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La ironía y la finura en el asunto literario

22/07/2017 21:10 Viceversa
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La ironía y la finura en el asunto literario La ironía y la finura en el asunto literario

Frías, es conocida como la “ciudad de la amistad”, pero también como la cuna de artistas de todo tipo, entre los que se encuentran la prodigiosa y abundante poética de Selva Yolanda Ramos, una de más altas exponentes de la literatura argentina. Suelo donde también nacieron los enrulados sueños de Raly Barrionuevo y se cocinó en brasa a fuego lento la voz de Manuel Orellana.

Pablo Albornoz también es de allí. Creció en el barrio La Laguna, hasta que sus padres se mudaron al centro de la ciudad. Menor de cuatro hermanos. De ascendencia cuya mezcla puede resultar interesante: español, turco y británico. Los arañazos de aquella diversidad cultural pueden adivinarse en sus escritos, y así es como se asoma “la ironía anglosajona, la finura del español y la irreverencia de los gauchos turcos, de hombres que no tienen empacho de decir lo que haga falta decir”, confiesa.

En su andar literario Albornoz cosechó reconocimientos por sus relatos breves (como en editorial Dunken y Fondo Nacional de las Artes). Fue antologado por Antonio Cruz, en el libro “El microrrelato en Santiago del Estero. Segunda edición”. La escritora porteña Marita Rodríguez-Cazaux lo describe: “Encuentro en la escritura de Pablo un innegable talento y una constante búsqueda de escenarios y voces que llevan a nuevos paisajes”.

Por otro lado, Albornoz, cuenta su admiración por la escritora santiagueña Adriana del Vitto: “Todos mis cuentos que posteriormente han sido elegidos para una cosa u otra, han surgido de un taller que hice con Adriana. Para mí los mates de la mañana de los sábados en casa de ella significaron mucho” recuerda. “Cuando era adolescente conocí a Pocha Ramos, pero no estuve lo suficientemente maduro como para valorar la experiencia”, evoca también, de la alondra poeta de Frías.

En octubre de 2016, publicó su novela Barro, la cual fue presentada en la Feria del Libro. Al respecto opinaron los autores, Antonio Cruz y Adriana Del Vitto, respectivamente: “Ruptura en ciertos cánones de la novela tradicional, con dura crítica social. La descripción de Vuelta Barranquilla, es, según mi opinión, lo que Macondo fue para García Márquez”.

¿Cuándo empezaste a escribir?

-Hace veinte años. Una persona muy amada, por entonces, me regaló un libro de Marcelo Di Marco que se llama “Corte y corrección”. Luego me anoté en su taller virtual y allí mismo empecé la novela Barro. Pero el verdadero puntapié fue gracias a Adriana Del Vitto, en cuyo taller me sentí más cómodo para amplificar mi locura y pude sentir que apreciaban mis escritos. Siempre me desenvolví en el espacio creativo, y por suerte mi familia, de una forma u otra, me ha alentado en ese aspecto. Desde chico, en la primaria, me gustaba dibujar. Durante los recreos vendía mis dibujos a cincuenta centavos, lo que me alcanzaba para comprar en el quiosco, a pesar de que mis padres me daban dinero. Diría que el dibujo fue mi primer contacto con el arte. Recuerdo cuando tenía unos cinco o seis años, dibujaba con mi papá mientras él escuchaba en la Tonomac, un programa de tangos que se llamaba “El Club de los Fantasmas”. También me gustaba escribir composiciones en inglés. El gusto por la lectura me llegó a los 14 años, cuando leí Cien años de soledad, después la Casa de los Espíritus y de más grande y a medida que iba metiéndome en el asunto literario fui siendo más selectivo.

¿Tienes un autor modelo o favorito?

- Sí. Me cautivó Edgard Allan Poe; que podría decir que es mi preferido pero también me gustan Maupassant y Flaubert; como verá, me inclino más hacia la literatura universal. Entre los escritores santiagueños que admiro y quiero son Belén Cianferoni, Adriana Del Vitto, Gabriel Hoyos, Antonio Cruz, Pocha Ramos, Manuel Orellana, Raly Barrionuevo. Un cordobés que vive en Frías: Eduardo Bechara. Quizá sean pocos y me falten otros, pero tampoco conozco demasiado.

-¿Qué me puedes decir de tu experiencia con Barro?

