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EL LIBERAL . Viceversa

Malicia con aroma de café

29/07/2017 22:36 Viceversa
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Malicia con aroma de café Malicia con aroma de café

El árbol de la plaza se avergonzaba

de su desnudez otoñal, al mismo

tiempo que un viento de risa asmática

intentaba alejar sus hojas. Me acerqué

a él con un miedo extinto y me

senté al borde de su cantero, recordando

cuando joven, tal vez tendría

unos veintidós años, me ocurrió de

encontrarme con ese extraño sujeto.

Vestía como si de un tanguero se

tratase y fumaba un habano del tamaño

de mi mano. Recuerdo esa inconfundible

fragancia a nicotina con notas

de café molido.

Expulsó el humo de sus pulmones,

carraspeó tres veces y como si su voz

ronca produjese un eco en las profundidades

de su cuerpo, pronunció en

un lamento sereno: “¡Ay pibe!... Qué

terrible resulta ser testigo de tanta indiferencia.

Acostumbrados a ver como

el pez gordo se come al chiquito.

Y todos haciendo la vista gorda, ignorando

el dolor ajeno, queriéndolo enterrar

—respiró con profundidad y cerró

con un quejoso...— ¡Por Dios!”

Recapitulé en sus palabras, tratando

de interpretar qué era lo que

me quería decir con eso. En primera

instancia no lo concebí como el

delirio de un viejo desconocido. Había

cierta profundidad en su plática

que me atraía, una verdad con gusto

a experiencia que supe comprender.

Yo también, de vez en cuando,

dependiendo de cómo el bobo se sintiera,

solía tomarme un tiempo para

reflexionar sobre las penas que da la

vida, o sobre la vida que vale la pena.

Pero de todos modos algo no me cerraba.

Presentía un condimento extraño

en sus palabras que me dejaba

intranquilo, con un malestar en las

entrañas.

“Mira aquellos pequeños, los que

juegan en la arena... ambos se divierten

como si de grandes amigos se trataran,

pero en realidad, acaban de conocerse.

Los niños, a diferencia de

nosotros, son tan espontáneos, tan

frescos y confiados. Y sin embargo,

sin que ellos lo sospechen, algo terrible

están haciendo: aprenden a dominarse

el uno al otro.

Un claro ejemplo es lo que está a

punto de ocurrir.

Pronto ambos correrán hacia el tobogán

y pelearán por tirarse primero.

Naturalmente el más fuerte ganará...

y es allí donde mis manos equilibran

la balanza, donde el alma mortal consagra

su venganza”.

El cambio abrupto en su tono de

voz me había llenado el cuerpo de una

tensión incalculable. Estuve a punto

de ponerme de pie y alejarme, pero

fue pura intención, permanecí rendido

a la expectativa de un vaticinio especulador

y perverso.

Los niños forcejeaban sobre la base

metálica de los juegos. De pronto,

el más grande empujó al otro haciéndolo

retroceder y acto seguido, con

la rapidez del travieso, se deslizó por

el tobogán, canturreando su victoria

con un retintineo molesto.

Pensaba en la coincidencia, tal vez

débil, que el sujeto del habano había

proferido, cuando unas palabras

próximas a mi oído me anunciaron:

“Ahora viene lo mejor”. Y aunque su

vozarrón me tomó por sorpresa, no

pude reaccionar ni moverme. Desgarré

mis uñas sobre el banco de cemento,

incluso comencé a temblar,

pero no logré zafarme, algo invisible

me sujetaba con una fuerza anómala

que vulneraba mi libertad, mi existencia.

Y poco a poco, todo se enlenteció

de forma siniestra. La luz que sobre

la tierra caía con alegría parecía

deteriorarse en la desesperanza de un

paisaje inhóspito, incluso el aire que

respiraba comenzaba a sulfurarse.

El niño que aún quedaba arriba

del tobogán, sufrió de forma repentina

la desfiguración en sus inocentes

ojos. Miró a su amigo quien todavía

se mofaba, y sin más, se lanzó sobre

él, en un deslizamiento semejante al

arrastre irascible de una cobra.

Un impacto que descongeló el

tiempo y que a la vez me aprisionó

en un eterno recuerdo que revivo cada

vez que me acerco al mismo árbol,

que me siento en el mismo cantero. El

niño embestido llorando, con la nariz

ensangrentada de un rojo demoniaco,

en cambio el otro, con el inconfundible

rostro del confundido, volviendo

en sí... tosiendo, tal vez arena, o tal

vez un humo... con aroma a café.l

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