encajonado de la sierra del Cuadrado, el ferrocarril desde Buenos Aires, Rosario y Córdoba que tenía una estación a dos km. y el clima ideal. Vale destacar que se pensó no sólo en las clases pudientes vernáculas, sino en las familias adineradas europeas, que podrían así alojarse en el centro de la Argentina escapando del invierno boreal.

La arquitectura, inspirada en el centro de Europa, los serviciosde lujo y una eficaz propaganda convirtieron al “Eden” en el paraíso de la aristocracia argentina. Fueron plantados miles de árboles traídos desde Alemania, se acondicionaron espacios para niños y otras comodidades de gran modernidad. Había posadas para familias, jardines de invierno y se destacaba una fuente con leones de mármol frente a la entrada principal. La gastronomía europea era la característica del suntuoso salón comedor, siempre listo para que los “touristas” disfrutaran de sus delicias.

Entre los ilustres que se alojaron se destacan cuatro presidentes: Julio Argentino Roca, José Figueroa Alcorta, Agustín Pedro Justo y Roberto Marcelino Ortiz. Pero la fama del hotel era tanta, que muchos científicos y artistas extranjeros lo eligieron para su descanso en medio de sus giras por el país: el director de orquesta italiano Arturo Toscanini, el escritor nicaragüense Rubén Darío, el científico alemán Albert Einstein e incluso se habla de una estadía de Ernesto “Che” Guevara, aunque de su presencia no hay documentación. También pasaron un tiempo en el “Eden” herederos de tronos europeos: el británico príncipe de Gales Eduardo de Windsor y el italiano príncipe del Piamonte Humberto de Saboya.

La primera mitad del siglo XX fue la del máximo esplendor del hotel. Pero las convulsiones europeas entre las guerras mundiales iban a influir brutalmente en ese delicioso rincón serrano que es La Falda. En 1924 el matrimonio formado por Walter e Ida Eichhorn viajan a Alemania y conocen a un ascendente político de verba incendiaria, de quien se hacen amigos: Adolf Hitler.

Esa relación se mantuvo durante muchos años y, sin duda, la prueba más contundente del apoyo de los Eichhorn a los nazis fue la condecoración que recibieron en Berlín en 1935 de manos del propio Hitler, quien además les entregó una carta que decía: “Querido camarada Eichhorn: desde su ingreso en 1924, usted junto con su esposa han apoyado al movimiento nacionalsocialista con enorme espíritu de sacrificio y acertada acción, y a mí personalmente, ya que fue su ayuda económica la que me permitió… seguir guiando la organización”.

Al regreso Walter e Ida instalaron en el salón reservado que utilizaban para sus eventos privados un retrato de Hitler que residía el espacio, siempre decorado con flores. En una carta que Walter envía a Alemania llega a escribir: “La Falda es enteramente obra nuestra y por lo tanto tiene un fuerte tinte alemán. Obviamente, nos hemos preocupado muy bien en que el pensamiento político de toda nuestra gente sea sin excepción nacionalsocialista”. El inicio de la II Guerra Mundial significó un grave problema para los Eichhorn, dada su cercanía con el régimen nazi, y comenzó a verse raleada la ocupación de las habitaciones. Para entonces se habían realizado grandes reformas y los baños alcanzaron a ser 38, casi uno cada dos apartamentos.

En 1944 el hotel fue incautado por el Estado nacional y al año siguiente, al declararse la guerra al Eje, fueron internados en él los diplomáticos japoneses en la Argentina. Una curiosa anécdota es protagonizada por Furuta, el único japonés que vivía por entonces en La Falda. La disposición de internación de los japoneses imponía que no podía vivir ningún nipón a menos de cien km. del hotel. Furuta tuvo que buscar un nuevo destino y fue estafado en la venta de su casa. Sin embargo, quedó asombrado cuando al acudir a la justicia, pudo hacerlo sin problemas siendo un “enemigo”.

Devuelto a los Eichhorn, venden el “Eden” en 1947 a una empresa llamada “KKK”, atribuida a Juan Duarte, secretario del presidente Juan Perón. Al borde de la quiebra, en 1953 el “Eden” sale a remate y en 1965 cierra para siempre. Allí comenzó el deterioro progresivo del complejo. En 1998, como compensación por impuestos impagos, el hotel pasó a manos del municipio de La Falda, que lo concesionó desde 2006, habiéndose habilitado al presente algunas de las antiguas posadas como hotel boutique, además de realizarse espectáculos al aire libre y visitas guiadas, mientras un ambicioso proyecto intenta recuperarlo en su totalidad devolviéndole el esplendor perdido, sin historias oscuras que ocultar.

El Boulevard Atla ntic , el misterio más gra nde de la costa arge nti na La llegada del ferrocarril a Mar del Plata en 1886 provocó un aluvión de proyectos para la instalación de balnearios a lo largo de la costa atlántica. Así surgieron Miramar en 1888 y Boulevard Atlántico en 1889. Carlos Schweitzer, director del B nco Constructor de La Plata, concreta una mole neoclásica llamada “Boulevard Atlantic Hotel”, con 150 habitaciones que, al tiempo de la crisis de 1890, estaba terminada y que tuvo destino de remate, por la quiebra de los propietarios y el suicidio del promotor.

La primera historia extraordinaria de este hotel es la llegada a Buenos Aires del buque “Pampa” en 1891 con 818 inmigrantes judíos que dejaron Rusia gracias a la acción del barón Mauricio Hirsch. Debido al retraso en disponer de las tierras entrerrianasdestinadas a la colonización, se decidi enviarlos por un tiempo al “Boulevard Atlantic”, donde permanecieron tres meses, disfrutando de un tiempo de descanso, luego de un angustioso viaje y antes de emprender el afincamiento en la nueva tierra que los acogía. Aún hoy se los recuerda como los “pampistas” entre los paisanos de la zona.

El poco uso del hotel, sólo reservado a los dueños y sus invitados, hizo que comenzaran leyendas y mitos, que van desde el alojamiento de náufragos de un buque alemán, hasta propósitos ocultos de los dueños. La realidad es que la postergación eterna de la llegada del tren hasta Mar del Sur, como empezó a ser llamado el paraje, y el agotador viaje en carros a través de las dunas, hizo que el destino del “Boulevard Atlantic” languideciera.

Recién en 1911 se habilitó todo el hotel. Así, el hotel se convirtió en un destino selecto y sobre todo discreto, que permitió mantener la estructura con un buen servicio. Cambió varias veces de mano, administrándolo Esteban Gasco y Agustín Cozar. Incluso un médico de apellido Viayo tuvo la intención de montar una clínica, proyecto que fracasó. Finalmente, en 1972, un habitué llamado Eduardo Gamba lo compró y le hizo vivir diez años de esplendor. Pero desde 1993 el hotel quedó cerrado y comenzó un grave deterioro, que se acentuó por un tornado que voló parte de los techos en 1997.

Un asesinato cometido en las instalaciones abandonadas provocó una intervención judicial que duró cuatro años. Su dueño, una vez que le fue devuelta la propiedad, decidió vivir allí y puede contemplárselo mirando hacia el mar con sus anteojos negros en el piso superior sin techos. Eduardo Gamba sigue custodiando el fantasma edilicio con sus 92 años. Declarado monumento histórico, hay varios proyectos para su recuperación y sigue siendo la referencia legendaria de una comarca costera que busca su identidad frente al Atlántico. l


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