- Ya tiene sus buenos años, está escrito a partir del 2008, pero por esas cosas de la vida, dio a luz la primera edición el anteaño pasado. Barro no pudo ser “soltado” antes por una cuestión contractual con una editorial en Buenos Aires. Una vez resuelto el asunto legal, decidí que la vía para la novela sería la onda “independiente”, camino que tomé forzosamente, ya que insertar un texto dentro de la cadena editorial, es una tarea jodida y a veces larga (pero no imposible) Barro me permitió contactarme con las primeras desilusiones como creativo, lo duro que es tratar con contratos y especulaciones que me parece, no debería existir en el ambiente literario; en realidad en ningún espacio donde la creatividad sea el producto final y primero. Sin embargo, esos mismos escollos me han permitido ser más perseverante. Cuando los asuntos respecto al texto se pusieron turbios, lentos o enrarecidos; tomé mi barro y me fui a otro lado, aunque sea para embarrarme solo.

Tuviste un interesante encuentro con la escritora Hebe Uhart ¿Qué te dejó de aprendizaje?

- Fueron tres o cuatro meses. Me vino justo, pues estaba atravesando un duelo difícil, y la creatividad en estos casos es salvadora, o al menos lo fue para mí. A Hebe Uhart la recuerdo severa y muy inteligente, una mujer madura, que no titubeaba a la hora de hacerte una devolución. Ella salía al patio a fumar un pucho de tanto en tanto, durante los recreos que nos daba; te miraba con mucho amor y entre las humaredas del tabaco (y los chistes santiagueños que parecía entender poco) te sentenciaba a muerte o te llevaba al despojo de las adulaciones. En la nota del diario el Liberal, el 23 de septiembre de 2008, Hebe sintetizó su postura con una sencillez admirable: “Si uno escribe y no acepta las críticas, está frito”. Durante el taller, un conocido escritor se levantó y se fue. Se ve que no leyó el diario aquella mañana. Algunos compañeros tenían sus libros circulando en Francia o España; y cuando me preguntaban por mi novela, les respondía que aún la tenía durmiendo en una computadora. El escritor en cuestión, tal vez recordó algo con urgencia, cuando Hebe sintetizó su carácter y modalidad. Ser del interior, a veces te cubre de un aura un tanto ingenua, de respeto y humildad; cuestiones que en estos casos ayudan para poder abrir la oreja y aprender. Yo no hubiera osado hacer aquello, al menos por respeto a la dama. ¡Y qué dama! Me saco el sombrero.

¿Estás escribiendo un nuevo texto?

-Sí, recién ahora. La familia toda nos estamos acomodando a cambios que hicieron que relegara en un principio la escritura, pero parece que las aguas del mar se han calmado. Vemos como navegamos en ésta; mientras estoy en un proceso de adaptación, en una nueva ciudad (Córdoba) gracias al apoyo de toda mi familia, en especial a la que tengo allá y a los amigos. Aún voy cincuenta páginas y hasta acabar, uno no sabe a dónde te llevará el texto. Hay una matriz actancial, pero no me define el texto hasta el final. Tengo un título tentativo, pero incluso puede cambiar. “Barro” en un primer momento se iba a llamar “La memoria de los árboles”. Tengo la tendencia a cambiar de planes a último momento.

-¿Te costó mucho decidirte en un tema o ángulo narrativo?

- En el ángulo no. Mi estilo es el despojado, el tema quizá sí. Estaba entre encarar lo que estoy encarando ahora y otro: la violencia de la mujer hacia el hombre. Se habla tanto en el sentido inverso (y me parece bien) y tan poco en el sentido que me interesa, que hasta me parece escaso. Valoro mucho lo que se ha hecho con respecto a salvaguardar a la mujer; me parece que en algunos casos resulta interesante el hecho de que quizá, por la cultura machista en la que nos vemos inmersos, no se habla mucho de la violencia de la mujer hacia el hombre. Tengo amigos que atraviesan situaciones muy complicadas, incluso hijos de por medio, cuando la mujer es la que actúa con violencia psicológica, que es aún más siniestra, porque no deja marca. Quiero escribir sobre eso, quizá sea el tercer libro; pero uno no sabe.

¿Qué estás leyendo actualmente?

-“La suma de los días” de Isabel Allende (nuevamente), “Historia de la belleza” de Umberto Eco y “Una historia natural de la homosexualidad” de Francis Mark Mondimore.

¿Qué sugerencia le harías a aquellos que están empezando a escribir?

- Que sigan “empezando”, en eso estoy, todos los días. Que no hay que perder el ímpetu, sobre todo el de los más jóvenes. Que no hay mal que dure cien años…excepto si lo escribe Gabo. 


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