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La secreta magia del patio santiagueño

12/11/2016 23:03 Viceversa
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La secreta magia del patio santiagueño La secreta magia del patio santiagueño

Por Omar Estanciero

De la Redacción de El Liberal

Tratar de desentrañar el sentido y valor simbólico que representa el patio del Indio Froilán González, implica sumergirse en un mundo donde lo sentimental prima por encima de todo, y quizás lo que en este lugar se vive, responda a una simple necesidad de encontrarse.

La sombra inmensa de sus añejos arboles constituyen una bendición bajo el ardiente sol de la siesta santiagueña. El silencio del monte, a pesar del avance de la urbanización, se percibe en su plenitud.

El concierto de los pájaros, el olor a guiso, el mate y el pan casero listo, recrean el escenario ideal para compartir un momento diferente, de distensión y encuentro con las cosas simples.

Fue en 1997 cuando Carlos Saavedra le propuso a Froilán organizar las clásicas reuniones de los domingos con amigos, y desde entonces es que el patio se convirtió en el lugar elegido por muchos. En 2017 se cumplirán 20 años desde que se abrió al público, por sugerencia de aquel evocado bailarín y humorista santiagueño.

Así es como lo recuerda también Tere Castronuovo, su esposa y alma mater de mucho de lo que allí sucede, a veces espontáneamente, otras, gracias a su habilidad para la organización de ciertas actividades. “Creo que en cierta forma, el patio representa el espacio que la juventud pide, se sienten como en su casa y respetan lo que tienen a su alrededor, y porque reconocen también que este espacio tiene un fuerte rescate de nuestra identidad, donde todos somos iguales”, asiente Tere.

Cada domingo el patio se acondiciona para recibir a los amigos. Acompañados por la música folclórica, todos ya comparten un rico almuerzo. Es el atardecer y de a poco empieza a llegar una multitud de jóvenes predispuestos a compartir la fiesta, sin distinción de edades ni clases sociales.

Bailan, cantan, se divierten. Los cantores y bailarines también llegan sin esperar invitación para dar rienda suelta a la alegría.

Mientras todo sucede, el artesano arma su bombo. Trabajando al aire libre, en el inmenso patio poblado de viejos algarrobos, mistoles, talas, y bendecido por el canto de los pájaros y los coyuyos.

Es imposible saber cuántos bombos salieron de sus manos curtidas, pero él es consciente de que cada ejemplar que sale de su taller “tiene que ser mejor que el anterior”.

Entre otras de las cualidades, Tere agrega que “mucha gente tiene sus puestos de comidas y artesanías, como el caso de familias tonokotés sin que se les pida nada a cambio, lo cual representa una ayuda para muchos de ellos. Si colaboran con el mantenimiento y la limpieza, un grupo de mujeres del barrio Los Lagos”, comenta, al recordar que son 32 las familias que viven de sus ventas, gracias al espacio que les brinda el patio, fomentando de esa manera la economía social de grupos de emprendedores durante todo el año.

“él es un hijo de sol, y el monte lo hizo luthier: el Indio Froilán González sueña los brazos del querer. Parche de cabra de un lao, cuero de oveja al revés, para que suene a la legua pide la luna su poder…”, así lo describió Peteco, quizás el compositor que mejor describió a su amigo luthier.

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