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EL LIBERAL . Viceversa

Locales otra vez

26/03/2017 00:06 Viceversa
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Locales otra vez Locales otra vez

Entonces le he pedido al juez que lo amonestara. El estado del terreno era impracticable, los charcos estaban en todas partes, ocasionando esto constantes resbalones. Pero el tres se había aprovechado del envión para derribarlo. “No tiene la intención”, me ha dicho el referí gesticulando, no lo he escuchado pero he podido leerle los labios, mientras corría para seguir el desarrollo de la jugada. Mentira. Sí tenía la intención. Desde el piso lo he visto sonriendo, antes incluso de barrerlo.

Unión Santiago ganaba uno a cero. El gol lo había hecho el diez, Miguel ángel Ruffino, un fenómeno, de penal, el que se había sancionado justamente. Desde ese momento el equipo local ha dejado de jugar al fútbol. Mandaban cada pelota a las tribunas, y eso que estaban con un hombre de más por el expulsado del penal que les daba la victoria. Y tardaba un rato la pelota en volver. Se demoraban y ahí nomás la hinchada local puteaba y silbaba con todo. Así es la liga local, para qué nos vamos a engañar, tenemos dos pelotas (encima la otra desinflada y perdiendo aire por el pico). De los sueldos ni hablar.

El primer tiempo ha terminado así, Unión 1 Estudiantes 0. Seguía cayendo el agua, bastante. Antes de salir del vestuario, me he acercado hasta Pedro ‘Cachi’ Tolosa, el canchero del club, para consultarle por el estado del campo. Me ha dicho que los desagües estaban colapsados desde antes de que empezara el partido y que la inundación se iría pronunciando de forma creciente. Tomá el vocabulario de ‘Cachi’. ‘Peor no puede ser’, he pensado. Los equipos se demoraban pasados los quince minutos del entretiempo. Como siempre la lluvia, un argumento para llegar tarde.

Si uno lo miraba de lejos, parecía que corría detrás de la pelota sin ninguna lógica. De vez en vez pateaba al arco de un solo ángulo, conformado por el único tobogán de la plaza. Se apresuraba a buscar la pelota del otro lado, para traerla esquivando enemigos invisibles. El correteo no era sin sentido. Joaquín Rodríguez se divertía narrando con la voz del pensamiento, partidos trascendentales en los que él cumplía el rol de héroe en el terreno de juego. Por supuesto que no llegaba a esos partidos significativos sin haber fantaseado con la trayectoria previa. Primero ganando la liga local, ascendiendo a Primera con Sarmiento, despertando los intereses de los grandes equipos y de ahí a Europa, la Selección y la Intercontinental en Japón.

Desde chico se había diferenciado del resto. No le interesaban los muñecos de acción ni los juegos de ronda, a menos que esos muñecos pudieran patearse y que los juegos involucraran alguna pelota. Cuando empezó con el fantaseo juguetón, se aisló del resto. Se pasaba todo el día atrás de la pelota, embocando la pelota en el ángulo del tobogán, una destreza llamativa para un niño de su edad. Se separaba de los demás no sólo porque no necesitaba sonidos para crear sentido, también porque inutilizaba el tobogán. No podían convivir sus fantasías con el juego de otros niños.

Manuel lo llevó al club más cercano a la casa: Sarmiento, de La Banda. No quería revivir en el niño sus deseos infantiles frustrados, simplemente quería deshacerse de la insistencia de Ana, la madre de Joaquín, quien se preocupaba por notar el poco interés que ponía en el mundo su hijo.

Pasaron muchos años hasta que se enteró que Manuel no era hincha de Sarmiento, ni de ningún equipo. Tenía cierta simpatía por Central Córdoba, pero por el solo hecho de haber compartido infancia con sus vecinos del Barrio Sarmiento. No seguía a ningún equipo, ni estaba al tanto de las novedades futbolísticas. Claro que de esto recién tomó conciencia Joaquín, al tener una pasión definida y una carrera consolidada, con todos los fines de semanas ocupados por estar comprometido en los encuentros de la liga santiagueña. Saberlo hincha de Sarmiento fue determinante para su vida, para el desarrollo de sus sentimientos por el club que lo había visto nacer como futbolista, afectos que escondía en nombre de la profesionalidad. Por eso enterarse de que el hombre que lo había criado sólo estaba interesado en lo que sucedía bajo el capó de su Ford Falcon, lo cuestionó hasta su fibra más íntima. Era a Manuel a quien le dedicaba sus goles infantiles, besando el escudo en medio de los bastones azules y blancos.

Sugestiva manera de empezar el segundo tiempo. El siete le ha levantado la pelota al nueve que le ha pegado un zapatazo terrible. Lo ha agarrado mal parado al arquero. Apenas arriba del travesaño se ha ido la pelota. Casi lo empata Estudiantes.

Si el partido terminaba así, con Unión Santiago arriba en el marcador, Central Argentino quedaba condenado al descenso. El equipo venía de bastantes campañas mediocres, la verdad.

A los quince del segundo tiempo, Jorge Torres, el referí, lo ha expulsado al cuatro de Unión y ahí han quedado iguales en cantidad de jugadores. Igual el partido no estaba como para tener la pelota, nada que ver, se la pateaba para adelante y esa era toda la política.

En la última jugada del partido, le ha quedado un tiro de esquina a Unión. La hinchada hacía sentir su aliento, le combatía al clima con cantitos y saltos, como si estuvieran presintiendo la victoria. Lo ha ido a patear Brazenas, un flaquito debutante que acababa de ingresar. Quizá por estar frío, o nervioso capaz, le ha pegado un poco al césped y otro poco a la pelota, por eso ha llegado a penas picando al primer palo, donde la ha recibido el defensor con una tremenda volea. Después del despeje recién se da cuenta el defensor lo que había generado. El nueve que el técnico dejaba en la banda para el contragolpe ha bajado la pelota majestuosamente y se la ha entregado redondita al ocho de Estudiantes, el capitán huaicondense, que en sus pies tenía la oportunidad del empate. Atacaban cuatro, defendían tres. El estadio ha quedado en silencio por unos segundos.

–Viene el centrooooooaaaaaaaay, le salió una masita al chico Brazenas. Despeja Silvani y el árbitro lo termina, eh. Uuuy mirá lo que le salió a Silvani, cómo la bajó Samuel, qué categoría, la toca para Medina, y es la última señores y señoras. Sigue Medina, busca el empate Estudiantes, la pisa, espera, tira el pelotazo para Montero que llega habilitado, qué solo que está por Dios, sale el arquerGOL. Gooooooooooooooool. Gooooooooooooooooooooooool de Estudiantes.

–Lo anuló el juez de línea, Marcelo, eh. Está todo invalidado.

–Umm ¿qué le pasó al juez de línea? ¿Está ciego? Se me hace que se equivocó feo, eh.

–Joaquín Rodríguez, es su nombre, Marcelo. Primer error que le veo en el partido. Hay que considerar la visibilidad, también, el factor climático influyó en todo el partido.

–Pitó el árbitro. No hay tiempo para más. Unión Santiago, uno, Estudiantes de Huaico Hondo, cero. Tiempo para vender, José Luis.

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